domingo, 3 de octubre de 2021

Testosterona y mastectomía: la dura historia de una joven víctima de la «reafirmación trans»


 Sinead Watson es una joven escocesa nacida en 1991 que en 2015 inició su "transición" para cambiarse de sexo y convertirse en Sean. Tres años después se arrepintió y desde entonces lucha contra la invisibilidad a la que el lobby de género somete a quienes "detransicionan".

Consultando en Google

Los problemas comenzaron cuando tenía veinte años: "Empecé a crer que debería haber nacido hombre". Desde la adolescencia había sentido inseguridad respecto a su sexo, al sentirse objeto del deseo de hombres en quienes confiaba y que tenían autoridad sobre ella: "Deberían haberme protegido y rehusaron hacerlo, y ese sentimiento de traición me recorrió por dentro durante años antes de explotar".

Empezó a sentir rechazo a su propio cuerpo y depresión y a sentirse atraída por otras mujeres, sentimientos que guardaba para sí. Hasta que empezó a consultarlos "con Google": "Odio ser mujer y quisiera ser un hombre", tecleó. Fue su vía de entrada a los canales de Youtube, foros y blogs que conforman el "territorio transgénero". Descubrió que podía dar pasos para la "transición" a la masculinidad soñada. Al mismo tiempo hizo un intento de suicidio en octubre de 2012, durante un periodo de su vida marcado por el rechazo y el odio a todos.

De Sinead a Sean

Un año después rompió su sulencio e informó a su única hermana, Andrea, de que era un hombre trans y quería iniciar una transición médica. Recibió todo su apoyo. Empezó a llamarse Sean en vez de Sinead, y a ser reconocida por su sobrinos como tío, en vez de como tía. Sin embargo, Andrea "sufría con la pérdida de su única hermana": "Yo temía", dice ahora en conversación con Sinead, "que si te decía algo te irías de mi vida para siempre. Realmente no tenía opción, así que te apoyé".

En 2014, Sinead se puso en lista de espera en Sandyford, una clínica de género en Glasgow. Estuvo un año aguardando turno, durante el cual no recibió terapia alguna: "Ibas a recibir una intervención médica irreversible, ¡ni se me pasó por la cabeza que te hicieran empezar la transición sin una intensa terapia verbal previa!", lamenta ahora Andrea.

Durante ese periodo, Sinead, que estaba muy enganchada al alcohol, sufrió otra intensa crisis mental. Aceptó los consejos familiares y recibió durante un tiempo atención clínica en un hospital psiquiátrico. Pero no se sentía bien atendida y lo dejó. Volvieron los pensamientos suicidas y su sensación de falta de esperanza. 

La euforia de los primeros meses

Hasta que por fin, en 2015, le llegó su cita en la clínica de género. Es muy ilustrativo cómo describe Sinead la atención que recibió, porque es justo lo que ahora lamenta: "El especialista que me evaluó era cariñoso y afirmativo, nunca cuestionó ni objetó mi auto-diagnóstico de disforia de género. Cuando le dije que creía que todos mis problemas mentales se debían a mi disforia y a no tener acceso a la transición, estuvo de acuerdo. Hizo las preguntas de rigor y escribió mis respuestas, pero nunca me pidió que ampliase ni aclarase nada. Fue como si simplemente fuera marcando las casillas de una lista de comprobación, en vez de hacer un esfuerzo real para imaginarse lo que estaba pasando dentro de mí. Me dijo que pasaría mi caso al equipo de género, que decidiría si me darían acceso a la testosterona".

Por supuesto, se lo dieron. Se la inyectaban cada tres semanas. Sinead se sentía eufórica y su familia también, al verla feliz por primera vez en mucho tiempo, por lo cual todos la apoyaron. También Andrea, aunque reconoce los problemas que aquello suponía para sus hijos pequeños: "No puedo ocultar que ver la tristeza y la confusión de mis hijos me irritaba. Eran demasiado pequeños para enfrentarse a conceptos como transexualidad, ello no lo comprendían ni tenían por qué comprenderlo".

En 2017, y para completar la "transición", Sinead se trasladó a Manchester para someterse a una doble mastectomía: "Tenía 26 años y la convicción de que quitarme mis dos pechos sanos mejoraría radicalmente mi vida, y la clínica de género estuvo de acuerdo". 

Sinead vivió unos meses eufórica tras la operación: "Yo era socialmente, legalmente y médicamente reconocida como el hombre que siempre se supone que fui. Mi transición había sido un éxito. Finalmente lo había conseguido y estaba en éxtasis. Por desgracia, esta alegría, con el tiempo, dejaría su lugar a la peor depresión que había experimentado nunca. La transición me había cambiado, y no solo físicamente".

"Todos los problemas seguían ahí y habían empeorado"

A principios de 2018, Sinead empezó a comprender su error: "Empecé a luchar con la convicción de que, a pesar de haber transicionado, todos los problemas  que convertirme en Sean se supone que se iban a arrreglar seguían ahí. En realidad, habían empeorado desde que la euforia inicial se desvaneció".

En mayo sufrió otra ruptura mental tras múltiples episodios de disociación que la dejaron confusa y asustada. Por primera vez confió a su hermana que empezaba a lamentar el cambio de sexo al que se había sometido y que no sabía muy bien qué hacer al respecto. Estuvo un año reflexionando sobre ello, "haciendo malabares" entre su rechazo a la transición y el miedo a la 'detransición'. Acudió a varios especialistas: "Me dejaron muy claro que la detransición no era un tema con el que se encontrasen a gusto".

En octubre de 2019, Sinead decidió dejar de inyectarse testosterona, y al mes siguiente informó a sus familiares y amigos, "a pesar de la humillación que implicaba hacerlo", de que volvía a ser Sinead en vez de Sean. No les reprocha que recelasen del nuevo cambio, dado lo que le habían visto pasar en los últimos años. Pero sí lamenta "la falta absoluta de comprensión y de apoyo por parte de los terapeutas y el desconcertante nivel de hostilidad y virulencia" que recibió cuando lo comunicó también on line y su caso empezó a ser conocido. No solo contra ella. Cuando Andrea expresó sus inquietudes por su hermana en un grupo de Facebook, fue baneada por 'transfóbica'.

"Ha sido un largo viaje desde la transición a la detransición, pero puedo decir con confianza que finalmente he aprendido a aceptarme a mí misma como soy", expresaba Sinead en febrero de 2021. Ahora entiende que en su adolescencia y juventud se fabricó una "mentalidad tóxica" que le hizo entender que convertirse en hombre era la única forma de salvar su vida: "Por desgracia, la terapia hormonal y una doble mastectomía no sirvieron para abordar mis graves problemas de salud mental, algo que uno habría esperado que previesen los profesionales de la salud mental... pero no lo hicieron".

Sinead Watson.

Sinead Watson, durante una entrevista en la BBC. Ella se ha convertido en cabeza de un movimiento de visibilización de las personas que han sufrido daños irrreversibles por un proceso de 'cambio de sexo' del que se arrepienten.

Y ése es el actual caballo de batalla de Sinead, quien entretanto se ha convertido en asesora de la Alianza de la Disforia de Género, uno de cuyos objetivos es prestar ayuda a personas en 'detransición'.

Una denuncia pública

La última iniciativa de Sinead ha sido dirigir una carta pública sobre el doctor Jack Turban, uno de los médicos de referencia que mejor encarnan la actitud que ella critica: derivar hacia tratamientos invasivos e irreversibles de cambio de sexo a personas cuya disforia de género envuelve otros problemas de salud mental que no se tratan.

El doctor Turban es psiquiatra en la facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, y un  habitual de los medios más favorables al lobby trans: The New York Times, Washington Post, Los Angeles Times o Scientific American.

En un reciente podcast con la doctora Helen Webberley, el doctor Turban dejó muy claro su punto de vista: "No hay intervención psiquiátrica ante la disforia de género, sino solo intervenciones médicas", en referencia al abordaje hormonal y quirúrgico.

Sinead Watson se dirige en su carta a los superiores del doctor Turban en Stanford para alertarles del devastador efecto de su activismo de género sobre numerosos pacientes y en cuanto creador de opinión que marca la pauta de la corrección política en este tema.

Le escribe en nombre del colectivo invisible, las personas en 'detransición': "Hemos sufrido disforia de género en algún momento y se nos hizo creer que nuestra mejor opción para tratar nuestra disforia era la transición médica. Pero no fue así. Como resultado, ahora tenemos que vivir con cuerpos y con voces que han sido cambiados (en algunos casos perjudicados) irreversiblemente por hormonas y cirugías, cuando lo que necesitábamos era un examen compasivo y meticuloso de nuestra angustia de género por medio de una terapia verbal".

Daños irreversibles... y un estigma social añadido: la invisibilización

Sin embargo, y en vez de ser ayudadas por haber sido sometidas a "transiciones médicas innecesarias", estas personas ven que sus experiencias e incluso su misma existencia son despreciadas. Se considera que están 'instrumentalizando' sus casos, una palabra "que ha sido utilizada para avergonzar, acosar y silenciar a quienes detransicionan cuando quieren contar su historia".

Una conversación informal sobre la transición y la detransición, grabada el pasado mes de julio en Glasgow. En ella participan Sinead Watson y también Keira Bell, la joven que denunció a la clínica Tavistock por no evaluarla correctamente y aplicarle "de oficio" tratamientos hormonales y quirúrgicos siendo aún menor de edad.

"Este acoso a un grupo vulnerable es inaceptable", lamenta Sinead, quien cita las ocasiones en las que el doctor Turban ha dado a entender que el dolor y la angustia de quienes se arrepienten del cambio de sexo no son reales. En opinión de este psiquiatra, la 'detransición' es un fenómeno temporal, que responde a presiones externas y no representa un problema para quienes 'detransicionan'. Opiniones que Sinead considera "enormemente equivocadas y que ignoran a quienes hemos 'destransicionado' por habernos arrepentido de la 'transición', y que somos excluidos de las investigaciones por no identificarnos como transgénero".

Sin embargo, un estudio de abril de este año publicado por Elie Vandenbussche, de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Rhein-Waal (Alemania), realizado, éste sí, sobre personas en 'detransición', muestra resultados que contradicen las opinionos del doctor Turban. "La mayoría de nosotros", explica Sinead, "detransicionamos por el convecimiento interno de que la transición ni era lo que necesitábamos ni nos ayudó. Y (lo que realmente hace las cosas más complicadas para nosotros) hemos encontrado que hay otras formas no invasivas para aliviar nuestra disforia. Además, el estudio mostró que las personas en 'detransición' expresaron su necesidad de encontrar tratamientos alternativos para abordar su disforia de género, pero fue casi imposible hablar de ellos en los espacios LGBT y en la ámbito médico".

Un rayo de esperanza sí hay al menos respecto a los niños, con un cambio de tendencia. Tanto las autoridades sanitarias finlandesas, desde junio de 2020, como el célebre Hospital Karolinska de Suecia en mayo de 2021, están dejando de administrar bloqueadores de la pubertad a menores con disforia de género, priorizando el abordaje psicológico sobre la intervención hormonal o quirúrgica. "Es evidente", concluye Sinead, "que está creciendo la inquietud por la proliferación de intervenciones médicas con un beneficio incierto y daños médicos potencialmente severos".

Carmelo López-Arias / ReL



Vea también     Guía con 16 Preguntas sobre Transexualidad y Identidad de Género































No hay comentarios:

Publicar un comentario