Cuando su madre estaba en la mesa de operaciones para hacerse la ligadura de trompas vio que no era la voluntad de Dios, salió disparada y cuatro meses después quedaba embarazada de ellos (en la foto: Martín, a la izquierda, y Phillip, a la derecha).
Martín tiene 63 años, es de origen peruano y es el hijo número siete de la familia Scott, aunque, es cierto, comparte ese puesto con su hermano Felipe, sacerdote como él y, curiosamente, fundador también de una orden religiosa.
"Nuestro nacimiento fue un milagro de Dios, mi madre casi se muere dos veces dando a luz y, después de aquello, su ginecólogo le aconsejó que se hiciera la ligadura de trompas. Ella, 'muy obediente', aceptó", comienza diciendo el sacerdote, en una reciente entrevista en el canal Mater Mundi.
El milagro de su nacimiento
Pero, cuando su madre estaba en la mesa de operaciones, algo pasó. "El Señor le habló a su corazón y le dijo que no se operara. Ella se quitó la mascarilla y le dijo al doctor que no le hiciera la ligadura, porque 'estoy segura de que esa no es la voluntad de Dios'. A los cuatro meses se quedó embaraza de gemelos", comenta Martín Scott emocionado.
"Era como si Dios le dijera que confiase en Él, que le iba a cuidar, que no temiera", relata. Los hermanos nacieron bien, aunque llegaron a estar dos meses en cuidados intensivos. Fueron los primeros "seismesinos" en sobrevivir en el Perú. Martín pesó 1050 gramos y su hermano 1100 gramos.
"Mi madre siempre contaba que fue el parto más fácil de su vida, fue una bendición. Los esposos tienen que darse cuenta de que Dios tiene un plan especial para cada hijo que viene. De que todos somos únicos. Intentar evitar los embarazos que vienen es intentar detener la mano de Dios", afirma el sacerdote peruano.
Pero, si hubo una figura clave en la fe de Martín esa fue su abuela. "Mi abuela siempre que le venía una cruz decía que se hiciese la voluntad de Dios. Era una santita, ella me enseñó a rezar, nos bañaba mientras rezábamos. La mano de Dios siempre nos condujo en la vida, siempre nos protegía de pecados mayores", relata.
"Teníamos una tía que decía que, como habíamos nacido tan pequeños, igual Dios tenía un plan especial para nosotros", comenta. Y, así fue. Primero fue su hermano Felipe, que estudió Publicidad, el que entró de sacerdote, no sin antes sufrir la oposición de sus padres, que preferían que se casara con su novia colombiana. Y, después, le llegó la llamada a Martín, que hizo Administración de Empresas.
Martín Scott es el fundador de los Siervos de la Divina Misericordia.
"Cuando sentí la llamada no estaba loco de alegría. Yo quería casarme y pensé, ingenuamente, que si volvía al Perú (la familia vivía por aquel entonces en Estados Unidos) Dios desistiría de llamarme al sacerdocio. Sin embargo, aquello no ocurrió. Es más, un día, cuando hacía una entrevista para entrar en la banca, la entrevistadora, de buenas a primeras, me dijo que si no había pensado en ser cura", recuerda Martín.
Pero, fue en otra entrevista de trabajo cuando Martín escuchó lo que Dios le quería decir. "Iban a entrevistarme para un banco muy importante y me llamó una persona diciéndome que el directivo que tenía que hacerlo había viajado y que no podía recibirme. En ese momento vi en mi interior cómo se cerraban unas puertas y le dije a Dios que aceptaba ese llamado", afirma Scott.
"Lo único que te pido, Señor, es ser un sacerdote fiel a ti. A la semana siguiente viajé a Washington y hablé con el encargado vocacional de la diócesis. Allí estuve 15 años de sacerdote, aunque siempre deseaba formar parte de una comunidad religiosa. Lo que nunca pensé es que Dios me pediría ser fundador", comenta Martín.
Sin embargo, la vocación le llegó en mitad de algunos problemas afectivos. Como gemelo que era, tenía mucha dependencia de su hermano (según los científicos, esto puede ocurrir cuando se comparte carga genética) y tuvo que ir a un psicólogo. Además, sentía que su madre prefería más a su hermano. Algo que con el tiempo se curó y ella se volvió "esa madre que siempre anheló". "Dios todo lo hace perfecto y cumple su voluntad", reconoce.
Pasó el tiempo, y la dependencia afectiva hacia su hermano se iba a calmar. "Dejé de ser dependiente de mi hermano y me convertí en dependiente de la voluntad de Dios. Estaba en paz, y ya no me chocaba no formar parte de la comunidad de mi hermano", reconoce.
Un día, cuando iba a cumplir diez años de cura, Scott le dijo a Dios que no se le iba la idea de ser religioso. "Sentí una gran efusión del Espíritu Santo delante del Santísimo y Él me dijo que volviera al Perú y fundara una nueva familia religiosa llamada Siervos de la Divina Misericordia", comenta el sacerdote. En el año 2003 le dieron el permiso para fundar.
"Nuestra espiritualidad es la misericordia de Dios, la fidelidad absoluta al verdadero Santo, al Magisterio de la Iglesia, al amor a la Eucaristía y al amor a María. Ahora somos once religiosos, ocho de ellos sacerdotes, y tres hermanas. Dios es el que nos abre las puertas, durante la pandemia nos llenó las alforjas con donaciones", asegura.
Puedes ver aquí el testimonio completo de Martín Scott.
En estos años, Martín ha aprendido algo muy importante. "Cuando uno va por el camino de la voluntad de Dios, la providencia es fiel. Parte de nuestra vida es apoyar a los pobres. Ayudamos, por ejemplo, a una familia de ciegos, a los que les pagamos la vivienda y les damos dinero para comprar comida", explica.
Hermanos... y almas gemelas
Philip (Felipe) Scott es el hermano gemelo de Martín, es sacerdote y fundador de la comunidad Familia de Jesús Sanador, cuyo carisma está puesto al servicio de las personas que tienen profundas heridas espirituales y físicas. Una orden que nació en Florida, entre bandas callejeras y prostitutas, y que tiene ahora su misión en el Amazonas.
El religioso pensó que para ayudar a curar las almas heridas, antes tenía que ser curado él mismo. Phillip no tuvo una infancia fácil y su juventud estuvo marcada por la promiscuidad, la pornografía y las fiestas. Tras la fundación de su comunidad llegó a ser secuestrado y estuvo a punto de morir.
En una entrevista del año 2018, el padre Scott hizo un recorrido por su vida mostrando la obra de Dios. "Mi padre era alcohólico y mi madre era una mujer muy fría. Cuando mi padre se enfadaba era muy violento e incluso sufrimos abusos físicos", relató. "En aquel momento me sentía emocionalmente huérfano", reconoció.
En 1965 los Scott se trasladaron a vivir a Nueva York. "Padecía una herida paterna en mi corazón. Desde los 14 años me rebelé contra mis padres", explicaba. Chicas, fiestas y pornografía eran parte de su vida cotidiana. Pero a los 20 años tuvo un encuentro con Cristo totalmente radical que le hizo cambiar al instante.
"Era el verano de 1980 y una noche sentí que ya estaba harto de saborear el pecado y allí en ese instante Dios empezó literalmente a remecer mi conciencia. Entonces, me arrodillé y le dije al Señor: 'no sé quién eres, pero te entrego mi vida'", comentó.
Ahí quedó la cosa. A la noche siguiente encontró la lista de películas pornográficas y estaba eligiendo una para ver cuando de repente, explica, "escuché la voz de Jesús, que me dijo que 'si de verdad quieres seguirme no puedes seguir con esto'". Temblando, dejó aquel folleto y no vio la película. Dios había escuchado la oración de la noche anterior.
Durante las cuatro noches siguientes se despertó a la misma hora de madrugada. "Me despertaba y la presencia del Señor llenaba mi cuarto de una manera tal que, honestamente, sabía que era Jesús y yo maravillado sentía su presencia, la fuerza del amor de Dios", agregaba.
Ahí quedó la cosa. A la noche siguiente encontró la lista de películas pornográficas y estaba eligiendo una para ver cuando de repente, explica, "escuché la voz de Jesús, que me dijo que 'si de verdad quieres seguirme no puedes seguir con esto'". Temblando, dejó aquel folleto y no vio la película. Dios había escuchado la oración de la noche anterior.
Durante las cuatro noches siguientes se despertó a la misma hora de madrugada. "Me despertaba y la presencia del Señor llenaba mi cuarto de una manera tal que, honestamente, sabía que era Jesús y yo maravillado sentía su presencia, la fuerza del amor de Dios", agregaba.
Philip Scott es sacerdote y fundador de la comunidad Familia de Jesús Sanador.
El padre Scott confesó que en aquel momento "me sentí amado por primera vez". Al acabar la semana pidió a su madre una Biblia y la devoró. "Cambiaron muchas cosas en mi vida. Perdí amigos, fue un cambio radical y muy rápido", expresaba.
Al principio, su familia pensó que se había vuelto loco, incluso su hermano gemelo, Martín, llegó a decir que había perdido a un hermano. Pero Philip ya no era el mismo, esa experiencia del amor de Dios le había cambiado por completo.
De repente sintió la necesidad de ir pidiendo perdón a las personas a las que en el pasado había hecho daño. "Si me encontraba una chica con la que había pecado, dejaba los libros y la pedía perdón", asegura. Lo mismo si era un chico con el que se hubiese peleado.
Durante el tiempo de su conversión Phillip pensaba casarse, estaba ya con los preparativos de la boda. Incluso llegó a pedirle la mano a su novia. Actualmente, Scott cree que era necesario experimentar en su corazón el haber vivido un noviazgo en castidad.
Y, entonces, Dios le llamó al sacerdocio. "Escuché su voz para que lo dejara todo. Fue un shock para mí. Fue muy dolorosa la decisión. Gritaba ¡¿por qué?!, y llorando se lo dije a ella, y nos abrazamos…", comentaba.
Ya en el seminario sintió la llamada para ir a Lourdes y el rector se lo permitió. Delante de la Virgen fue "donde recibí la llamada para el ministerio de sanación y después para fundar la comunidad, ¡y yo era un seminarista!".
Encontró a un obispo en Florida que aceptó ordenarle y que, posteriormente, pudiera crear la comunidad. Aunque no fue hasta años después de ser sacerdote cuando fundó, Phillip estaba solo en una zona muy pobre, y llena de pandillas y prostitutas, de Tampa (Florida).
En la calle fue entablando amistad con mucha gente y más tarde, gracias a la televisión católica EWTN, su carisma se hizo conocido. Empezaron a llegar hombres y mujeres para hacer experiencias en su comunidad. Pronto surgieron algunas vocaciones al sacerdocio y la comunidad se instaló en el Perú.
Puedes escuchar aquí el testimonio del padre Phillip Scott.
En Perú, Phillip fue atracado dos veces, secuestrado y estuvo a punto de ser fusilado. "Fue un trauma, porque nada puede prepararte para un secuestro. Es tan fuerte inicialmente que estás en un estado de pánico. Al principio luchaba, y le decía al Señor que me había preparado para este momento. Grité fiat y entonces sentí paz", recordaba.
"Cuando decimos fiat, Dios suelta su gracia. Me había preparado para morir, pero tuve una experiencia mística y pude experimentar el olfato del cielo", reconoció Phillip.
J.Cadarso, ReL
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