Asistamos a un Hogar de Cristo en las Villas de Buenos Aires y comprendamos cómo es posible salir del consumo de drogas y otros problemas
Los vínculos, la mesa común, la libertad, la cercanía con la familia y los afectos, y en ese día a día la vida de Fe, ayudan a que aquellos que padecen adicciones puedan ir dejándolas y mejoren sustancialmente su calidad de vida. No una afirmación de deseo o una intuición observacional producto de una impresión, sino que es el fruto de una investigación llevada adelante por investigadores de la Universidad Católica Argentina en conjunto con la Federación Familia Grande Hogar de Cristo.
Respuesta al consumo de sustancias psicoactivas
La Familia Grande Hogar de Cristo en la Argentina –aunque hay una mirada de admiración, respeto y afecto no se trata de la iniciativa fundada por san Alberto Hurtado en Chile- es una red de centros barriales que tienen como finalidad dar respuesta integral a situaciones de vulnerabilidad social y consumos problemáticos de sustancias psicoactivas. Nació en 2008 en barrios populares de la capital con el impulso de sacerdotes de la pastoral villera y el entonces Arzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio.
Para la Semana Santa de aquel año el cardenal Bergoglio daba uno de los primeros signos que marcó a fuego la historia del Hogar lavando los pies de los jóvenes que allí comenzaban a recuperarse, y como recordaban durante la presentación de este estudio, el hoy Papa Francisco proponía dos principios para estos Hogares hoy presentes en 19 provincias. Por un lado recibir la vida como la vida viene, puesto que toda vida tiene un lugar, toda vida es sagrada y valorada. Y por el otro, acompañar cuerpo a cuerpo, poniendo en práctica la parábola del Buen Samaritano, sentándose en una mesa a compartir, a sentir en familia el abrazo de un Jesús cercano.
Desde esos principios, y con un trabajo profesional, interdisciplinar, creativo, y con un profundo sentido de caridad cristiana, se fue creando una experiencia de fe en contextos de vulnerabilidad que hoy está presente en más de 190 centros barriales en todo el país. Y se fueron lavando muchos pies a imagen de Jesús y el hoy Papa Francisco, y en el camino, sanando muchas heridas y cambiando vidas y familias.
Nadie se salva solo
Y la experiencia, y sus frutos, fue objeto de una completa investigación liderada por la Dra. Ann Elizabeth Mitchell, de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA), que no sólo indaga y encuentra resultados que confirman las bondades del funcionamiento de los hogares, sino que también inspira y da pautas para proponer caminos similares en otras circunstancias.
Con entrevistas en profundidad y grupos focales, el equipo de investigación aplicó la metodología QuIP, un protocolo de evaluación del impacto cualitativo que permitió ir identificando en la narración de los jóvenes y adultos recibidos en los hogares los motores y motivos de los cambios desde su ingreso.
Por ejemplo, si alguien expresaba que estaba consumiendo menos drogas, en su explicación se podía ir identificando los motivos, y tras reconocer la importancia de verbalizar y reconocer la problemática, y escuchar cómo otros la padecen y la encaran, confirmar la importancia de las sesiones grupales de trabajo. Aunque no se expresó en la presentación a la que asistió Aleteia, la experiencia del Hogar, y los hallazgos de esta investigación confirman: nadie se salva solo.
El Hogar, cambia la vida
Pero más allá de la reducción en el consumo, identificada en la amplia mayoría del campo investigado, se advierten otros cambios positivos sustanciales en la calidad de vida, particularmente en las necesidades básicas y la salud. Estas conclusiones ayudan a ratificar el camino del Hogar proponiendo alternativas y soluciones concretas, pero también trabajando con el Estado y otras organizaciones facilitando el acceso a programas ya existentes. También se advirtieron cambios positivos en las relaciones, en la educación, en la perspectiva laboral, en la inserción ciudadana, etc. El 60% de los cambios fueron atribuidos de manera explícita al Hogar de Cristo, y en un 15% de manera implícita. El Hogar, cambia la vida.
La investigación también identificó cambios negativos, aunque en menor porcentaje, particularmente relacionados con la salud corporal – en algunos casos, quienes van dejando el consumo de sustancias pueden ir identificando cambios en su cuerpo como el sobrepeso.
Otros hallazgos cualitativos valiosos, que pueden proponer alternativas de tratamiento en centros similares, es el valor de la libertad en el tratamiento. En algunos casos, quienes llegan al Hogar ya han pasado por otros espacios de recuperación, pero en el Hogar encuentran por ejemplo la posibilidad de tener un vínculo más fluido con sus afectos, e incluso estar más conectados con lo que ocurre en las calles. Aunque la metodología no apuntaba explícitamente a indagar esta variable, ni compara con resultados de otros estudios, la indagación da cuenta del éxito de esta estrategia de libertad y cercanía con la familia, al menos en la percepción de los entrevistados.
El trabajo durante la Pandemia
En el Hogar de Cristo, sintetiza el estudio, la dimensión relacional y espiritual se convierte en el eje de la trasformación. En los Hogares hay misas, muchos momentos de oración, peregrinaciones… Pero la importancia de la espiritualidad en el Hogar de Cristo no se limita a estas prácticas, sino a como éstas transforman las relaciones y los vínculos.
Desde la fe y el camino que encaran en el Hogar, los jóvenes y adultos, se escuchó en testimonios, ven los contextos que les eran adversos de otra manera, se entienden a sí mismo ante ellos desde otra mirada, y se proponen cambios e incluso se involucran en cambios para los demás. Aunque no fue parte de la presentación, un testimonio posterior compartido por el padre Pepe di Paola dio cuenta de cómo los jóvenes del Hogar se involucraron durante la Pandemia en la atención de los comedores. Buscando ser protagonistas de un cambio que ellos necesitaban, también fueron protagonistas de cambios que los demás necesitaban. Nadie se salva solo.
Hay dificultades, puesto que el propio estudio identifica importantes grados de deserción en el itinerario. La situación de extrema vulnerabilidad, en gran medida la situación de calle, afectan la continuidad de los procesos de cambio. Los Hogares de Cristo, en muchos casos arraigados a comunidades parroquiales, no pueden solos. Nadie se salva solo. Pero su método de trabajo, humilde y dispuesto al aprendizaje permanente, inspira y profesionaliza la labor de la Iglesia en la atención de las adicciones.
La Federación Familia Grande Hogar de Cristo quiere hacer las cosas bien, lo mejor posible. Y los frutos son visibles y hasta demostrados en estudios científicos.
Esteban Pittaro, Aleteia
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