Aleteia entrevista al secretario de la Comisión Pontificia para América Latina, profesor de la Pontificia Universidad Gregoriana, y uno de los más importantes expertos actuales en Doctrina social de la Iglesia
¿Puede un agnóstico convertirse al cristianismo a través de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI)? ¿Qué tiene que ver la pastoral social con el día a día de cualquier católico? ¿Tiene alguna relación con la Eucaristía? ¿Por qué los temas sociales son tan importantes para el papa Francisco? ¿Y quién hace caso al Papa, y quién se opone a él, cuando habla de doctrina Social?
Tras el congreso sobre DSI organizado por el CELAM del 21 al 23 de abril, Aleteia plantea estas cuestiones a uno de los mayores expertos de habla hispana en Doctrina Social, y asesor del papa Francisco: el mexicano Rodrigo Guerra.
Quién escucha y quién se opone al Papa
– Este mes de abril el CELAM ha organizado un Congreso Internacional sobre Doctrina Social de la Iglesia, con el lema «Fieles al magisterio social del Papa Francisco, que es gesto y texto». ¿Es escuchada fuera de la Iglesia la voz del papa Francisco cuando habla de DSI?
La palabra del papa Francisco está alcanzando ambientes y espacios jamás imaginados.
En otros tiempos, la enseñanza pontificia muchas veces quedaba recluida a ambientes eclesiales o eclesiásticos. Tardaba en llegar al pueblo en movimiento, aunque hubiera nacido desde él.
En la actualidad, encíclicas como Laudato si o Fratelli tutti han logrado taladrar ambientes indiferentes y hasta refractarios. Ambos textos se están volviendo movimiento, creatividad y riesgo.
Nada más bello que constatar la variedad de iniciativas en terrenos como el cuidado del medio ambiente, el desarrollo humano integral, o el nuevo protagonismo católico en la política.
Por supuesto, todo ello genera oposición.
– ¿También oposición intraeclesial?
La oposición intraeclesial tiene varias dimensiones.
Muchos creen que esta «oposición» viene del tradicionalismo, o de una supuesta «ortodoxia» al margen de la comunión con el Papa.
Sin embargo, conforme avanza el tiempo, queda más y más claro que la «oposición intraeclesial» proviene de quienes ven al Papa y a la Iglesia a la luz del poder o de las ideologías, es decir, de quienes miran la vida eclesial con un enfoque puramente mundano.
Para valorar el magisterio, y sobre todo, el testimonio del papa Francisco, lo que nos hace falta a todos es conversión.
Conversión a Jesucristo vivo, que nunca abandona a su Iglesia. Conversión al Espíritu Santo que sostiene el ministerio de Francisco.
Conversión del corazón para poder apreciar en la carne frágil del Papa al sucesor del apóstol Pedro, al signo sensible de unidad eclesial, como enseña el Catecismo.
«La oposición al papa Francisco proviene de quienes le ven a él y a la Iglesia a la luz del poder o de las ideologías».
– Así que los que tenemos que hacer caso al Papa somos, antes que nadie, los católicos, ¿no?
Claro. Quienes creemos saberlo todo, de inmediato nos cerramos y miramos hacia otro lado. Eso es pura soberbia, acompañada muchas veces de pedantería y autosuficiencia.
A todos nos cuesta abrir nuestro duro caparazón. Pero lo bello es que si hacemos espacio para aprender, si reconocemos nuestra ignorancia y nuestra fea miseria, el Señor nos abre una puerta, nos ingresa en un itinerario de bondad y ternura.
Sólo así, luego, es posible afirmar la solidaridad, la fraternidad y la amistad sociales como propuestas creíbles para un mundo fracturado que ante todo necesita amor. Es el amor el que transforma al mundo, no el discurso abstracto.
Es el amor el que transforma al mundo, no el discurso abstracto.
Cómo está hoy la pastoral social en América Latina
– La pastoral social en América Latina ha vivido muchos momentos duros e incluso de crisis. Por su amplia experiencia en la Comisión Pontificia para América Latina, en el CELAM e incluso en como presidente de Caritas en su diócesis, ¿cómo valora la actual pastoral social en América Latina?
La pastoral social en América Latina es una realidad viva, diversificada, muchas veces heroica y otras tantas veces, incomprendida.
De inmediato pienso en las queridas diócesis de San Cristóbal de las Casas y de la Tarahumara [zonas muy empobrecidas], en tantas obras de promoción cristiana y humana a lo largo de nuestra región, en la ardua pastoral de los derechos humanos, en la pastoral sobre el cuidado de la «casa común», en la pastoral de la movilidad humana…
Tengo la impresión de que en los últimos 20 años la pastoral social ha madurado. Sin embargo, aún hay mucho camino que recorrer.
El triple ministerio de Jesucristo (sacerdote, profeta y rey) implica que la Persona viva de Jesucristo se deforma si no se dan estas tres dimensiones de manera simultánea en la vida pastoral. En otras palabras, detrás de toda pastoral hay una cristología.
-¿Y qué pasa si no nos tomamos en serio la pastoral social?
Si la pastoral social no es pujante, si es acallada, si no eclosiona en toda su riqueza y belleza, la cristología que aparece es herética, es «docetista»: Jesucristo se afirma de manera solamente «espiritual», sin abrazar todo lo humano, disminuyendo su importancia en la transformación del mundo.
Así, la fe se convierte en una mera práctica de vida privada o en un discurso moralizante. Jesucristo se vuelve un fantasma, una abstracción, un remoto punto omega.
-¿De qué forma concreta se está desarrollando hoy la DSI en América Latina?
La DSI en América Latina tiene como distintos circuitos por donde fluye. Estos circuitos no siempre dialogan entre sí.
Te menciono, sin pretender ser exhaustivo, siete de ellos: la DSI del mundo de la «pastoral social» de base; la DSI del mundo empresarial; la DSI en los partidos políticos de inspiración cristiana; la DSI de los profesores de esta materia en los seminarios; la DSI de los institutos ad-hoc dedicados a difundir el pensamiento social cristiano; la DSI en las ONG de inspiración cristiana; y la DSI en las cátedras universitarias.
«Si la pastoral social no es pujante, la fe se vuelve herética y Jesucristo se vuelve un fantasma, una simple abstracción»
Del agnosticismo a asesorar al Papa
– Usted era agnóstico y hoy es uno de los mayores expertos en Doctrina Social de la Iglesia. Incluso ha creado dos de las iniciativas más importantes en este ámbito: el Centro de Investigación Social Avanzada y la Academia de Líderes Católicos. ¿Qué tiene que ver la DSI con la conversión de un agnóstico?
Mi conversión se dio hacia 1981, cuando tenía 15 años. Mi papá aún era agnóstico y mi mamá creyente, pero no había recibido la sólida formación que encontraría después a través de las Obras de la Cruz, fundadas por Conchita Cabrera de Armida.
En la adolescencia, a través de varios amigos, descubrí que el cristianismo no es un ideal mojigato sino una gran aventura que implica dar testimonio en la vida pública.
Recuerdo que mi papá estaba sorprendido por que de repente yo le hablara sobre cosas tan diversas como el Rosario y la Rerum novarum, que acababa de descubrir.
Al terminar la preparatoria, hice una experiencia de misión en la prelatura de Nuevo Casas Grandes.
Ahí, monseñor Hilario Chávez Joya me habló con gran entusiasmo sobre el Documento de Puebla, sus cartas pastorales sociales, y me animó a que me involucrara fuerte en los grupos juveniles de corte carismático que existían en su incipiente pastoral.
– ¿Qué otras experiencias marcaron su vida?
Vivir esa inserción en zonas pobres durante un año entero, y luego al menos un mes al año, durante mucho tiempo, me marcó para toda la vida y me permitió descubrir que la conversión no es un momento puntual sino un desafío constante.
Y la conversión no se da si yo no abrazo al hermano herido o caído, con la misma pasión con la que creo en la Eucaristía.
La comunión con Dios en el vino y el pan logran su prolongación en la comunión con todos. En especial, con quienes más vejados y humillados se encuentran.
Esto tuvo para mí una dimensión mayúscula el día en que caí en la cuenta de que los pobres, los heridos, los despreciados son verdadero sacramento de Jesucristo, como decía san Pablo VI.
Así es cómo la DSI llegó a mi vida: primero fue una experiencia, un tanto ingenua pero muy intensa. Y luego, se volvió reflexión.
La conversión no se da si no abrazo al hermano herido o caído con la misma pasión con la que creo en la Eucaristía
– ¿Cómo definiría a la DSI así descubierta?
Como mi querido profesor Rocco Buttiglione ha dicho desde hace muchos años: la DSI es la conciencia reflexiva y crítica de un movimiento práctico.
Dicho de otro modo: la fe no se descubre al final de una deducción o como fruto de un discurso moral.
– ¿Qué quiere decir con eso?
La fe es una experiencia de encuentro con Jesucristo a través de una amistad, a través de una compañía, a través de un pueblo que se mueve, a través de una carne concreta que es signo de un misterio más grande que ella.
La fe, vivida en comunidad, en movimiento, no puede olvidar su dimensión cultural e histórica.
Así es como nacen presencias cristianas en la vida social. Y de estas presencias, es decir, de la Iglesia en movimiento, surge una sabiduría práctica sobre el impacto de la fe para transformar el mundo.
Y esa sabiduría, que nace de los hombres y mujeres que viven la fe en lo privado y en lo público, luego tiene que ser discernida por el Papa y por los obispos en comunión con él.
– ¿Y cómo podemos hacer crecer el amor por la DSI entre los fieles?
Para amar con pasión la DSI es preciso redescubrir cada día a Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre.
Para ello, además de la vida de oración y de sacramentos, lo importante es dejarnos educar y corregir por el papa Francisco.
El Papa no le habla a «otros», sino a nosotros. Cada uno, en primera persona, debe dejarse interrogar por la enseñanza del Papa, que es la forma como Dios ha querido anunciarnos su Evangelio en el momento actual.
La fe es una experiencia de encuentro con Jesucristo, a través de una carne concreta que es signo de un misterio más grande que ella.
Jesús V. Picón, Aleteia
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- San Juan Pablo II
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