Parece que cada vez más los espacios “públicos” se van transformando en lugares donde nadie mira a nadie, donde todos somos desconocidos, donde sonreír es algo extraño y hablarle a otro es sospechoso. Pareciera que es la regla y no la excepción estar pendiente todo el tiempo del celular en la universidad, el trabajo, los centros comerciales, la calle, la casa y hasta en la iglesia. ¿Cómo podemos encontrarnos y ayudarnos si hemos perdido la capacidad de mirarnos a los ojos?
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