Patricio de Irlanda, Teresa de Ávila y el beato José Gregorio Hernández son algunos de los tíos santos que marcaron las vidas de sus sobrinos.
Sus inspiradoras -y a menudo poco conocidas- relaciones familiares les hacían a todos más felices y les acercaban a Dios.
Los obispos Patricio y Mel
El obispo san Patricio viajó a Irlanda para evangelizar junto a varios hijos de su hermana.
Uno de ellos, Mel, le acompañaba por el país predicando a todos. Cuando san Patricio fundó una Iglesia en Ardagh, le ordenó obispo para dirigirla.
Mel lo hizo con espíritu evangélico y ayudó mucho al desarrollo del cristianismo en Irlanda.
Tío y sobrino fueron un tesoro el uno para el otro. Entre otras cosas, Patricio encontró en Mel un gran apoyo para su misión y el sobrino aprendió de su tío cómo llevar a Cristo a los demás.
Teresa y Teresita carmelitas
Santa Teresa de Ávila tenía un hermano en Latinoamérica, Lorenzo de Cepeda, con una hija llamada Teresa de Ahumada.
Cuando Teresita tenía solo un año, perdió a su madre, y con 9 años su padre la envió a España.
¡Con qué alegría la recibió su tía en Sevilla! Siempre la consideró como una hija y trabajó y rezó por su santidad.
Así lo refleja una carta de santa Teresa a la hija de su hermano llena de palabras de ánimo y cariño, y con este consejo para relacionarse con Dios:
“Cuando algún pensamiento malo le viniere, santígüese o rece un Paternóster o dése un golpe en los pechos y procure pensar en otra cosa, y antes será mérito, pues resiste”.
A los 15 años, Teresita empezó el noviciado en la orden religiosa que su tía estaba reformando.
Santa Teresa fue siempre una autoridad moral para su sobrina, una brújula también en los momentos de crisis vocacional.
Así lo relataría años más tarde en su declaración para la beatificación de su tía, recordándose “batallando dentro de sí, de si dejaría esta Orden e iría a otra, y todo esto encubriéndolo mucho a la Santa Madre”.
José Gregorio, Inocente, Nacho,… generaciones de médicos
El beato venezolano José Gregorio Hernández no tuvo hijos pero como si los hubiera tenido, porque fue acogiendo en su casa a todos sus sobrinos que iban a estudiar a Caracas.
Él había pasado por lo mismo cuando tenía su edad, y supo transmitirles sus riquezas interiores, y a algunos de ellos también su vocación médica.
“Siempre he tenido una predilección por ti, muy justificada, por las buenas cualidades que el Señor ha puesto como adorno de tu alma; por las cuales nos debemos humillar y darle gracias como puro don suyo”, le escribía el tío Grego al hijo de su hermana Inocente en 1914.
Hoy, Nacho Carvallo, nieto de Inocente, y también médico, percibe y agradece la influencia de José Gregorio:
“La huella quedó en mi abuelo de manera indeleble y en toda la familia -explicó a Aleteia-. No era sólo un tío, sino el tío-padre de mi abuelo, el que lo crio”.
“Me ha tocado preparar intervenciones sobre esa relación familiar -explica- y confieso que me ha marcado”.
“¡Oye, que no sepan que soy familia de José Gregorio! -bromea Nacho-. Me van a pedir cosas que yo no sé hacer: ¡milagros! Y yo solo soy médico”.
Patricia Navas, Aleteia
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