Hoy, 21 de enero, se celebra la fiesta de Santa Inés, patrona de las mujeres jóvenes, las novias, las prometidas en matrimonio, los jardineros y de quienes quieren vivir la virtud de la pureza.
Inés, sinónimo de las cosas más bellas
A Santa Inés se le vincula, a partir de su nombre, con los corderos blancos y su lana. “Inés” es la traducción de “Agnes”, y este nombre, a su vez, proviene de otro vocablo latino: “agnus”, que significa “cordero”. Este solo hecho permite asociar a la santa con el rico simbolismo que rodea la figura del noble animal. El cordero es símbolo de cosas tan hermosas como la nobleza, la docilidad, la ternura, la pureza, el abrigo, la sencillez, la delicadeza. No en vano el cordero es símbolo de Cristo.
Esta riqueza simbólica se preserva de manera especial en la liturgia: la lana blanca tiene una silenciosa presencia litúrgica; con ella se confecciona el “palio arzobispal”, ornamento distintivo de los arzobispos metropolitanos o del Papa, al presidir una celebración.
Virgen y mártir
De acuerdo a la tradición más conocida, Inés fue una hermosa joven romana que nació en el seno de una familia noble; se cree que alrededor del año 291. Desde muy joven fue pretendida por muchos ricos e influyentes jóvenes patricios. Al haberlos rechazado uno a uno, aduciendo estar comprometida con Cristo, fue acusada ante las autoridades civiles. Estas dispusieron un execrable castigo -eran tiempos del cruel emperador Diocleciano- muy común para sancionar a las doncellas que querían mantenerse vírgenes: Inés sería llevada a un prostíbulo para ser ultrajada y así doblegar su voluntad. Contra lo que esperaban dichas autoridades, Inés logró escapar, según la leyenda, ayudada por ángeles. Entonces, los romanos organizaron su recaptura.
Al ser hallada, Inés supo que lo que le esperaba inexorablemente era la muerte. Primero fue llevada encadenada a la hoguera, pero las llamas no le hicieron daño alguno. Luego, ante el portentoso fracaso de sus verdugos, se decidió concluir el trance de manera “expeditiva”: Inés moriría decapitada. Era el año 304.
“Inés” también quiere decir “firmeza”
Se dice que el verdugo, inquieto por el monstruoso encargo de asesinar a una niña, hizo lo posible para convencerla de que acepte a alguno de los pretendientes, pero la jovencita se negó, según testimonia San Ambrosio de Milán, con estas palabras: “sería una injuria para mi Esposo esperar a ver si me gusta otro; él me ha elegido primero, él me tendrá. ¿A qué esperas, verdugo, para asestar el golpe? Perezca el cuerpo que puede ser amado con unos ojos a los que no quiero”.
La santa oró y dobló la cerviz ante el que le daría muerte, uno al que le temblaba la diestra para dar el golpe, mientras ella permanecía serena. “En una sola víctima tuvo lugar un doble martirio: el de la castidad y el de la fe. Permaneció virgen y obtuvo la gloria del martirio”, añade San Ambrosio.
La niña mártir, fruto maduro de la Iglesia
Como consta en el tratado de San Ambrosio sobre las vírgenes, Santa Inés murió con tan solo doce o trece años. Pese a su juventud dio ejemplo de inmensa fortaleza al permanecer firme durante el martirio. Dice el santo que Inés se mantuvo “inalterable, al ser arrastrada por pesadas y chirriantes cadenas” durante su suplicio.
Añade el célebre arzobispo de Milán: “No tenía aún edad de ser condenada, pero estaba ya madura para la victoria… Resultó así que fue capaz de dar fe de las cosas de Dios una niña que era incapaz legalmente de dar fe de las cosas humanas, porque el Autor de la naturaleza puede hacer que sean superadas las leyes naturales”.
Santa Inés en la tradición
Años después de su muerte, Constantina, hija del emperador Constantino, mandó a edificar una basílica en honor de Santa Inés en la Vía Nomentana de Roma. Su fiesta comenzaría a celebrarse desde mediados del siglo IV.
A Santa Inés se le representa como una niña o jovencita orando, con una diadema en la cabeza y una especie de estola sobre los hombros, en alusión al palio -hecho de lana blanca-. A sus pies -o a veces entre sus brazos- suele representarse un cordero. Aparece también rodeada de algunos objetos simbólicos que evocan el martirio: la pira, una espada, la palma o los lirios.
ACI
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