jueves, 20 de noviembre de 2025

Cómo evitar el Purgatorio

 


Uno de los caminos más eficaces para evitar el purgatorio es mantener viva en nuestra mente su realidad.

Pensar en el purgatorio es recordar que todos, tarde o temprano, nos presentaremos ante Dios.
Como dice la Sagrada Escritura: “Recuerda tu fin, y no pecarás”

Esta verdad no busca asustarnos, sino invitarnos a reflexionar con humildad sobre nuestra vida, nuestras decisiones, y sobre el amor que damos —o no damos— a Dios y a los demás.

Lejos de infundir miedo, este pensamiento debería llenarnos de esperanza y motivarnos a vivir con mayor generosidad.
Contemplar las penas del purgatorio nos anima a empezar a reparar desde ahora, con confianza y amor, lo que nuestras faltas han causado.
¿No es mejor hacer penitencia con paz y libertad hoy, que sufrir dolorosamente mañana?

Con la gracia de Dios y un corazón sincero, podemos avanzar hacia la santidad y evitar purificaciones dolorosas.

¡Cuántas faltas pequeñas evitaríamos si tuviéramos siempre presente esta realidad!
¡Cuánto creceríamos en virtud, si pensáramos más en nuestro destino eterno!

Este pensamiento constante nos impulsa a caminar con fe, esperanza y alegría, hasta el día en que, purificados y enriquecidos con buenas obras, entremos directamente en la gloria del Cielo.

Pero aún hay un medio más poderoso para acortar —o incluso evitar— el purgatorio:
rezar por las almas que ya están allí.

Los Padres y Doctores de la Iglesia han enseñado con fuerza que quien se entrega a ayudar a las almas del purgatorio recibe gracias inmensas a cambio.
Dios no se deja ganar en generosidad.

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”

Orar por las almas del purgatorio no solo es un acto de amor, sino también una forma de asegurar para nosotros mismos un poderoso auxilio en la hora de la muerte.
Esas almas agradecidas no nos olvidarán.
Intercederán por nosotros, nos acompañarán en el juicio, y nos alcanzarán la gracia de una muerte santa.

San Agustín decía: “No recuerdo haber leído jamás que quien reza con gusto por los difuntos haya tenido una mala o dudosa muerte”

¡Qué consuelo tan profundo saber que aquellos a quienes ayudamos serán nuestros intercesores cuando más lo necesitemos!

Es el mismo consejo que nos da el Evangelio: “Haceos amigos con las riquezas injustas, para que, cuando os falten, os reciban en las moradas eternas”

Nuestros hermanos difuntos nos necesitan hoy. Y mañana serán ellos quienes nos abran las puertas del Paraíso.

Liberémoslos del purgatorio… y ellos nos ayudarán a no caer allí.
Una esperanza maravillosa que Dios pone al alcance de cada uno de nosotros.

Únete hoy y convierte tu oración en un acto de amor que traspasa el tiempo y la eternidad.
¡Ellos te necesitan… y un día tú también agradecerás que alguien haya rezado por ti!

Modesto  Fernández, reinareenespana.org

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el Purgatorio


Juan Duarte, el diácono mártir de Yunquera al que «inflaron» de gasolina en 1936: «Yo os perdono»

 El joven de 24 años fue cruelmente torturado por milicianos anarquistas

De niño, ya con cinco años, se entretenía haciendo altares y rezando el Rosario.

De niño, ya con cinco años, se entretenía haciendo altares y rezando el Rosario.

Juan Duarte Martín (Yunquera, 17 de marzo de 1912 – Álora, 15 de noviembre de 1936) fue un diácono, mártir y seminarista diocesano de Málaga (España), asesinado en 1936 por el bando republicano. Fue beatificado en Roma, el 28 de octubre de 2007, por el Papa Benedicto XVI.

Tras ser detenido en su casa por milicianos de la Federación Anarquista Ibérica, fue llevado a Álora, donde fue sometido durante días a torturas y humillaciones con el propósito de que blasfemara. Al negarse a renegar de su fe, fue llevado al Arroyo Bujía, a kilómetro y medio de la estación. 

Juan Duarte desde niño tenía una gran fe.

Juan Duarte desde niño tenía una gran fe. archivo

A unos diez metros del puente de la carretera lo tumbaron en el suelo y con un machete lo abrieron en canal, le llenaron de gasolina el vientre y el estómago y luego le prendieron fuego. Durante este último tormento, Juan Duarte sólo decía: "Yo os perdono y pido que Dios os perdone... ¡Viva Cristo Rey!". 

Las últimas palabras que salieron de su boca, con los ojos bien abiertos y mirando al cielo, fueron: "¡Ya lo estoy viendo... ya lo estoy viendo!". Los mismos que intervinieron en su muerte contaron luego en el pueblo que uno de ellos le interpeló: "¿Qué estás viendo?". Y acto seguido, le descargó su pistola en la cabeza.

Su cadáver fue enterrado en el lugar del martirio, exhumado en 1937 y trasladado al cementerio de Yunquera, lugar en el que permaneció hasta su traslado a la iglesia parroquial, donde encuentra en la actualidad.

Tumba de Juan Duarte en Yunquera, Málaga (España).

Tumba de Juan Duarte en Yunquera, Málaga (España).archivo

Un niño distinto

Como relata el libro La fuerza de la fe, de Pedro Sánchez Trujillo, nuestro mártir fue hijo de Juan Duarte Doña y Dolores Martín de la Torre. De este matrimonio nacieron diez hijos, de los que sobrevivieron seis, Juan era el cuarto de ellos. Su padre, veterano de la Adoración Nocturna, era un labrador autónomo, con bienes suficientes para no tener que trabajar por cuenta ajena, aunque no para llevar una vida desahogada.

De niño, ya con cinco años, se entretenía haciendo altares y rezando el Rosario. Además, siempre que llegaba un pordiosero a casa, le pedía a su madre que le atendiera

Biografía del mártir Juan Duarte.

Biografía del mártir Juan Duarte.

Juan ingresó en el Seminario en el curso 1925-1926, a la edad de trece años. Ante los insuficientes medios económicos de la familia, el padre le planteó cómo podrían pagar sus estudios, él sin vacilar respondió: "No se preocupe, el Señor le va a ayudar"

En el seminario, Juan se sintió como en una verdadera familia, cuando estaba en el pueblo pasando las vacaciones, contaba los días que faltaban para su regreso. Es más, tras la quema de iglesias y de conventos en Málaga en mayo del 1931, su padre le pidió que aplazara su vuelta, pero Juan fue de los valientes que volvieron al seminario.

Su testimonio fue evangelizador. Durante las vacaciones de verano, Juan daba catequesis a los niños de su pueblo. Así, brotó la vocación de otro seminarista yunquerano, Miguel Díaz Jiménez, quien murió también martirizado.

Inteligente y estudioso, fue aprobando siempre con las máximas calificaciones. En los últimos cursos de estudios se le encomendó ser prefecto de los seminaristas menores. Era alegre y sencillo, y, solía decir que, cuando fuera sacerdote, quería irse a las misiones. Fue ordenado diácono en la catedral de Málaga el 6 de marzo de 1936.

Oración al mártir Juan Duarte.

Oración al mártir Juan Duarte.

Juan Duarte quería mucho a San Manuel González, su obispo en Málaga y conocido, posteriormente, como el "obispo de los sagrarios abandonados". Una relación que comenzó el día de su Confirmación, sacramento que recibió de sus manos, a los siete u ocho años, tras haber hecho su Primera Comunión.

Cuando el martirio se iba acercando, su familia, y los que le trataron de cerca en aquellos meses, comentaban que una respuesta que, frecuentemente, salía de sus labios, cuando alguien le advertía que la situación empeoraba, era: "¡El Señor triunfará, el Señor triunfará!"

Delatado en su escondite

Finalmente, su detención tuvo lugar el 7 de noviembre, por la delación de alguien que, tras un registro fallido llevado a cabo en su casa, le vio asomarse a una pequeña ventana para respirar aire puro después de varias horas, sin luz ni ventilación, en una pequeña pocilga que le había servido de escondite. 

Cuando los milicianos tocaron a la puerta, se encontraban en casa su madre y él. De su casa le llevaron al calabozo municipal, y de allí, con otros dos seminaristas, sobre las cuatro de la tarde, lo trasladaron a El Burgo, donde sus dos compañeros fueron martirizados en la noche del 7 al 8, mientras Juan fue llevado, por la carretera de Ardales, hasta Álora

Carmen Duarte (a la derecha), monja carmelita en Ronda (Málaga), en la beatificación de su hermano Juan en Roma.

Carmen Duarte (a la derecha), monja carmelita en Ronda (Málaga), en la beatificación de su hermano Juan en Roma.archivo

En Álora, fue trasladado primero a una posada y, después, al calabozo municipal, en el que durante varios días fue sometido a torturas, con las que pretendían forzarle a blasfemar. Él siempre respondía: "¡Viva el Corazón de Jesús!".

Las torturas y humillaciones fueron muy variadas. Como la indignación de mucha gente de Álora aumentaba y la actitud de Juan se hacía más provocadora –con serenidad preguntaba a sus verdugos si no se daban cuenta de que lo que le hacían a él se lo estaban haciendo al Señor–, los dirigentes del Comité decidieron acabar con su vida.

ReL

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5 preguntas para hacerte todas las noches antes de dormir

 

En el día nos suceden cosas que pueden quitarnos la paz, por eso, antes de dormir, todas las noches deberíamos hacernos un examen de conciencia de 5 preguntas.

No importan las mejores intenciones, el pecado siempre termina encontrando el camino de vuelta a la vida. Pero esto no significa que debamos desesperarnos y abandonar. Por eso, podemos hacer una valoración honesta de cómo vivimos en el día a día con la ayuda de un buen examen de conciencia de cinco preguntas que deberemos preguntarnos todas las noches antes de ir a dormir:

1¿Qué he hecho hoy por mi Fe?

C.S. Lewis hizo una sabia observación: “Si el cristianismo es falso, no tiene importancia, si es verdadero, es de infinita importancia. La única cosa que no puede ser, es moderadamente importante”.

¿He vivido hoy conforme a esa verdad? ¿He orado? ¿He pedido ayuda, perdón, he ofrecido mi gratitud y he conversado de corazón con Dios? ¿He leído las Escrituras, el Catecismo, a los santos o a los apologetas? ¿He vivido conforme al amor de Cristo en mis interacciones con la familia, los amigos, los colegas, los desconocidos y los enemigos? ¿Miran mis ojos buscando la Verdad, la Bondad y la Belleza y he compartido todo ello en mis palabras y obras? ¿He amanecido con Dios, trabajado Dios y dormido con Dios?

2¿Qué he hecho hoy por mi Familia?

Santa Teresa de Calcuta señaló una vez: “¿Qué puedes hacer para fomentar la paz mundial? Ve a casa y ama a tu familia”.

¿Me he detenido a examinar a fondo a mi esposa y mis hijos para maravillarme por la incomparable bendición que son en mi vida? ¿Les he ayudado, animado, apoyado y amado en sus mejores y peores momentos? ¿Les he pedido perdón por mis peores momentos? ¿Les he escuchado –escuchado de verdad– en medio de este mundo de infinitas distracciones? ¿He sido un modelo de fe, honor, esfuerzo y buen humor para mis hijos? ¿He pasado tiempo, de calidad y en cantidad, con ellos? ¿He apoyado sus sueños y objetivos para que se conviertan en la mejor y más auténtica versión de sí mismos? ¿Experimento alegría en todos los momentos fugaces que tan fácilmente se dan por sentado?

3¿Qué he hecho hoy por mi Salud?

    En su Carta a los Corintios, san Pablo decía:

    “¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?” (1 Cor 3, 16)

    ¿Estoy cuidando de mi cuerpo? ¿Me alimento bien y de forma saludable? ¿He hecho ejercicio? ¿Estoy evitando hábitos perjudiciales para mí (fumar, beber y comer en exceso…)? ¿He intentado andar más cuando sea posible y buscar aficiones más activas?

    4¿Qué he hecho hoy por mi Formación (mi profesión)?

    San Juan Pablo II dijo una vez:

    “Es Jesús el que suscita en vosotros el deseo de hacer de vuestra vida algo grande, la voluntad de seguir un ideal, el rechazo a dejaros atrapar por la mediocridad, la valentía de comprometeros con humildad y perseverancia para mejoraros a vosotros mismos y a la sociedad, haciéndola más humana y fraterna”.

    ¿He sido atento, laborioso y considerado con mis pacientes, colegas y personal? ¿Me he mantenido al día de las últimas innovaciones en mi campo? ¿He sido modelo de juicio médico sensato y de humanidad reflexiva para mis estudiantes y residentes? ¿Es mi carrera una vocación y no un simple trabajo?

    5¿Qué he hecho hoy por mi Plenitud?

    El papa Benedicto XVI nos animaba diciendo:

    “El mundo os ofrece comodidad, pero no fuisteis creados para comodidades. Fuisteis creados para la grandeza”.

    ¿Cuál es la marca que estoy llamado a dejar en el mundo y cómo, en concierto con mi Fe, mi Familia y mi Formación, estoy trabajando para lograrla? ¿He dedicado tiempo a leer, escribir, conversar y aprender de mentores más sabios? ¿Esta marca ensalza y se adecúa a mi relación con Dios y con mi familia y me ayuda a mejorar en mi carrera?

    Recordaré que todos los días me levanto como un santo y me acuesto como un pecador. Pero me esforzaré. Y al vivir con más intención, me propongo saborear más los momentos pasajeros de la vida para que contribuyan a una vida más plena y piadosa.

    Muy bien. Es hora de ponerse a trabajar. “El futuro empieza hoy, no mañana”.

    Tod Worner, Aleteia

    Vea también    Para aumentar la fe