Estos días el cocinero asturiano José Andrés vuelve a estar de actualidad por su presencia en México, concretamente en Acapulco, para ayudar a las familias afectadas por el huracán Otis.
A propósito de sus andanzas humanitarias y de su ONG, World Central Kitchen, recomendamos ver en Disney Plus (y bajo el patrocinio de National Geographic) el documental Alimentando al mundo, título español del original We Feed People.
A menudo las películas y los documentales hacen más por la actualidad que las noticias de los telediarios o los reportajes de un periódico. En los 90 minutos de duración de We Feed People, que engloban una narrativa casi propia del biopic, sabemos todo lo necesario en torno a los inicios del cocinero -quien se trasladó a Estados Unidos con apenas 20 años y con el tiempo hizo famosas las tapas españolas-, y conocemos su sistema organizativo para ayudar en zonas azotadas por desastres naturales (terremotos, erupciones volcánicas, incendios, tsunamis, inundaciones): la ONG, sin ánimo de lucro, que fundó en 2010 y mediante la cual cocina alimentos y los distribuye para que las víctimas no se mueran de hambre mientras sobreviven en esos lugares catastróficos.
Auxilio a los necesitados
«La comida debe ser considerada un problema de seguridad nacional», le dijo Andrés a Joe Biden antes de alcanzar éste la presidencia. Utilizando distintos recursos audiovisuales (material de archivo, entrevistas con familiares y colaboradores, videos de las redes sociales grabados por el propio chef, filmaciones de cámaras que le siguen allá donde va, etcétera), el documental nos introduce en seguida en el ritmo agotador del auxilio a los necesitados, en el que un hombre y su equipo a veces llegan a la desesperación en mitad del caos.
Hay algunos momentos maravillosos cuando los voluntarios cuentan cómo ayudan, cómo se involucran, cómo arriman el hombro. Haití, Puerto Rico, Arizona o Nueva York en plena pandemia de coronavirus son algunas de las zonas que nos muestran.
Uno de los aspectos más interesantes del documental y del propio José Andrés es su entusiasmo: su entusiasmo mientras cocina, mientras busca y prepara alimentos y organiza a sus colaboradores como si fuera el general de un ejército; su entusiasmo cuando habla del fuego de la cocina o cuando hace feliz a la gente (pues un estómago lleno, en tiempos de hambre, es la mejor felicidad posible para un ser humano). Un entusiasmo contagioso que le lleva a hablar en un tono alto, a expresarse como si estuviera en una obra de teatro de Shakespeare, a mostrarse enfurecido cuando las cosas no salen bien.
El retrato no se queda solo en lo que él comenta o muestra a la cámara: también obtenemos las declaraciones de su mujer y de sus hijas, que nos ayudan a comprender aún mejor su faceta humana, filantrópica.
A grandes problemas, soluciones simples
Un detalle primordial de la labor de la ONG es que, al principio, cuando servían las comidas en las zonas de desastre, algunos comensales se quejaban porque, aunque agradecían el modo en que José Andrés y su equipo preparaban las alubias, no era el modo en que ellos las comían, no estaban acostumbrados a esa receta. Esto cambió su mentalidad, le abrió los ojos: a partir de entonces prepararía los platos tal y como, en cada territorio, la gente estaba acostumbrada a comerlos:
«Hasta el día de hoy, cuando vamos a lugares lejanos, nos aseguramos de darles a los lugareños la comida que aman».
Detrás de las cámaras está la solvencia del director Ron Howard, quien ya sabemos que es capaz de lo mejor (Willow, Cinderella Man…) y de lo peor (El código Da Vinci y secuelas…), y que aquí dispone los materiales antes mencionados al servicio de una narrativa eficaz; además de instruirnos, nos entretiene y nos hace conscientes de lo que apuntaba el chef: la alimentación debería tratarse como una prioridad nacional.
Uno de los valores humanos más necesarios es el de la ayuda al prójimo, sobre todo si empiezas saciando su sed y su hambre, las piezas clave de la subsistencia. La solidaridad y el trabajo en equipo demuestran, una vez más, que suelen ser superiores a cualquier maniobra política de rescate.
José Ángel Barrueco, Aleteia
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