Muchos, para declarar su deseo de una vida nueva, juran y prometen.
¡Hay que tener cuidado!
¡Hay que tener cuidado!
En su columna en el periódico O São Paulo, de la archidiócesis brasileña de San Paolo, el sacerdote Cido Pereira respondió a una pregunta que le envió un lector: “Padre, hice un juramento a Dios y no lo mantuve. ¿Qué debo hacer?”. Esta es la respuesta del sacerdote Cido; quien pregunta es Haroldo.
La información que me das es muy poca, Haroldo. ¿De qué juramento se ha tratado? ¿Fue por ejemplo un juramento que se hace en el sacramento del matrimonio? ¿Fue un juramento relacionado con una actividad que tendrías que haber realizado y no hiciste? ¿Era el compromiso de evitar cualquier pecado que no logras controlar?
Sería mucho más sencillo si me hubieras dicho: “Juré, prometí a Dios o me comprometí con Él a hacer o no hacer esto y no lo respeté”…
Vista la falta de información, daré sólo algunas indicaciones generales. En el caso de que se trate de algo muy exigente, una buena confesión puede resolver la cuestión. Si has hecho una promesa y te olvidaste busca repararla, manteniéndola.
Hermano mío, pienso que no deberíamos jurarle a Dios. La Iglesia lo enseña basándose en las enseñanzas de Jesús, que nos dice: “Digan sí cuando es sí, y no cuando es no” (Mt 5,37). Sencillo, ¿no?
Mucha gente, para declarar su deseo de una vida nueva, multiplica juramentos y promesas. ¡Vamos con calma! Pidamos al Señor que nos ilumine para poder salir de una situación que nos incomoda, que ofende a Dios, que perjudica a un hermano. Esta debe ser la actitud de un cristiano que quiere realmente vivir su fe.
¿Te ayudé, Haroldo? Espero que sí. Si no entendí bien tu pregunta, escríbeme de nuevo. Hablaremos. ¡Dios te bendiga y a tu familia!
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