Leer y esquiar tampoco son “naturales”, pero nadie sugiere que debamos deshacernos de eso
De vez en cuando lo escucho decir, en especial de quienes están empeñados en explorar, debatir y “demostrar” que los humanos nunca estuvimos destinados a ser monógamos. El razonamiento va más o menos así: aunque la monogamia sexual y marital sea lo mejor para los hijos y las familias, la monogamia sexual no es natural. Los humanos, dicen, nunca fuimos diseñados para “aparejarnos para toda la vida”.
Para quienes tenemos buenos cimientos en la fe y en nuestras relaciones, esta “prueba” a menudo cosecha más de unos someros ojos en blanco; después de todo, suena como el modo fácil de salir de una situación difícil (¡y todas las relaciones pasan por situaciones difíciles!). Nos preguntamos: ¿de dónde vienen esos impulsos tan en conflicto con algo que es lo mejor para nosotros y nuestros hijos?
Por adorable y cierto que sea, hay noticias incluso mejores: resulta que la monogamia quizás no sea tan antinatural como se piensa. Después de todo, nuestra biología parece apoyar la monogamia sexual. Una investigación de la Universidad Rutger y la Universidad de Nueva York descubrió que “las parejas degradan la apariencia de las personas que perciben como amenazadoras para sus relaciones”. Y esto lo hacen tanto mujeres como hombres.
En el estudio, cuando hombres y mujeres en relaciones comprometidas y satisfechas veían fotografías de personas atractivas (del sexo opuesto) y les decían que esas personas estaban solteras (es decir, una “amenaza” para su relación), los hombres y mujeres felizmente comprometidos las calificaban como menos atractivas de lo que eran realmente.
Sin embargo, cuando les mostraban fotografías de personas igual de atractivas y les decían que estaban en una relación seria (es decir, no son un “peligro”), los mismos hombres y mujeres valoraban a las personas como más atractivas de lo que eran realmente.
“Percibir a personas atractivas que representan amenazas para la relación como menos atractivas quizás ayude a las personas a resistir la inclinación de buscarlas”, dice la doctora Shana Cole, de la Universidad Rutgers, una de las autoras del estudio.
“Esto es especialmente importante porque encontrar a alguien físicamente atractivo es una razón principal para elegir a una persona para una cita o para buscar una relación romántica”.
Sí, nuestra misma biología, que algunos aseguran está buscando constantemente algo diferente y mejor, en realidad intenta proteger nuestra monogamia.
Otro ejemplo más de cómo la ciencia se corresponde con lo que nuestro instinto —aunque no siempre nuestras hormonas— y nuestra fe nos dicen: estamos hechos para la monogamia, el matrimonio crea una familia y la familia merece ser protegida.
Que nuestra mente rebaje el atractivo de una potencial “amenaza” a nuestro matrimonio y nuestra familia dice mucho de la importancia de la lealtad, no solo a la pareja, sino a la razón por la que se nos concedió esta mente tan maravillosa que intenta protegernos de esta manera.
Sin embargo, por supuesto, este estudio no implica que la monogamia acabe de volverse más fácil: las parejas que estaban en relaciones serias menos satisfechas respondieron igual que los participantes solteros, es decir, las personas les resultaban más atractivas de lo que eran en realidad.
¿La moraleja de todo esto? La fidelidad exige esfuerzo. Mantener una posición en la que estemos satisfechos en nuestro matrimonio es difícil de conservar a lo largo de los altibajos de la vida. Sin embargo, cuando trabajamos por nuestra relación y escogemos decir no a los diminutos pasitos hacia la infidelidad, vivimos mucho mejor. En definitiva, la monogamia es una prescripción para la felicidad a largo plazo.
Caryn Rivadeneira, aleteia
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