Cada conflicto es un escenario ideal para que nuestros hijos vayan entrenándose a resolverlos en su vida adulta
Los conflictos personales son inevitables, y algunos de ellos hasta pueden ser los mayores retos a los que nos enfrentamos en la vida adulta. La diversidad de caracteres y personalidades hace que nuestros hijos puedan enfrentarse desde muy pequeños a estos pequeños conflictos que deben ir aprendiendo a resolver.
Más allá de evitarlos a toda costa, o de resolverlos nosotros, cada uno de estos conflictos es un escenario ideal para que nuestros hijos vayan entrenándose en técnicas de mediación, y para que puedan entender que fuera de ellos mismos hay otro al que hay que respetar y con el que debemos llegar a acuerdos para vivir en armonía.
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ENSÉÑALES LAS DIVERSAS MANERAS DE RESOLVER UN PROBLEMA
Muchas veces la impulsividad los llevará a las dos respuestas principales: pelear o huir. Sin embargo, si les mostramos la variedad de posibilidades que pueden escoger para resolver el problema, les estamos otorgando una caja de herramientas con las que ellos pueden trabajar. Si son pequeños imágenes como la rueda de resolución de conflictos puede funcionar. Incluso podríamos colocarla en un lugar visible en la casa si los conflictos entre hermanos nos hacen perder la cabeza.
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ENSÉÑALOS A RECONOCER Y NOMBRAR SUS EMOCIONES
Muchas veces los conflictos entre los niños aparecen porque todavía no saben expresar bien sus emociones. Enseñarlos a reconocer y a nombrar lo que están sintiendo es vital en la relación con sus pares. No es lo mismo estar bravo, que triste, que decepcionado o que furioso. Todas estas emociones implican una conducta distinta, y solo aprendiendo a comunicarlas a los demás pueden completar el primer paso para una resolución de conflictos adecuada.
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HAZ PREGUNTAS CONCRETAS
Cuando tengamos que fungir de árbitro en algunos de estos conflictos es importante hacer preguntas concretas. Muchas veces preguntar: ¿Por qué hiciste eso? No es efectivo ya que es un concepto muy amplio para que los niños puedan explicar. Ve siempre a la raíz del asunto para encontrar el problema concreto, esto los enseñará a ellos también en que momento se equivocaron o pudieron actuar mejor.
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INVOLÚCRALO EN LA BÚSQUEDA DE SOLUCIONES
Los padres tenemos la tentación siempre de obligarlos a disculparse y quedó zanjado el asunto. Muchas veces esto no es efectivo, pues no están arrepentidos y no aprendieron nada del problema. Preguntas como: ¿Cómo crees que puedes solucionar esto? O ¿Cómo crees que te puedes sentir mejor o hacer sentir mejor a tu hermano? Los invita a pensar en soluciones que se adecuen a lo que están sintiendo en ese momento. Los padres nos podemos sorprender de las buenas soluciones que pueden idear nuestros hijos si les damos la oportunidad.
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NO FUERCES SUS SENTIMIENTOS
Es un error decirles “ya no estés más triste” o “no te puedes enfadar por eso”. Como padres debemos entender que las emociones se sienten y ya. Perdemos el tiempo y los hacemos sentir mal cuando tratamos de forzar esas emociones. Es mejor enseñarlos a redireccionarlas y a trabajar con ellas. Podemos usar frases como “veo que estás triste, si quieres te acompaño o puedes estar solo” o “entiendo que estas enojado, si quieres ve un rato a tu habitación hasta que te puedas calmar y luego conversamos”; así reconoces sus emociones y les ayudas a entender que hay maneras de reaccionar ante esas emociones.
Este tema es muy complicado, y debemos entender que la resolución de conflictos es un arte que ni siquiera los adultos manejamos bien. Es por eso que no debemos frustrarnos cuando, a pesar de enseñarlos, seguimos teniendo problemas de este tipo. Nunca dejaremos de aprender, sin embargo mientras más temprano empezamos, tenemos más probabilidades de acertar.
María Verónica Degwitz, Aleteia
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