jueves, 10 de octubre de 2019

Haz algo diferente por tu matrimonio

El matrimonio une a dos personas frágiles e inmaduras de por vida. Necesitamos toda nuestra vida para llegar a comprender los procesos que están sucediendo en nosotros y esforzarnos por cambiar nuestras creencias y actitudes, que son destructivas para un matrimonio. Debido a que el camino es irregular y largo, creo que no se pueden evitar las discusiones. Sin embargo, ¿se puede aprender a terminarlas más rápido? ¿Cómo podemos acortar una discusión?

KOMUNIKACJA W MAŁŻEŃSTWIE

Llegar acuerdos a veces es difícil. Entre las personas que viven en un hogar encontramos diferencias de personalidad. También existe un filtro fruto de nuestras experiencias anteriores que interpreta la realidad, las palabras y los gestos de cierta manera. Por ejemplo, un niño humillado por su padre como hombre adulto recibirá toda crítica como una afrenta. Otro ejemplo, una mujer con baja autoestima al escuchar “La sopa no está lo suficientemente salada” pensará que le están diciendo “¡Eres una pésima cocinera!”.
Para evitar un clima tenso en el hogar es importante que el matrimonio desarrolle las áreas comunes y encontrar tiempo el uno para el otro. Es bueno por lo tanto crear circunstancias para que la relación madure y se fortalezca.
Pero cuando se empieza a discutir conviene estar preparados y realizar algo para terminar pronto con esa situación siempre desagradable.
Vuelvo a una frase atribuida a Einstein: Una prueba de locura es repetir los mismos comportamientos con la esperanza de que esta vez pase algo diferente. Si lo hemos comprobado cientos de veces que no se gana al hablar más alto, con más maldad y con más epítetos groseros, vale la pena intentar algo completamente diferente.

Invierte la perspectiva 

Piensa hipotéticamente que él o ella tiene razón. Si no la tiene en un sentido completamente objetivo, entonces la tendrá en el sentido de sus propias razones personales para ver la situación de la manera en la que la está viendo. A menudo no tenemos ni idea de las razones que tiene el otro para apostar por aquella visión diferente a la nuestra.
Dile “Entiendo que puedas pensar eso” o pregúntale: “¿Por qué piensas eso?”. Solo por la sorpresa que le provoque ver a la otra persona intentar comunicarse, sin atacar, la conversación cambiará de tono y, seguro que los decibelios bajará a registros más respetuosos y humanos.

Cuidado con las palabras

Nuestras palabras se convierten más o menos en un basurero cuando hablamos el lenguaje de las grandes emociones: solo se convierten en un medio torpe. Hacer referencia a su significado literal sería algo infantil, completamente inmaduro.
La frase: “Viviremos gracias a ti debajo del puente”, que el esposo le dice a su esposa, porque ésta compró dos pares de zapatos, no tiene por qué ser real. El verdadero miedo puede ser perder el trabajo en el que las cosas van mal. En lugar de discutir con esta afirmación, la esposa le puede preguntar: “Creo que te preocupa que hayamos gastado más dinero últimamente”. Desde aquí podemos pasar a la conversación: primero sobre los sentimientos, luego sobre el presupuesto de la casa.
Del mismo modo, una esposa que exclama: “Nunca me ayuda nadie en nada”, pide torpemente atención y apoyo. No tiene ningún sentido dialogar con cuantificadores grandes como “nadie” y “nunca”, porque se sabe que son una exageración.
Tampoco tiene sentido discutir quién ayudó a quién y cuándo. Es mejor decir: “Veo que estás muy cansada”. En general, es suficiente para que una esposa cuente de que se siente fatigada, abrumada o hable de alguna experiencia difícil que la dejó exhausta y enojada.

Aparca el problema

Di: “No podemos resolverlo ahora y estamos ya muy nerviosos”. “Cada uno de nosotros tiene una opinión diferente sobre este tema y no podemos resolverlo ahora”. Podéis quedar para hablar del problema otro momento cuando estéis más calmados.

Di “perdóname”

Especialmente cuando el final de la disputa ni siquiera se percibe en el horizonte: no alargues la disputa hasta el infinito. Alguien debe ser el primero. Que sea la persona más sabia que se preocupa por salvar la relación. Después de una disculpa, es fácil encontrar un lenguaje común: la otra parte también reconoce más fácilmente su contribución al malentendido y se disculpa por ello. 
Las emociones nos informan sobre lo que es importante para nosotros y en qué forma nos encontramos. Pero también son unos pésimos asesores para las soluciones rápidas. Es importante pues dejar que se enfríen antes de sacar conclusiones. Precisamente porque las discusiones no resuelven problemas, sino que nos lastiman, vale la pena acortar el tiempo de las discusiones.
Małgorzata Rybak, Aleteia

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