Ingeniera, creía que la religión era un engaño; su formación y entorno fue sin Dios
Sonia Garrido en la catedral de Córdoba, semanas antes de su bautizo, con su pareja,
ya casi esposo ante Dios, ambos ilusionados y sorprendidos
No suele suceder -de hecho, es poco menos que insólito- que las revistas diocesanas españolas difundan historias de conversiones recientes, y menos basadas en una experiencia mística bien contada.
La web de la diócesis andaluza de Córdoba ha hecho una excepción al difundir el testimonio de Sonia Garrido, ingeniera de caminos, madre de tres hijas. En Pascua recibirá cuatro sacramentos: bautismo, eucaristía, confirmación y matrimonio sacramental. Su pareja también se confirmará y se convertirá en su marido ante Dios. Y después, juntos como matrimonio, bautizarán a sus tres hijas.
¿Qué ha llevado a Sonia y a su familia a esta decisión? No han sido traumas ni sufrimientos superados, puesto que explica que su situación de salud, trabajo y familia era perfecta. Fue un acto de gratuidad de Dios, una experiencia espiritual por sorpresa.
Una familia lejos de Dios
"Nunca tuve relación con la fe cristiana, mis padres no eran creyentes. Crecí en la convicción de que Dios era un invento humano creado para superar los miedos. Así que me preparé para cargar yo con todas mis dificultades y aprendí a ser feliz por mí misma", explica Sonia.
"Durante la etapa escolar no fui a clase de religión sino a ética y nunca escuché hablar de la Iglesia ni de Dios de forma positiva en casa".
Sus padres la apuntaron a un colegio religioso en la adolescencia por razones académicas. Allí, sin embargo, "no aprendí el mensaje cristiano, más bien recuerdo que aprendimos sobre diferentes religiones y también sobre Jesús, al que consideré como un personaje increíble pero nunca como Dios".
Toques de "algo más"
Sonia tenía una sensibilidad espiritual que ahora empieza a reconocer como toques de Dios. "Mirando atrás, pienso que Dios vino a buscarme muchas veces. Cuando iba a la naturaleza, a veces en silencio, me quedaba inmóvil y de alguna forma transcendía, pero nunca lo relacioné con Dios, porque para mí no era una opción. También en los voluntariados que he llevado a cabo a lo largo de mi vida... ahora veo a Dios a través del amor que sentía ayudando a los demás".
Dios la invadió por sorpresa
La vida de Sonia ha dado una vuelta completa en 2020, el año de la pandemia. Y ella no tomó la iniciativa, al contrario, la pilló desprevenida.
"Fue una noche del verano de 2020 cuando sentí la presencia de Dios de una forma totalmente sobrecogedora, como si ocurriera fuera del tiempo. Me pilló totalmente de improviso, no estaba dentro de mis planes. Estaba amaneciendo y sin darme casi cuenta abrí mi corazón y entonces me invadió un amor tan intenso que no tengo palabras para describirlo. Solo puedo decir que sentí un amor tan grande que pensé que me iba a morir. Tras eso, me invadió una paz y un sosiego que no conocía", describe con precisión y detalle.
"Yo, que me consideraba una persona plenamente feliz, con una familia perfecta, salud y trabajo, me di cuenta de que por primera vez en mi vida sentía una felicidad como nunca había conocido. Desde ese día siento la presencia de Dios, y me considero muy afortunada con este regalo, pues si no, me habría perdido lo más grande de la vida. Si no hubiese sido por este acontecimiento, mi mente racional y mi soberbia nunca me hubiesen dejado ver a Dios", considera.
Todo cambió de repente
Después de esa experiencia, señala, "todo mi mundo cambió. Empecé a verme de forma diferente, empecé a ver mis pecados, que hasta ese momento no me habían parecido como tales. Empecé a ver mis imperfecciones, mis defectos, pero todo visto desde el amor, desde la transformación hacia el encuentro con el Señor. Mi mirada también se limpió con respecto a los demás, viéndolos desde el amor y no desde los prejuicios que siempre me habían venido a la cabeza al encontrarme con diferentes personas".
"También al leer el Evangelio, mi mente quedaba transformada. Realmente las palabras eran para mí y tenían un auténtico significado. Me aprendí el Padre Nuestro y la Salve y experimenté un efecto sanador al recitarlas. Empecé a hablar con el Señor, por primera vez en mi vida, y pude ver como él me escuchaba y me daba señales cada vez que le preguntaba".
Otro efecto de ese cambio radical fue un gran deseo de saber más de Dios. "Desde el momento que me encontré con el Señor, me sentí ávida de conocer más sobre Él. Yo que no conocía prácticamente nada del cristianismo, así que comencé a formarme. No podía dejar de pensar en el Señor en todo el día y no tenía otro tema de conversación que no fuera ese".
Una familia en marcha con Dios
Sonia tuvo una gran ayuda en su paso hacia la Iglesia: su madre, que diez años antes se había convertido. Ella fue la que la animó a acercarse a misa, a la parroquia.
"Su conversión nos supuso muchas peleas y discusiones durante años. Pero tras mi encuentro con el Señor, ha sido un regalo que ella estuviese ahí", explica Sonia, perpleja y contenta.
Más aún, su pareja tenía su propio camino hacia Dios y ella ni siquiera lo había notado.
"Sin yo saberlo, él ya había hablado con Dios anteriormente. Con sus comportamientos cristianos me ha ido guiando en estos años en los que yo no he tenido la ayuda de Dios. Y ahora me ha acompañado en mi acercamiento a la Iglesia y también ha sentido la llamada del Señor de una forma más intensa. Él también ha tenido una transformación radical y las oraciones conyugales por las noches son el momento más restaurador del día", explica.
Misa, rezar, comunidad... ¡todo es novedoso!
"Tanto yo como mi marido y mis tres hijos, empezamos a ir a misa y fuimos acogidos por D. Leopoldo, el cura de nuestra parroquia de Nuestra Señora de la Esperanza. Yo me sentía indigna de estar allí tras tantos años rechazando y criticando tanto a Dios como a la Iglesia y, sin embargo, fuimos totalmente acogidos y acompañados tanto por los sacerdotes como por la comunidad cristiana".
Por un lado, Sonia se ha volcado en "ocho meses de formación intensiva, en la que prácticamente he dedicado todo mi tiempo a formarme estudiando el Catecismo de la Iglesia Católica, escuchando Radio María, leyendo libros de espiritualidad y experimentando el testimonio de otros cristianos. He partido de cero, por lo que he tenido que aprender hasta a rezar".
Por otro lado, la acogida de la parroquia y de un grupo de Proyecto Amor Conyugal, junto con el "ejemplo de cristianos tan auténticos", y el apoyo de sus catequistas, enseñaron a Sonia y su familia la importancia de la comunidad para los cristianos.
Las amistades sin fe: "no lo entienden"
Sonia detalla que le cuesta explicar lo que le ha sucedido como a ella le gustaría. "Al principio no era capaz de contárselo a nadie pues ni yo misma me podía creer lo que me había pasado. Cuando el Espíritu Santo me fue invadiendo día tras día, fui sintiendo la necesidad de contarle a todo el mundo lo que me hacía tan feliz. De hecho, mi deseo era que todos pudiesen sentir lo mismo".
Sus conocidos, muy alejados de la fe, notaban algo. "Algunos me decían que me veían rara, como más feliz antes de saberlo. Pero mi entorno está totalmente alejado de la Iglesia y con un gran porcentaje de ateos, así que les cuesta entender lo que me ha pasado".
Algunos incluso ha reaccionado con cierta hostilidad. "He tenido varias situaciones incómodas que me han hecho sufrir, tras las cuales he decidido ir poco a poco y contarlo de uno en uno, evitando los grupos que puedan crear situaciones de ataque conjunto hacia mí. Incluso dentro de la familia, no he tenido muy buena acogida y no se lo he contado a casi nadie. Soy consciente de que muchos no conocen el mensaje de Jesús y por lo tanto no pueden entenderme. ¡Yo misma estaba en esa situación hace un año!", explica ella, con la comprensión de quien conoce la otra orilla.
"Algunos me dicen que pueden entender que crea en Dios pero que lo de la Iglesia ya es otro tema. Al igual que lo de bautizar a mis hijas, que lo ven como quitarles la libertad de elección, o lo del cambio de colegio para recibir formación cristiana que tampoco lo pueden entender. Por suerte mis dos niñas mayores que tienen 3 y 5 años ya son capaces de expresar que ellas también quieren acercarse a Jesús".
"Aún así, también tengo amigos y familiares que han agradecido mi testimonio y les ha servido para reafirmar o iniciar su fe. Dentro de la comunidad cristiana de la que ahora formo parte ha sido un motivo de júbilo".
Alegría en Pascua con los sacramentos
Miran a Pascua con gran alegría. "Aún no me puedo creer que el bautismo me llenará del Espíritu Santo y supone el perdón de todos mis pecados anteriores. Tendré entonces la gracia de Dios para que me ayude en el cambio de vida que hemos llevado a cabo. Me siento verdaderamente afortunada de poder tener, después de tantos años, a Jesús conmigo y me impresiona que al recibir la comunión Jesús este en mí y yo en Él. Lo veo algo demasiado grande para que yo pueda merecerlo".
Les consta además que va a cambiar su vida de pareja y familiar. "Con respecto al matrimonio, me siento feliz de poder unirnos con el Señor. Se cómo nos ayuda estar los tres, porque ya lo hemos experimentado a través de esos momentos de oración conyugal".
Y el bautizo de las niñas, dice hoy, "significa darles el mayor regalo, lo más importante de la vida, la Gracia de Dios para que les ayude y que pertenezcan ya a Jesús y formen parte de la gran familia de la Iglesia. Me siento como madre más tranquila".
Sonia no podría imaginar hace un año lo que está pensando y diciendo hoy. Hace poco que conoce a Dios y ya sabe lo que es experimentar incomprensión y hostilidad por ello.
Por eso, quiere dar un mensaje para "agradecer a todos los cristianos que en silencio siguen a Jesús y que son ejemplos de santidad dentro de la Iglesia. Siento no haber sido capaz de verlos y de que su solo testimonio me sirviera para mi conversión. Mis prejuicios me impedían ver la realidad aunque ahora los reconozco a lo largo de mi vida. Mil gracias a todos ellos por lo que hacen por los demás".
P.J.G./ReL
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