Hay que decir las cosas bien claras, porque sino corremos el riesgo de equivocarnos y permitir que entre una cultura de la muerte en nuestra preciosa profesión
El médico cura, sino puede alivia, y si no puede consuela. Ante el dolor y el sufrimiento del ser humano, del paciente, el médico responde con tratamiento para el dolor, paliar sus síntomas y consuelo para el alma. “El sufrimiento se combate con amor. El dolor con medicación”. Dr. Poveda autor del libro «El Buen Adiós“.
No podemos jugar a ser Dios
De hecho Dios nos ha dado nuestro don para hacer el bien. Jamás y digo bien JAMÁS ha sido aprobada la vía fácil por ninguna sociedad científica o médica. Jamás acabar con el paciente ha sido una opción. Más bien todo lo contrario, ha sido siempre rechazado y perseguido como una acción cobarde, poco profesional, inhumana y contraria a la ciencia y a los valores de nuestra profesión. Nuestra profesión trata de salvar la vida no de acabar con ella.
El juramento hipocrático de los médicos dice claramente que jamás podremos aplicar un tratamiento para causar la muerte a un paciente “Jamás daré a nadie medicamento mortal, por mucho que me soliciten, ni tomaré iniciativa alguna de este tipo; tampoco administraré abortivo a mujer alguna”.
Se ha aprobado en España definitivamente la Ley de Eutanasia condenando no sólo a los pacientes que vayan a morir, sino a los médicos y su ética, y por tanto a toda la sociedad. A toda la sociedad que se verá privada de esa gran profesión que tanta fama mundial ha tenido en este país.
La confianza médico paciente es crítica para que funcione esa relación en ambos sentidos. Si esa comunicación se desvirtúa por falta de confianza, esa relación se rompe, con lo que ello conlleva. Se ha aprobado una ley injusta, en un momento de crisis pandémica, deprisa y corriendo, sin la opinión de los máximos interesados los médicos y los pacientes. Los políticos han decidido que es más importante la ideología que los valores.
No han contado con comités de expertos
En el momento en el que se obligue al médico a acabar con la vida de su paciente que sufre, en vez de hacer todo lo que esté en su mano para curarle, cuidarle, aliviarle y consolarle, ese sufrimiento dejará de ser fuente de resiliencia, para convertirse en un pozo de justificación para acabar con la vida de alguien.
¿Van a formar a algunos médicos para que realicen esa labor? ¿Serán como 007, con licencia para matar? ¿Esa función no debería hacerla un verdugo? ¿Si hemos superado esa profesión desde hace años, por qué debemos ahora recuperarla? ¿Qué ha cambiado, tienen menos derecho a la vida los pacientes que sufren que los criminales reincidentes? ¿Estamos en contra de la pena de muerte, pero estamos a favor de acabar con enfermos? ¿Es acaso la falsa compasión la que nos moverá para eliminar a otras personas?
Ésta ley que han intentado colar tantas veces y no lo han conseguido, la han metido con calzador, deprisa y corriendo, aprovechando la peor pandemia de los últimos años a nivel mundial. Y lo hacen porque no les interesa el debate, que la sociedad opine, que los sanitarios den su opinión, que los médicos, los responsables de ejecutar esas órdenes, digan si están o no de acuerdo. No les interesa porque diríamos que NO.
No es casualidad que para esta ley no hayan contado con los comités de expertos, que ya emitieron un informe desfavorable en 2020, y es vergonzoso que se apruebe esta ley sin tener en cuenta las opiniones de los que más saben de estos temas.
Los cuidados paliativos no puede ser un artículo de lujo
Cuando alguien te pide la Eutanasia no te está pidiendo que le mates, te dice que no quiere vivir así. Con un buen Plan Nacional de Cuidados Paliativos podríamos llegar a atender a todos los 120.000 pacientes que lo necesitan cada año, en todas partes de España, sin diferenciar donde vivas, ni los medios que tengas. Morir con dignidad no es más que vivir con dignidad tus últimos días.
Las personas que más lo sufrirán serán las personas más vulnerables, los ancianos, los pacientes con demencia o discapacidad, los pacientes con bajo nivel socioeconómico y cultural. Cualquier persona con dinero se podrá pagar una clínica privada de cuidados paliativos. Pero los cuidados paliativos no deberían ser un artículo de lujo, la salud es un derecho de todos y precisamente los que han aprobado esta ley son justamente aquellos que presumen proteger al más débil y defender la sanidad publica universal.
La Asociación Médica Mundial condena el suicidio asistido y la Eutanasia. La mayor parte de asociaciones médicas de todo el mundo, los colegios de médicos en su código deontológico, La Declaración de los Derechos Humanos, el Informe del Comité de Ética y la mayor parte de sociedades científicas, la mayor parte de las creencias y religiones concluyen que existen sólidas razones sanitarias, éticas, morales, legales, económicas y sociales, para rechazar la transformación de la Eutanasia en un derecho.
Traición a los sanitarios
En plena pandemia, cuando el valor de la vida humana se ha visto claramente palpable al perder cientos de miles de familiares nuestros, muchos de ellos antes de lo que hubiésemos deseado, muchísimos de ellos por no tener los medios ni las medidas adecuadas. Los sanitarios nos hemos visto cara a cara con la muerte, y lo que es peor, con la decisión brutal de decir quien se queda fuera y quien entra en los cuidados de los que disponemos.
Ahora más que nunca, se traiciona a los sanitarios y a los ancianos, ahora que se les debe todo porque son los que más han sufrido en esta crisis. Se les traiciona abandonándolos como se les abandonó en plena crisis, con la única protección de unos aplausos y las únicas armas que el amor incondicional de los sanitarios y cuidadores que se han dejado la piel y algunos la vida por cuidarles hasta el final. Ahora nos dicen que ese esfuerzo no es necesario, que se puede resolver de una manera mucho más fácil y económica.
El respeto a nuestros mayores no es ya un valor familiar y de vínculo parental, sino que ese respeto es de justicia. Nuestros abuelos construyeron con su sudor y lágrimas la sociedad del bienestar que disfrutamos ahora y los avances científicos que conocemos. De nosotros depende cómo les pagaremos esa gran deuda.
Dr. Enrique Jaureguizar Cervera, Aleteia
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