Los pecados de omisión son poco confesados en el sacramento de la penitencia y, sin embargo, son más comunes de lo que pensamos, por eso, estemos alertas
Cuando rezamos el acto de contrición decimos: «Yo confieso ante Dios todopoderoso, y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión…»
Sin embargo, quizá no nos hemos puesto a reflexionar sobre este serio asunto. ¿Qué significa omitir? y sobre todo, ¿Cuáles son los pecados de omisión?
Pecar con los sentidos
Sabemos, por lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica, que el pecado es una ofensa a Dios (CIC 1850), y se define así:
El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana ( CIC 1849).
También sabemos que hay pecados veniales y pecados graves o mortales que van acabando con la gracia santificante de nuestra alma. Y entendemos que podemos pecar con nuestros sentidos y con nuestra mente. Sin embargo, también podemos pecar con lo que dejamos de hacer.
¿Qué podemos omitir?
El diccionario nos define la palabra omitir como «Abstenerse de hacer algo». Entonces, ¿Cómo puede ser pecado abstenerse? Pues si nos abstenemos de hacer el mal, también podemos abstenernos de hacer el bien. Por ejemplo:
- Ignorar la necesidad del pobre, omitiendo brindarle ayuda.
- Dejar de aconsejar bien al que nos busca, sabiendo que podíamos hacerlo.
- No escuchar al que requiere desahogo, alegando no tener tiempo.
- Evitar que alguien cometa un pecado porque no queremos problemas
Omisión para hacer el bien
Es importante que entendamos que los cristianos no solo no debemos cometer acciones malas, como lo marcan los diez mandamientos de la ley de Dios o los mandamientos de la Santa Madre Iglesia. Cumplir con los mandamientos está muy bien, pero no es todo.
Es aquí donde nos encontramos con el siguiente paso hacia la santidad: hacer el bien, ejercer la caridad, tratar a los demás como queremos que nos traten a nosotros, y todo lo que nuestro Señor Jesucristo vino a enseñar de palabra y ejemplo.
Las obras de misericordia
Hacernos uno con los que sufren en su cuerpo, mente y espíritu, desprendiéndonos de nuestro egoísmo y comodidad, es lo que el Señor espera de sus verdaderos seguidores: sacudirnos la pereza y la indiferencia y compadecernos de los que sufren, resolviendo junto con ellos sus necesidades.
Jesús, el Señor, fue muy claro: «Cuando lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25, 40).
Es momento de que hagamos un buen examen de conciencia y la próxima vez que nos confesemos, digamos cuantos y cuáles han sido nuestros pecados de omisión, porque tal vez no sabíamos que esos también nos pueden hacer perder el Cielo.
Mónica Muñoz, Aleteia
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