Padres cultos, vale la pena. Para educar unos hijos cultos hay que ser un matrimonio culto, una pareja que siente gusto por el conocimiento: las letras, el arte, los monumentos arquitectónicos, el buen cine. Sí, es muy evidente pero poco fácil. Hay que regar esa cultura. con imaginación.
Hay muchos campos en los que debemos cultivar a nuestros hijos pero, insisto, cultivándonos previamente como matrimonio. Pensando alternativas, salidas, conversaciones, lecturas.
Apoyar a la escuela con la cultura familiar
Y conviene mucho lograr en nuestros hijos ese gusto por las letras, el arte, las ciencias. Conviene mucho porque es una forma de apoyar la tarea de maestros y profesores desde casa. Cada día, en detalles ínfimos.
Amar la poesía, amar la lectura
Si la lectura salta de la obligación a la devoción, al gusto, al placer, estamos en muy buen camino. Ahí puede crecer lo que se denomina la lectura por placer. Existe este concepto en los estudios y las investigaciones.
La actitud es la base
Lo que hace falta es esa actitud por parte de los padres que se sorprenden ante la curiosidad de los hijos y les recogen con cariño cada hallazgo. Que les escuchan y les miran y les dan nuevos materiales. Frecuentemente.
"Pero, eso lo hace la escuela". Es es el papel de la escuela. Existen muchas investigaciones que señalan que el contexto cultural familiar es el primer incentivo, no el último, para promover el saber, el estudio, la voluntad de ir más allá. Y el paso siguiente es el éxito escolar.
Sucede también con la música. ¿Qué música se escucha en casa? Cómo se educa el paladar musical de los hijos. Qué canciones suenan en el coche. No es un tema indiferente. Ahí se puede cultivar una vocación. O una afición.
Las familias que educan unidas permanecen unidas
El secreto es disfrutar los padres con los padres, y los hijos con los hijos, en el tiempo libre familiar. Y converger. Los veranos son una época privilegiada. Un viaje de familias, a un destino con arte, historia y cultura puede ser excelente idea.
La vulgaridad, la apatía, las pantallas
Ciertamente, las pantallas no necesariamente implica que sean vulgaridad y apatía. Sin embargo, es constante en la boca de gente prudente, las pantallas en general y los smartphones en particular se pueden convertir en la desidia, la irrelevancia, la vulgaridad, la banalidad y cosas peores que no auguran una sexualidad ordenada.
Se puede prescindir de ellos. Quizá es el primer paso. Y se está comenzando a hablar muy en serio de que los 16 años, después de mucha educación y cultura, puede ser el inicio más cabal del primer smartphone para los hijos. ¿Es que no estarán localizados?
Ignasi de Bofarull, Aleteia
Vea también La Educación: Textos entresacados de la
encíclica "Familiaris Consortio" de San Juan Pablo II
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