martes, 13 de junio de 2023

¿Si hago lo que Dios quiere dejo de ser libre?


Una propuesta de la comunicadora Luisa Restrepo: darle una vuelta a la palabra sumisión para comprenderla desde una relación de amor

Hablamos frecuentemente de la necesidad de ser dóciles a la voluntad de Dios, de dejarnos guiar por el Espíritu Santo,… Pero podríamos objetar que al hacer esto, el hombre ya no es más que una marioneta en las manos de Dios. ¿Dónde queda nuestra responsabilidad y nuestra libertad?

Cuando decidimos seguir a Dios, hacemos un acto libre de aceptación de su amor. Este amor nos lleva a comprender que Él nos conoce y quiere nuestra felicidad.

Entonces conocer su voluntad para nuestra vida y entender qué significa cumplirla nos hace valorar más lo que significa la palabra someter.

1LA DOCILIDAD A DIOS NO HACE UNA MARIONETA DEL HOMBRE


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Dejarse guiar por Dios y por las inspiraciones del Espíritu no significa navegar con «piloto automático» sin tener nada que hacer.

Este esfuerzo da paso a todo un ejercicio de mi libertad, de responsabilidad, de espíritu de iniciativa.

Pero en lugar de que ese juego de mi libertad sea caótico o esté gobernado por mis deseos superficiales, está orientado por Dios en el sentido de lo que es mejor para mí.

Se convierte en una cooperación con la graciacooperación que no suprime, sino emplea todas mis facultades humanas de voluntad, de inteligencia, de raciocinio, etc.


Depender de un ser humano puede ser una limitación, si dependemos de Dios no nos veremos limitados: en Él no hay límites, Él es infinito.

La única cosa que Dios nos «prohíbe» es lo que nos impide ser libres, lo que obstaculiza nuestra realización como personas capaces de amar, de ser amadas libremente, y de encontrar nuestra felicidad en el amor.

Indudablemente, si me someto a la voluntad de Dios, una parte de mí se va a oponer.

Esa es, precisamente, la parte negativa que me condiciona y me limita y de la que me puedo liberar progresivamente con la ayuda de la gracia de Dios.

Esto está confirmado por la experiencia: el que camina con el Señor y se deja conducir por Él,
experimenta un sentimiento de libertad; su corazón no se reduce, no se ahoga, sino, al contrario, se dilata y «respira» más.

Dios es el amor infinito, y en Él no hay nada estrecho ni reducido, sino que todo es ancho y amplio.

LA VERDADERA SOLUCIÓN DEL PROBLEMA NO ES FILOSÓFICA, SINO EXISTENCIAL


En el plano filosófico, siempre habrá una contradicción entre nuestra libertad y el querer divino. A fin de cuentas, todo depende de cómo nos situemos ante Dios.

La oposición entre nuestra voluntad y la voluntad de Dios se resuelve si nuestra relación con Él es una relación de amor.

Si queremos que se solucionen las contradicciones entre el querer divino y nuestra libertad, debemos pedir al Espíritu Santo la gracia de amar más a Dios, y el problema se resolverá por sí solo.

Si nos apartamos de esta perspectiva de amor, si nuestra relación con Dios es
solamente una relación de creador a criatura, de amo a servidor; entonces estas dos realidades, la de la voluntad de Dios y mi libertad estarán en siempre en contradicción.

Solo el amor puede reducir la contradicción que existe entre dos libertades; solamente el amor permite que dos libertades se unan libremente.

Nos dicMartín Descalzo:Solo se es libre para amar más o para hacer más humano nuestro mundo. Solo es libre quien tiene el alma tensa y dirigida hacia algo que es más grande que él. Un hombre verdaderamente libre en su interior convierte en liberador todo lo que hace. Porque esta es la más hermosa de las verdades: que se pueden aplastar las libertades exteriores pero nadie es capaz de encadenar un alma decidida a ser libre. Te pueden quitar el pan, no los sueños, el dinero, no la esperanza ni el coraje.



Un test para ver si estás siguiendo la voluntad de Dios

Un sacerdote misionero que sobrevivió a los gulag rusos ofrece un claro método de discernimiento

El siervo de Dios Walter Ciszek es un verdadero héroe. Este sacerdote jesuita polaco-estadounidense llevó a cabo un trabajo misionero clandestino en la Unión Soviética entre el 1939 y el 1963 que lo llevó a cumplir 15 años de confinamiento y duro trabajo en los gulag, más otros 5 en la tristemente famosa prisión de Lubianka, en Moscú.

En los muchos años de sufrimiento permaneció fiel a Dios, y continuó rezando y ofreciendo los sacramentos a la mayor cantidad de personas que podía.

Tras su liberación y vuelta a Estados Unidos en 1963, escribió dos libros sobre sus años en Rusia: With God in Russia y He Leadeth Me. 

En el segundo capítulo de este último, describe el difícil proceso de discernimiento en el momento de decidir si debía o no emprender la peligrosa misión de entrar en Rusia y servir en secreto a los cristianos.

Lo que dice el padre Ciszek sobre el discernimiento de la voluntad de Dios tiene una notable importancia para quien busca tomar una decisión difícil o busca la confirmación de que su vida esté alineada con los deseos de Dios.

Al principio, la dificultad de la decisión lo sorprendió:

«No dudé nunca de que la voluntad de Dios era que fuera a Rusia. Desde el día en que sentí por primera vez la llamada, esa convicción había representado el núcleo de mi vida«.

Frente a una elección inminente, sin embargo, el padre Ciszek dudó. Pensó que su primer deber era permanecer en la parroquia que le había sido asignada en Polonia, y se preocupaba por el hecho de fuera equivocado abandonar a sus fieles.

Empezó a devorarlo la indecisión: «Me torturaban esas preguntas y argumentos«, escribió. Ni siquiera la oración, que en el pasado le había revelado la voz de Dios, era para él una fuente de consuelo.

Incluso puso en discusión la autenticidad de esa llamada:

«¿No será que estaba siguiendo simplemente mis deseos, y los consideraba la voluntad de Dios para mí? ¿Estaba tan seguro de la voluntad de Dios?«.

Apenas tomó esa decisión, se sintió «desconsolado».

«No encontraba paz, no tenía alegría, no tenía el corazón tranquilo por el hecho de haber finalmente resuelto mi problema«.

Sentía que había dado más importancia a la voz de la razón que a la de Dios.

Es importante que el sacerdote describa haber sentido «una pérdida de ese profundo sentido interior de paz, de esa sensación de alegría y entusiasmo, el fuerte espíritu de confianza de la intervención de Dios en mi vida«.

Esa pérdida de paz es una manera clara de saber que algo no es la voluntad de Dios.

«Experimenté eso que había oído decir a los directores espirituales o que había leído en los libros espirituales sin haberlo jamás entendido plenamente: que la voluntad de Dios se puede discernir por los frutos del espíritu que lleva, que la paz del alma y la alegría del corazón son dos de estos signos, porque derivan del compromiso total y la apertura solo a Dios, sin basarlos en los propios deseos. Que la validez de una llamada puede ponerse a prueba -sea que se trate de la llamada a una vocación o a algún cambio dentro de esa misma vocación- por los movimientos del alma que la acompañan«.

Obviamente cambió su decisión y se fue a Rusia. Aunque se disponía a emprender un camino ignoto y peligroso, sentía una profunda paz y le dio confianza y le hizo comprender que había tomado la decisión correcta.

El hecho de que el padre Ciszek se diera cuenta de que la sensación de paz podía indicarle la voluntad de Dios es aplicable a muchos ámbitos de la vida.

Si estás luchando para tomar una decisión o discernir la voluntad de Dios para ti, haz esta prueba: ¿qué decisión te ofrece profunda paz interior y alegría?

Es una verdad simple, pero es fácil olvidarla: la paz viene de Dios, mientras que la inquietud no. Sigue lo que te da una paz real y duradera, y sabrás que estás poniendo fielmente en práctica la voluntad de Dios para ti.

Theresa Civantos Barber, Aleteia 

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San Juan Pablo II
























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