miércoles, 22 de junio de 2022

San Luis Gonzaga Patrono de los Jóvenes Cristianos

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Gracias a su inocencia alcanzó aquel grado de santidad elevado que solo puede dar la pureza y hoy comparte contigo

San Luis Gonzaga es el protector de los jóvenes porque sin duda fue un gran testimonio para la juventud en aquel entonces y para la juventud actual. Por eso tantas escuelas y colegios católicos llevan su nombre.

Este jovencito que murió a los 23 años habría podido ser un noble, un marqués, pero esa vida no lo llenaba.

Había comprendido desde su corta edad que lo esperaba una “vida mejor”, más completa, conforme al designio divino.

Lo terreno era poco y llegar a Dios lo era todo

Luis Gonzaga pertenecía a esas almas escogidas en las que Dios derrama gracias y dones en sobreabundancia para mantenerlas inocentes.

Y gracias a su inocencia alcanzó aquel grado de santidad elevado que solo puede dar la pureza, pureza de alma y cuerpo, pureza de niño.

En el año 1591, año de su muerte, Roma estaba acechada por una de las grandes pestes históricas.

Luis se encontraba en el Colegio Romano, con la Compañía de Jesús, para cumplir su gran deseo de ser sacerdote.

Cuando vio a un contagiado tirado en la calle vio al mismo Jesucristo, lo alzó en sus hombros y lo llevó al hospital. Este gran gesto de amor y servicio al prójimo fue el último, porque se contagió de la peste.

Pasó sus últimos días agonizando allí en seminario, e indicó a su rector y compañeros cuándo sería el momento de su muerte.

“Moriré esta noche”

Así fue su muerte en santidad:

Padres y novicios de todas las casas, al enterarse de la predicción de su muerte, se apresuraron a despedirse, encomendarse a sus oraciones y pedir su último consejo. La enfermedad había socavado la salud de su cuerpo, pero su alma crecía en santidad con cada momento que pasaba. Así, escuchaba a todos con cariño, prometiendo recordarlos una vez que subiera al Cielo.

Cuando llegó la noche, el Padre Rector, al ver que Luis todavía hablaba con facilidad, concluyó que no moriría esa noche y ordenó a los hermanos que se fueran a dormir. En la sala sólo quedaban dos sacerdotes para socorrer al enfermo, además de su confesor, san Roberto Bellarmino.

Luis no ocultó su profunda alegría: ¡ir al Cielo, unirse definitivamente con Dios era lo que más había deseado durante su corta vida!

Después de algún tiempo, le dijo al confesor:

– Padre, puede hacer la oración fúnebre.

El sacerdote lo hizo de inmediato, con mucha participación y devoción. Sereno, tranquilo y confiado, Luis esperó el momento supremo, que no se hizo esperar: hacia las ocho de la noche, con los ojos fijos en el crucifijo que sostenía en sus manos, entró serenamente en los terribles dolores de la agonía. Ningún gemido salió de sus labios, su mirada no se apartó ni un instante de Aquel que había sufrido tanto por nosotros en la Cruz. Al pronunciar el Santísimo Nombre de Jesús, entregó su alma a Dios en completa paz.

Sus reliquias se encuentran en la Basílica de san Ignacio, al lado del Colegio Romano donde murió.

Hoy podemos deleitarnos también nosotros por su pureza, su santidad y su sabiduría.Frases de san Luis Gonzaga



Maria Paola Daud, Aleteia 

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antes de morir

El santo de 23 años escribió unas líneas a su madre llenas de fe y ánimo

Luis Gonzaga trabajó incansablemente por los enfermos en Roma, cuidando a los que estaban muriendo a causa de una epidemia.

Como era de esperar, Luis contrajo la enfermedad, y murió a la edad de 23 años.

Mientras estaba en su lecho de muerte, escribió esta sincera carta a su madre, asegurándole su destino final.

Es una carta hermosa y nos recuerda que aunque la muerte puede ser triste, también es una fuente de gran alegría que perdura por la eternidad.

«Ha de ser inmensa tu alegría, madre»

Pido para ti, ilustre señora, que goces siempre de la gracia y del consuelo del Espíritu Santo.

Al llegar tu carta, me encuentro todavía en esta región de los muertos. Pero un día u otro ha de llegar el momento de volar al cielo, para alabar al Dios eterno en la tierra de los que viven.

Yo esperaba poco ha que habría realizado ya este viaje antes de ahora. Si la caridad consiste, como dice san Pablo, en alegrarse con los que se alegran y llorar con los que lloran, ha de ser inmensa tu alegría, madre ilustre, al pensar que Dios me llama a la verdadera alegría, que pronto poseeré con la seguridad de no perderla jamás.

Te he de confesar, ilustre señora, que al sumergir mi pensamiento en la consideración de la divina bondad, que es como un mar sin fondo ni litoral, no me siento digno de su inmensidad, ya que él, a cambio de un trabajo tan breve y exiguo, me invita al descanso eterno y me llama desde el cielo a la suprema felicidad, que con tanta negligencia he buscado, y me promete el premio de unas lágrimas, que tan parcamente he derramado.

Considéralo una y otra vez, ilustre señora, y guárdate de menospreciar esta infinita benignidad de Dios, que es lo que harías si lloraras como muerto al que vive en la presencia de Dios y que con su intercesión puede ayudarte en tus asuntos mucho más que cuando vivía en este mundo.

Esta separación no será muy larga; volveremos a encontrarnos en el cielo, y todos juntos, unidos a nuestro Salvador, lo alabaremos con toda la fuerza de nuestro espíritu y cantaremos eternamente sus misericordias, gozando de una felicidad sin fin.

Al morir, nos quita lo que antes nos había prestado, con el solo fin de guardarlo en un lugar más inmune y seguro, y para enriquecernos con unos bienes que superan nuestros deseos.

Todo esto lo digo solamente para expresar mi deseo de que tú, ilustre señora, así como los demás miembros de mi familia, consideréis mi partida de este mundo como un motivo de gozo, y para que no me falte tu bendición materna en el momento de atravesar este mar hasta llegar a la orilla en donde tengo puestas todas mis esperanzas.

Así te escribo, porque estoy convencido de que esta es la mejor manera de demostrarte el amor y respeto que te debo como hijo.

Un hombre purificado

San Luis Gonzaga es el patrón de los jóvenes y de los que luchan por la pureza. Su ejemplo de castidad sigue siendo una inspiración.

Aquí una oración para pedir ayuda a san Luis para tener un cuerpo y una mente puros. Está inspirada en una plegaria recogida una antigua publicación de la Santa Sede con oraciones y devociones relacionadas con indulgencias llamada Raccolta:

Luis santo y puro, que viviste con autenticidad y virtudes:
desde mi miseria te encomiendo especialmente mi castidad,
pídele a Jesús y a su madre María
que conserven puros mi cuerpo y mi alma,
que me guarden de disgustar a Dios.

No permitas que ninguna mancha de impureza me contamine.
Cuando me veas en peligro de caer,
aparta de mi mente los malos pensamientos y deseos,
y despierta en mí la nostalgia de la eternidad cercana, y de Jesús crucificado.

Ayuda a mantener en mi corazón un profundo respeto al Padre del cielo
y un ardiente fuego de amor divino.

Permíteme seguir tus pasos aquí en la tierra
para que en el cielo sea digno de disfrutar contigo de la visión de nuestro Dios para siempre.

Amén.


























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