viernes, 27 de octubre de 2023

La receta para ganar la batalla a los enfados sin importancia

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Es necesario tener la cabeza un poco fría, y objetividad en nuestras relaciones personales, para no dar categoría de problema a las cosas que no lo merecen

Cuántas veces hemos perdido un viernes por la tarde o un día de un viaje soñado por un mísero malentendido. Son momentos que no volverán, perdidos por enfados que, con el paso del tiempo, ni siquiera será posible recordar por qué ocurrieron, pero que en realidad, convierten días que deberían ser inolvidables en días dignos de olvidar.

Es necesario tener la cabeza un poco fría, y objetividad en nuestras relaciones personales, para no dar categoría de problema a las cosas que no lo merecen. Aquí dos aspectos básicos para no dejar que las cosas escalen:

1
EXPLICAR POR QUÉ NOS IRRITAN CIERTOS GESTOS

Como primera premisa, debemos diferenciar circunstancias y gestos que nos irritan, pero que no son -categóricamente- malos en sí mismos, como pueden ser cosas tan sencillas como del acomodo de los cojines del sofá:

A ti te gustan de una determinada manera y la otra persona no le da la misma importancia que tú a esta cuestión; esto no debería ser capaz de arruinar un buen ambiente familiar. Con paciencia y tiempo, tu compañero de sofá puede entender tu punto de vista, y para lograrlo, solo tienes que explicarle por qué ese acomodo de los cojines es importante para ti; así, le darás la oportunidad de comprender la situación y valorar lo que significa para ti.

2
LA INTENCIÓN POR ENCIMA DEL RESULTADO

Con cabeza fría, debemos valorar las intenciones y no solo los resultados de las acciones de los miembros de nuestra familia. Está comprobado que, con solo ese gesto, reduciríamos un 60% los momentos de tensión y enfados familiares; de ahí la importancia de valorar la intención por encima de los resultados.

Un claro ejemplo de esto es la irritación o el enfado al ver la cocina hecha un desastre cuando alguien de tu casa quería darte una sorpresa y preparar tortitas para desayunar. En ese momento, necesitamos calma y la capacidad de ver más allá, valorando el cariño y las ganas de sorprender que han tenido, sabiendo que la suciedad se puede limpiar fácilmente, pero que la decepción de haber disgustado a quien querías alegrar no es tan sencilla de reparar.

Recuerda que no hay hombres perfectos, pero sí intenciones perfectas; y cuando el enfado ha ganado o los errores se han cometido, tampoco tienen que ser perfectas las formas de pedir perdón. Estas suelen variar en cada casa, para algunos serán rosas; para otros, disculpas sinceras; para alguien más, un mensaje de whatsapp; y para muchos, simplemente recoger ese plato que nunca recogen. En ese momento, cuando ya reconoces su lenguaje particular de pedir perdón, disculpas aceptadas: que no sea necesario arrodillarse o hacer un espectáculo.

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Amar no significa no cometer errores

La vida puede ser mucho más sencilla. Hoy metes la pata tú y mañana será tu pareja. La experiencia de los esposos no puede estar más en desacuerdo con la mítica frase de Love Story: «Amar es no tener que decir nunca lo siento». Amar no es incompatible con cometer errores o valorar algo de forma diferente, pero sí significa que es imposible no perdonar y que debemos disculpar y abrazar sin necesidad de un gran protocolo a quienes, sin querer, nos han herido.

Ya lo decía San Josemaría: «No he necesitado aprender a perdonar, porque el Señor me ha enseñado a querer».


Mar Dorrio, Aleteia 

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