Hay ciertas actitudes dañinas que contribuyen a aumentar este agotamiento.
Detéctalas y pon freno.
El agotamiento es una de las características principales de las madres de nuestra época. Parece que las múltiples actividades y roles que debemos ejercer han acabado con nuestra energía y lo único que queda es el cansancio absoluto.
No importa si tenemos un solo hijo o cinco, sus edades o actividades, lo único que sabemos en realidad es que la maternidad es un trabajo a tiempo completo y que no parecieran alcanzar las horas del día para poder terminar todo lo que tenemos que hacer.
No importa que se haya avanzado en temas de corresponsabilidad, ni que los padres modernos sean mucho mas partícipes de la rutina familiar que en tiempos anteriores. Las expectativas que tenemos de nosotras mismas y de nuestro rol como madres, trabajadoras y mujeres, hacen que nuestro agotamiento sea real y no tenga esperanzas de mejorar en el futuro próximo.
Pero ¿qué tal si hay ciertas actitudes dañinas que ayudan a aumentar este agotamiento? ¿qué pasaría si podemos cambiar ciertas cosas de nuestra percepción para no sentirnos tan cansadas todo el tiempo? A continuación, algunas actitudes que agravan el síndrome de la “madre agotada” y qué hacer para sentirnos mejor:
Escoge tus batallas
Las redes sociales y la sociedad nos imponen una visión de la madre todo terreno: la que trabaja fuera de casa, pero a la vez hace todo en el hogar; la que tiene la familia perfecta y sus hijos siempre están de punta en blanco; la que prepara comidas divertidas y apetecibles pero a la vez corre maratones o hace yoga.
Nos pasamos la vida tratando de llegar a este ideal y nos damos cuenta de que es imposible: no podemos llegar a todo. Es por ello que debemos pensar qué es lo realmente importante para nosotras y para nuestras familias y enfocarnos en eso. Hay que saber escoger los frentes de batalla que de verdad nos importan para el futuro y dejar pasar lo que no es tan importante.
Hay que soltar aquello que superficialmente puede ser muy atractivo, pero que no es esencial en la vida familiar y muchas cosas cambiarán.
Cuidado con las expectativas
Las expectativas irreales que tenemos sobre lo que debe ser una madre, o de cómo deben comportarse nuestros hijos nos pueden amargar la existencia. No es cuestión de conformarse, siempre hay que tratar de luchar por ser mejor, pero si tenemos en nuestra cabeza unas expectativas irreales que nunca se podrán cumplir, perderemos mucho tiempo tratando de llegar a ellas sin éxito.
Es mejor pasar el tiempo conociendo nuestra realidad y la de nuestros hijos y trazarnos metas realistas que se puedan cumplir, lo que nos dará muchas alegrías y descanso mental.
No te compares
La realidad de cada madre es distinta. Puede ser que a tu hermana le funcione perfecto un horario que a tu familia no le vaya, o puede ser que los hijos de tu amiga realicen unas actividades que se ven maravillosas pero que a tus hijos ni les va.
Pasamos mucho tiempo de nuestra vida sintiéndonos mal sobre lo que otras madres hacen o tienen y por eso sentimos que nosotras no somos lo suficientemente buenas. Es importante tener una identidad familiar que nos ayude a identificar nuestras debilidades y fortalezas, y lo que caracteriza a nuestra familia, de esta manera no pasaremos tiempo tratando de ser quienes no somos.
Cada quien tiene su puesto
Nuestra sociedad ha creado familias niño-céntricas en las que el sistema familiar gira exageradamente en torno a las necesidades del niño. Aunque es natural el instinto de protección y amor a nuestros hijos, también es importante ayudarlos a salir de ellos mismos y a respetar los tiempos de los demás.
Enseñar a nuestros hijos a, por ejemplo, dejarnos ir al baño sin interrumpirnos (a menos de que sea una emergencia) o a respetar los espacios de papá y mamá, nos ayudará a tener una familia más generosa en la que todos puedan pensar en las necesidades de los demás, y nos dará a las madres algún descanso, ya que nuestros hijos reconocen que a veces lo necesitamos.
Se hace lo que se puede
Muchas veces nos atormentamos por lo que dejamos de hacer. Tenemos que soltar la culpa y saber que hacemos lo que podemos, con el mayor esfuerzo y amor y que eso será suficiente. Tenemos que saber aceptar nuestras limitaciones y tener la humildad necesaria para pedir ayuda cuando lo necesitemos, incluso a nuestros hijos.
La familia es un sistema en el que todas las partes importan y todos tenemos que colaborar, así que debemos acostumbrarnos a delegar, a pedir ayuda y a saber pedir disculpas cuando nos equivocamos. Y seguimos para adelante porque para eso estamos las madres.
María Verónica Degwitz, Aleteia
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