domingo, 28 de mayo de 2023

Los curas de «Red de Redes» explican el Espíritu Santo: la paloma, el Paráclito, los carismas...


A muchas personas, incluso entre las que van a misa los domingos, les cuesta bastante entender cosas muy básicas sobre el Espíritu Santo. “Un chaval me dijo una vez que el Espíritu Santo es la mascota del Padre y del Hijo”, comenta, divertido, el sacerdote Jesús Silva en el último episodio de Red de Redes, el programa semanal de catequesis desenfadada dela Asociación Católica de Propagandistas (ACdP).

En vísperas de Pentecostés, Jesús Silva, Patxi Bronchalo y Antonio María Domenech intentan aclarar dudas sobre el Espíritu Santo, sus dones y carismas y su forma de obrar en los hombres. 

El Espíritu Santo es Dios

Los tres sacerdotes quieren que se entienda que el Espíritu Santo es Dios, y como es Dios merece adoración, alabanza, culto y reverencia. “Es la tercera persona de la Santísima Trinidad: está junto al Padre -a quien se suele asociar la Creación- y el Hijo -asociado a la Redención-, y está asociado a la santificación de los fieles”, explica Domenech.

Bronchalo lo explica con una imagen: “El Padre es el amante, el Hijo es el amado y el Espíritu Santo es el amor entre ambos”.  Pero hay que entender que ese "amor" no es un sentimiento ni una energía, sino un ser personal.

El Espíritu Santo no es una paloma

La representación del Espíritu Santo como una paloma, común entre pintores y artistas (que tienen que pintar algo visible) viene del Bautismo de Jesús en el río Jordán. Los cuatro evangelistas reflejan este episodio y aluden al descenso del Espíritu Santo “como una paloma” (san Marcos y san Mateo), “en forma de paloma” (san Juan) y “en forma corporal, como una paloma” (san Lucas). 

"Puede ser que vieran una paloma, porque el Espíritu tuvo que manifestarse de algún modo para que le vieran como tal”, explica Domenech, y destaca que este episodio muestra “una teofanía, se manifiesta la Trinidad”.

No obstante, los tres curas recuerdan que en la Biblia se habla de otras formas en las que se manifiesta el Espíritu Santo. En Pentecostés, por ejemplo, aparece en forma de lenguas de fuego, acompañado de un viento recio y un terremoto.

“Y, según la tradición, también el agua: los cuatro elementos de los griegos son signos que toma el Espíritu Santo”, destaca Silva.

Bronchalo también trae a colación otra manifestación del Espíritu: el perfume. “Es signo de realeza, se ungía con él a los reyes y en el bautismo somos ungidos también nosotros, que -como dice san Pablo- somos templo del Espíritu Santo”, explica. Domenech recuerda que “lo del olor no es un decir: hay perfumes que salen en la Biblia y reflejan la acción del Espíritu, la Virgen o los santos”.

¿Por qué decimos que el Espíritu Santo es “Paráclito”?

En el Evangelio de san Juan se habla en varias ocasiones del Espíritu Santo como “Paráclito”. “Es una palabra griega que incluye los significados de ‘defensor’ y ‘consolador’: nosotros recibimos del Espíritu defensa y consuelo, y sabremos que lo hemos recibido porque seremos también consuelo para el que sufre y defensores del ultrajado, sin darnos cuenta”, dice Domenech.

Silva trae a colación un tercer significado de la palabra: un paráclito -dice- era también un barco pequeño que se enviaba a remolcar a los barcos grandes que quedaban varados en el puerto, o a rescatar a la tripulación.

Cuando tú te quedas enganchado y llamas al Paráclito, viene rápidamente para sacarte de tu atolladero y llevarte al Cielo”, dice, haciendo énfasis en la necesidad de invocar al Espíritu: “Ven, Espíritu Santo”, según la fórmula tradicional de la Iglesia. “El Espíritu es también -añade- como el soplo que aviva las brasas y hace que vuelva el fuego”.

¿Qué diferencia hay entre frutos, dones y carismas?

“El Espíritu Santo se ve que está porque actúa”, remarca Silva.

Domenech señala que el primer fruto que provoca el Espíritu Santo es “que amamos más y mejor después de haberle recibido, y nos dejamos amar, nos dejamos dar consejo o ser consolados”.

“Muchas veces cuesta ver el cambio en nosotros mismos, pero cuando nos lo dice otro… Vemos que el Señor va haciendo grandes milagros, y que se van realizando en la vida de las personas cosas que parecen imposibles”, celebra Bronchalo.

“Es súper bonito ver actuar al Espíritu Santo en los demás: haciéndole decir a alguien algo que es imposible que sepa, consiguiendo el perdón de dos hermanos que no se hablaban o llevando a la comunión diaria a alguien que a lo mejor se había alejado y olvidado de Jesús”, añade Domenech, y comenta que “solo por ser testigo en primera fila del hermoso bien que el Espíritu Santo hace en las almas ya vale la pena ser cura”.

Al hablar sobre los tesoros que trae el Espíritu, Silva distingue entre siete dones -sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios, recogidos en Isaías-, doce frutos -según el Catecismo: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia y castidad- y los diversos carismas, que son la proyección de los dones en beneficio de los demás.

Entre los carismas, señalan, se encuentran la palabra de sabiduría -decir cosas que uno sabe que no vienen de uno mismo, pero que resuenan en quien tiene enfrente-, la palabra de conocimiento -conocer algo de la vida de otra persona para poder ayudarla- o el don de lenguas, citado en los Hechos de los Apóstoles. También está el don de profecía -hablar a los demás en nombre de Dios-, o el don de sanación, hacer milagros. “Los carismas no hay que guardárselos”, apunta Bronchalo.

¿Cómo recibir los dones del Espíritu Santo?

“Para recibir los dones del Espíritu hay que abrir el corazón; para ser amados hay que dejarse amar”, apunta Domenech, y destaca que lo más importante para recibir al Espíritu Santo es saberse necesitado de Dios. Recordar que “no necesitan médico los sanos, sino los enfermos”.

“En el Evangelio, Jesús nos dice que nos conviene que Él se vaya para que venga el Espíritu Santo, y si Él, a quien amamos y reconocemos como Señor, nos dice algo así, ¡qué importancia tendrá el Espíritu Santo!”, exclama Silva.

En la escuela del Espíritu Santo, libro de Jacques Philippe

Iluminar con los carismas, pero no ir de 'iluminados'

“Los carismas son para iluminar, pero los hay que son unos iluminados”, lamenta Bronchalo, y Silva advierte que “hay que tener cuidado con quien quiere tener la exclusiva del Espíritu Santo”.

Hay gente afectada por el iluminismo, o gente histérica, o con afán de protagonismo, o engañados por el espíritu del mal, disfrazado de ángel de luz… Todo lo que sea escandaloso no viene del Espíritu Santo”, señala, y recuerda que todo esto debe estar “templado por el discernimiento de la Iglesia”.

“A veces la gente quiere tener el don que tiene el otro… Hay que discernirlo mucho, y tener la humildad de sujetarte a un director espiritual, alguien que te dé luz sobre si eso es o no de Dios”, pide Domenech, que recuerda a santa Teresa de Jesús.

En sus moradas -cita- la santa apuntaba que aquello que no va cubierto de un velo de verdadera humildad no es de Dios.

El episodio concluye con dos recomendaciones de libros: La sobria ebriedad del Espíritu, del que ha sido predicador de la Casa Pontificia con los tres últimos papas, Raniero Cantalamessa, y En la escuela del Espíritu Santo (Rialp), del popular autor francés Jacques Philippe.

[G.de A., ReL

Vea también   Los 10 rasgos del Espíritu Santo
en el Evangelio de San Lucas




















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