La Conferencia Episcopal Argentina publicó un manual en el que explica los cinco pasos y claves para evangelizar en las casas. Esta propuesta, llevada a cabo con la dirección nacional de Obras Misionales de Argentina, pretende enseñar los pasos correctos para llevar a Dios a quienes le desconocen en el apostolado puerta a puerta.
Algunos pasos incluyen consejos útiles, como llevar papel y boli para apuntar cosas importantes o qué hacer en caso de que una familia sea cristiana, pero no católica. El manual está disponible en El Portal del Misionero.
1. Presentación
Para empezar, lo primero es llamar a la puerta, tocar el timbre o hacer palmas. Una vez que nos han atendido, saludamos y nos presentamos con nuestros nombres, indicando que somos misioneros, dónde estamos parando y qué actividades estamos haciendo.
El primer paso y el más difícil es llamar a la puerta: no importa el rechazo.
Naturalmente hay que entrar en diálogo, por lo que es bueno contar que estamos recorriendo el barrio para conocer a la gente, rezar con ellos y bendecir sus casas, si así lo quisieran. Es muy importante respetar los deseos de la persona; no desistir ante el primer “no” por respuesta, pero tampoco ser insistentes. Nunca hay que dejar de ser amables y sonreír, incluso aunque nos rechacen de mala manera.
No debemos pasar por alto preguntar el o los nombres de las personas con las que estamos conversando, y tratar de no olvidarlos. Puede servir anotarlos en un cuaderno.
2. Diálogo
Lo que nos interesa es conocer la realidad de la familia y de la persona en particular, sus alegrías, sus tristezas y problemas, su vida… nosotros podemos ser instrumentos pobres y humildes de Dios. Lo más importante es saber escuchar. Nunca entrar en discusiones. Respetar sus creencias y formas de llegar a Dios, aunque aconsejando con delicadeza y amor si incurrieran en algún error grave.
Seguramente encontrarás mucha gente triste, por lo que es importante ser positivos e intentar hacerles ver las pequeñas buenas cosas de la vida. Habrá mucha gente enojada con la Iglesia, por lo que es importante darles la razón en aquellas cosas que la tengan y proponerles un punto de vista alternativo en aquellas que no sean tan así.
Siempre es importante respetar el ritmo y costumbres del lugar, evitando ser motivo de escándalos (ya sea por vestimenta, comportamientos, gritos, comentarios, mal vocabulario, etc.).
`Lo que nos interesa es conocer la realidad de la familia y de la persona en particular, sus alegrías, sus tristezas y problemas´.
Durante la conversación, suelen darse silencios más o menos prolongados. Esto no significa que estemos haciendo las cosas mal, ellos son una parte natural y necesaria en toda conversación profunda. Hay silencios llenos de espiritualidad, de dolor, de ternura y es muy importante saber respetarlos. Sólo debemos interrumpir aquellos que resulten innecesariamente incómodos. Pero no tengas miedo al silencio.
3. Rezar
Podemos brindarle un lindo momento de oración a la gente e incluso debemos buscar el momento para proponerlo sin tampoco forzarlo. Podemos hacerlo simplemente preguntándole a la persona si le gustaría hacer una oración con nosotros. Pero antes de empezar, hay que disponer el clima. Es importante poner en orden cualquier factor que pudiera generar distracción durante la oración, como apagar una tele o una radio que esté encendida.
También es bueno invitar a acercarse a todos los presentes en el hogar que quieran participar y les explicamos lo que vamos a hacer a medida que lo hagamos. Cada casa suele tener un altar doméstico, un rincón religioso que, en el caso de existir, conviene integrar a la oración acercándose a él para rezar. También conviene detectar si la familia tuviera alguna devoción hacia algún santo o Virgen en particular, para invocar su especial intercesión.
Si tuviéramos agua bendita, los invitamos a mojar en ella el dedo índice y explicamos que nos vamos a poner en presencia de Dios haciéndonos la señal de la cruz, y luego les pedimos que lo hagan (enseñándosela nosotros, en caso de que ellos no la sepan hacer).
Antes de empezar a rezar conviene entregar una estampita a los presentes para que puedan seguir la oración por escrito, si es que saben leer. También podemos invitarlos a poner en común las intenciones que cada uno guarda en el corazón y por las que desean rezar. Es importante aquí dar tiempo para realizar todo tipo de intenciones, agradecimientos y pedir por los enfermos y difuntos. Puede suceder que por su naturaleza tímida la persona no participe de la puesta en común en las oraciones. Los misioneros debemos estimular, pero no imponer esta participación, respetando sus tiempos.
En el caso que la familia sea protestante (evangélica, mormona, etc.) debemos utilizar el término “orar” en lugar de “rezar”, y no utilizaremos ninguna estampita sino que leeremos un fragmento del Evangelio sobre el cual podemos hacer luego una pequeña reflexión. También debemos dejar a un lado la imagen de la Virgencita y procurar no invocarla, para evitar incomodarlos. En casos así, la figura central de la oración debe ser Jesús.
Es importante al hablar utilizar un lenguaje sencillo y actual, que todos puedan comprender, en todo lo que digamos. Por eso, si algún pasaje del Evangelio utilizara palabras poco claras, debemos aclararlas o cambiarlas por sinónimos más adecuados.
No debemos preocuparnos si durante la oración hubiera distracciones o interrupciones imprevistas. Debemos recibirlo todo con calma e incorporarlo a la oración.
4. Bendición
Una vez que hemos terminado de rezar, podemos invitar a la familia o a la persona que nos atendió a bendecir ella misma su hogar. Para hacerlo, le entregaremos la botellita de agua bendita, rezaremos una oración para pedir que descienda la bendición sobre el hogar y luego le pediremos a la persona que, poniendo sus dedos sobre la boca de la botella, de forma que salgan apenas unas gotitas, rocíe los diferentes ambientes o imágenes de su casa que desea bendecir, haciendo la señal de la Cruz.
`No debemos preocuparnos si durante la oración hubiera distracciones o interrupciones imprevistas. Debemos recibirlo todo con calma e incorporarlo a la oración´.
Toda etapa de la celebración que pueda ser hecha por las personas mismas debemos alentarlos a que la hagan. Nuestro objetivo allí es enseñarles cómo y animarlos a que lo hagan con frecuencia, hasta que podamos volver y hacerlo otra vez con ellos.
5. Finalización
Para cerrar el encuentro puede ser bueno hacer entrega de algún rosario, estampita o souvenir para la familia, explicándoles para qué sirve y cómo se usa.
También no debemos olvidar preguntarles si tienen alguna intención en especial por la que les gustaría que rezáramos en la misa. Las anotamos, siguiendo este orden de prioridades: Salud, Intenciones generales, Acción de gracias, Difuntos.
Si hubiera algún enfermo en la casa, es bueno invitarlo a que vaya a misa, donde se le podrá administrar el sacramento de la unción de los enfermos. Y, si no se pudiera desplazar, animarlo al menos a recibirlo junto con la comunión en su misma casa. Además, es sano invitar a todos a aprovechar la presencia del sacerdote en la misión, si la hubiera, para poder confesarse o pasar a charlar con él para recibir un consejo espiritual.
Por último, es muy positivo invitar a la familia a bautizar durante los días de misión a aquellos miembros que aún no hubieran recibido ese sacramento. Llegado el momento de despedirnos, debemos hacer un recordatorio de las actividades que estaremos realizando (si lo hemos hecho ya al comienzo, al contarles la razón de nuestra visita), invitándolos a acercarse para compartirlas con nosotros.
Al salir de la casa, luego de hacer unos metros, podemos anotar los datos de interés (ej: si hay chicos para bautizar, algún enfermo para llevarle la unción, alguna preocupación en especial, etc.) para no olvidarnos nada que sea importante recordar.
ReL
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