Indudablemente, el sentido de esta oración y su poder en la vida de quienes la rezan,
emana de la Providencia divina
La respuesta a esta pregunta se pierde en la historia. Para ver el sentido de esto, acudimos al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, y consultamos el término «misterio». Uno de los posibles significados que encontramos es el siguiente: Cada uno de los pasos de la vida, pasión y muerte de Jesucristo, cuando se consideran por separado. ¿Cómo se relaciona eso con el rosario?
En realidad, el misterio –misterio de fe- es Jesucristo mismo, pues la mente humana no puede comprender cómo es Dios y hombre a la vez.
Este término pasó a designar las imágenes de Jesucristo, y, cuando la imaginería mostraba una serie de cuadros con las diversas etapas de su vida, se designó «misterio» a cada una. De ahí pasó al rosario.
Los misterios del Rosario son 20, ya que san Juan Pablo II, devotísimo del Rosario, añadió los Misterios Luminosos.
Son los misterios de Gozo (narran desde la Anunciación del Arcángel Gabriel a la Virgen y recorren la infancia de Jesús), los misterios de Dolor (narran la Pasión y muerte de Jesús en la Cruz), los misterios de Gloria (narran desde la Resurrección y Ascensión de Jesús, la venida del Espíritu Santo y la Asunción de la Virgen y su Coronación en los cielos) y los misterios de la Luz, que completan el camino de la Redención (contemplan el bautismo de Jesús, las Bodas de Caná [la familia], la Transfiguración y finalmente el gran misterio de la Institución de la Eucaristía).
Guía para rezar el rosario
Tras una oración introductoria, se enuncia el «misterio» que toca; por ejemplo: «La Encarnación del Hijo de Dios».
Después de una breve pausa de reflexión o de un ofrecimiento personal, se rezan: un Padre nuestro, diez Avemarías y un Gloria.
Padre Nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre. Venga a nosotros tu Reino. Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia. El Señor está contigo. Bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Después del Gloria, se puede añadir una invocación, como esta: María, Madre de gracia, Madre de piedad y misericordia, defiéndenos del enemigo ahora y en la hora de nuestra muerte. Al final del Rosario se recita la Letanía Lauretana, sola o acompañada de otras oraciones marianas, como la Salve.
Redacción Aleteia - Julio de la Vega-Hazas
Vea también El Poder del Rosario: Una oración "fuertemente contemplativa" y poderosa
No hay comentarios:
Publicar un comentario