En los años 80, Kathy Sparks Lesnoff encontró trabajo en un abortorio que normalmente solo practicaba abortos dentro del primer trimestre de gestación. Aunque esa actividad ya le iba provocando una angustia creciente, lo que cambió su perspectiva fue matar a un bebé de 23 semanas. Hoy Kathy dirige Mosaic Pregnancy and Health Services, un servicio de atención en Illinois que ayuda a madres en riesgo de abortar por embarazos imprevistos.
Recientemente fue entrevistada por Virginia Allen para The Daily Signal, un medio vinculado a The Heritage Foundation, y contó su historia con detalle.
Un negocio muy rentable
Kathy se educó en un hogar “conservador”, pero al llegar a la universidad para estudiar enfermería cambió su perspectiva y en apenas un año se convirtió en “muy pro-aborto”. Durante ese periodo conoció a su marido, Mike, y se casó con él.
Las circunstancias le obligaron entonces a buscar un trabajo. Un amigo le habló de que iba a abrirse e Illinois uno de los mayores abortorios del Medio Oeste y necesitaban personal para asistir en las intervenciones. “Pagaban más que si terminaba los estudios”, confiesa, así que se presentó y fue contratada.
Aunque su tarea era colaborar con el médico, realmente se ocupaba de muchas otras, desde responder al teléfono a las sesiones de asesoramiento e incluso hacer las camas: “Así que, de principio a fin, fui testigo de todo lo que experimenta una mujer” que acude a un centro de este tipo.
“Practicábamos un mínimo de 40 abortos durante la semana y 60 los sábados”, recuerda, y también cuál era el sentido del asesoramiento que prestaban: “No queríamos que cambiasen de opinión, ni que sus padres se enteraran y las convenciesen, ni que se fuesen al vecino estado de Missouri a abortar allí. Era un negocio muy rentable. En realidad no les importaban las mujeres. Les importaba cuántos abortos podían hacer al día”.
Corazón endurecido
Kathy recuerda la confusa mezcla de sentimientos que abrigaba al trabajar en ese lugar: “Veía brazos y piernas, niños. Lo veía. Y sin embargo mi corazón estaba muy endurecido. Te entrenan para ello, y era mucho dinero. Estaba muy engañada, creía que estaba ayudando a mujeres. Pero también sabía que lo que allí había eran bebés”.
La entrevista a Kathy Sparks Lesnoff. También participa Elissa Graves, abogada de Alliance Defending Freedom, quien habla sobre las leyes que en Estados Unidos pretenden obligar a los centros provida a que recomienden el aborto a las madres que acudan a ellos.
En muy poco tiempo, el mundo de Kathy empezó a venirse abajo. Al poco de casarse, Mike y ella tuvieron una hija, Shannon, pero también muchos problemas de pareja que acabaron en una petición de divorcio. Por otro lado, ella veía que sus compañeros iban acabando los estudios mientras ella había perdido un año. Por último, su padre, alcohólico, murió.
“Yo estaba sufriendo una profunda depresión”, dice, que pensó aliviar divorciándose, volviendo a casa de su madre con su hijo y retomando los estudios. Pero su madre le dijo que no, que debía continuar con la vida que había empezado: “Fue devastador para mí. Volví a casa con mi pequeña. Mi marido era policía y tenía turno de noche. Decidí suicidarme. Esperé a que Shannon estuviese dormida, apunté con la pistola contra mi cabeza y apreté el gatillo. El arma no funcionó”.
Una oportunidad para el Señor
Desesperada, acudió a su suegra, quien la sacudió interiormente al preguntarle: “Kathy, estás intentando quitarte la vida. ¿Por qué no le das al Señor una oportunidad de vivir en ti?”.
“Aquel día recé y me arrepentí, y entregué mi corazón al Señor”, evoca Kathy. Decidió no divorciarse, y cuando Mike acudió también a pedir consejo a su madre, ella hizo pensar a su hijo como lo había hecho con su nuera. Al cabo de tres semanas, Mike “entregó su corazón al Señor”: “Decidimos comprometernos seriamente en nuestro matrimonio”.
“Y al día siguiente, Dios me permitió ver un aborto muy tardío”, continúa Kathy: “Era un aborto de 23 semanas. Ellos solo tenían licencia para abortos en el primer trimestre, aunque los hacían constantemente de 14, 15 y 16 semanas. Pero ésta era la primera vez que yo veía un aborto de 23 semanas. Normalmente una intervención en el primer trimestre dura entre cinco y ocho minutos. Para éste, el doctor necesitó 55 minutos”.
Para ella fue providencial: “Dios me reveló así que, ya fuese el aborto de 6, 8, 10 o 23 semanas, todos eran niños, y yo estaba matando niños”.
Al día siguiente, cuando acudió al trabajo, la directora de la clínica se acercó y le dijo que había soñado que Kathy tenía que dejar el trabajo por causa de su religión: “¡Yo no le había dicho a nadie que me había hecho cristiana! Así que supe que Dios le había dado a ella ese sueño para mí. Me fui aquel día, para no volver nunca”.
Hoy recuerda aquella época como “un tiempo oscuro y horrible”, que Dios usó para su conversión: “Me arrepentí de haber sido parte de aquello. Tenía mucha vergüenza y mucho sentimiento de culpa. Me sentía desconcertada. Me costaba mucho compartir con nadie que yo había estado implicada en tanta oscuridad”.
Testimonio y acción
Pero un día, cinco años después, durante un curso de estudio sobre la Biblia, alguien habló de la cuestión del aborto y ella decidió ofrecer su testimonio. Siguió haciéndolo durante un año, y durante ese tiempo conoció a otras personas con las que decidió poner en marcha Mosaic Pregnancy and Health Centers “para ayudar a mujeres ante un embarazo imprevisto”: “Pensé que mi conocimiento de la industria del aborto me serviría para empoderar a las mujeres con la verdad y con alternativas al aborto en un entorno cristiano y acogedor, y así probablemente muchas escogerían la vida. Y la mayor parte de ellas lo hacen”.
La mayoría de las madres a quienes se les plantean alternativas al aborto no lo hacen, explica Kathy desde su experiencia.
Es así como nació el servicio que prestan ahora en Illinois, tanto en sus oficinas como en una unidad móvil que mantienen permanentemente junto a un abortorio de Planned Parenthood, donde cinco días a la semana prestan información a las madres que acuden al centro para ofrecerles otro camino, incluidas ecografías.
Blindaje al aborto
Actualmente, en el estado de Illinois se tramita una ley que pretende obligar a los centros provida a informar a las madres que acudan a ellos de la posibilidad y de los beneficios de abortar, y a dirigirlas a los médicos que lo hacen. Algo que está siendo bloqueado por los tribunales, por ser manifiestamente contrario a la libertad de conciencia, pero que ya han intentado otros estados, como California y Connecticut.
“Recomendar a alguien el aborto va contra la esencia de lo que somos”, confirma Kathy: “Creemos que el aborto acaba con una vida inocente. Pase lo que pase, nunca remitiremos a nadie a un abortorio. Es también una violación de nuestra libertad de expresión. Nunca hablaremos de los denominados beneficios del aborto. El estado quiere que mintamos. Por haber estado implicada en la industria del aborto, puedo asegurar que no hay beneficios. El aborto hace daño a las mujeres. No las ayuda. Les hace daño”.
C-L./ReL
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