Monseñor José Ignacio Munilla, obispo de Orihuela-Alicante, no es un obispo que se esconda o que no afronte los peligros en los que se encuentra tanto la sociedad como la propia Iglesia. Así lo ha hecho durante toda su vida como sacerdote y ahora también como obispo, como cuando ha tenido que denunciar la situación de la Iglesia en Alemania o la confusión generada por la publicación de Fiducia Supplicans.
Y así lo ha puesto de manifiesto en una entrevista en profundidad con Javier Lozano en la Revista Misión, publicación de suscripción gratuita y la más leída por las familias católicas en España. En ella habla sin tapujos de los problemas internos que hay en la Iglesia y también de la valentía con la que afrontarlos, pero también habla de su infancia, de sus padres, de los duros años de ETA o de cómo vivió su complicado nombramiento como obispo de San Sebastián.
En todo momento, Monseñor Munilla ha vivido contracorriente y no se ha ahogado en el intento. “A nadie nos gusta ser criticado o difamado, pero estamos bajo el chantaje de la dictadura del relativismo: ‘Si no quieres problemas, no hables y pasa desapercibido’. Pero eso sería a costa de renunciar al mandato de Jesucristo de evangelizar. Yo me quedo con la cita de san Pablo: ‘Ay de mí si no evangelizara’”, cuenta a Misión.
Pero incluso considera “obvio” que esta mentalidad relativista se ha introducido en la Iglesia. Así, el prelado vasco afirma: “impresiona escuchar a cardenales de la Iglesia afirmar que nuestro objetivo no es invitar al mundo a convertirse a Jesucristo, sino generar espacios de encuentros interculturales”.
La secularización interna
En su opinión, Fiducia Supplicans es un ejemplo de la situación comprometida en la que se encuentra la Iglesia. De este modo, considera que esta declaración vaticana “ha generado una herida considerable en la comunión de la Iglesia”.
En su opinión, “no habíamos visto una convulsión tan grande en la historia reciente de la Iglesia”, por lo que Munilla exhorta a “orar intensamente por la unidad, ya que no estamos ante una cuestión puntual, sino que el problema es nuestra secularización interna”.
El obispo de Orihuela-Alicante plantea en su entrevista con Misión un dilema a dilucidar: “O cristianizar el mundo o mundanizar el cristianismo. Hoy vemos con claridad que, por desgracia, la crisis no se circunscribe al sínodo de la Iglesia alemana”.
El influjo de la mundanidad
Y para resolver este problema hace falta hacer una apuesta decidida por la verdad. Recuerda Munilla que “la verdad nos hace libres, pero al mismo tiempo es exigente”. “El gran engaño, la gran impostura, es pretender sustituir la verdad por el practicismo. Pero no nos engañemos: es un atajo que, pretendiendo liberarse de la cruz, no conduce a la meta que nos propone el Evangelio”, agrega.
Por otro lado, este obispo avisa a los católicos de los riesgos que les acechan en la sociedad de hoy. “El peligro principal -asegura- es el de ser fagocitados por el pensamiento único dominante. El influjo de la mundanidad es muy grande, como el propio Evangelio nos advierte: ‘No podéis servir a dos señores’. O somos resistentes, o somos claudicantes”.
Por eso mismo, anima a los fieles a formarse bien y buscando fuentes realmente fiables, y pone como ejemplo el Catecismo de la Iglesia Católica, el que lleva años enseñando a través de Radio María. Munilla señala que “un laicado maduro es el que sabe alimentarse de las fuentes de la Revelación, por encima de las crisis de fe que puedan tener los sacerdotes o catequistas que le hayan tocado en suerte”.
Su valentía y claridad le han granjeado numerosos ataques y calumnias, los que acepta por amor a Jesucristo. “Por la gracia de Dios, no me cuesta perdonar las injurias. Siempre me ha ayudado a ello tener conciencia de que nuestra lucha es contra el demonio y contra nadie más. ¡Es importante no equivocarse de enemigo!”, recuerda.
Y aquí aparece la difícil situación que experimentó cuando fue nombrado por el Papa como obispo de San Sebastián, donde una buena parte del clero se manifestó contra su llegada. Sobre aquel momento recuerda que “Dios me dio la gracia de vivirlo sin perder la paz. La Iglesia sabía que la decisión de mi nombramiento no era sencilla. Si la Santa Sede asumía el reto, pues yo también. Después de los chaparrones viene la vida real. Y lo cierto es que he sido testigo de cómo se puede trabajar codo a codo con quienes aman al Señor y están dispuestos a servir a la Iglesia, por encima de las ideologías”.
Pero a su vez Munilla destaca el gran apoyo que recibe de tantos y tantos fieles: “No hay proporción alguna entre lo que la providencia me ha encomendado y mi fragilidad. Esto sólo se explica por la cantidad de personas que rezan por los pastores. Soy un privilegiado de esa oración y testigo de que Dios la escucha”.
“Esta gran empresa en la que estamos embarcados no es nuestra, es de Jesús. No debemos abordar la realidad con la angustia propia de quien piensa que todo depende de él. A mí me gusta repetir aquello de “Dios existe y no eres tú, ¡relájate!”. Es decir, confía en el Corazón de Cristo”, añade.
ReL
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