
En casos de acoso escolar, o también llamado "bullying", existen dos partes involucradas en el proceso: la víctima y el agresor. Por lo que es importante estar alerta en estas situaciones, porque ambos niños están pasando por un conflicto que genera o empeora las heridas emocionales.
Para profundizar sobre este aspecto, Yanina Cossime, orientadora familiar y escritora del libro Bullying: Entender, prevenir y restaurar, nos explica las señales que podemos detectar si sospechamos que nuestro hijo está haciendo acoso en la escuela y cómo trabajarlo.
Señales
- Es un chico que desafía
- Actitud agresiva o dominante
- Falta de empatía o burlas constantes hacia los demás
- Problemas en la escuela
- Se relaciona con sus amistades en una dinámica de poder
- Justifica sus acciones agresivas resaltando la debilidad del otro
- Es sistémico, prolongado en el tiempo
- Intención de lastimar al otro
Yanine hace énfasis en que la actitud del niño se vuelve desafiante, le cuesta reconocer a las figuras de autoridad, así como ver la valía de los demás niños a los que les ejerce el acoso, pero, esto se debe a una herida emocional que el pequeño puede ir cargando.
El acoso no solo se expresa de una forma, puede ser a través del chico que hace bromas más evidentes y otros que actúan con una mente estratégica, moviendo todo desde atrás sin exponerse.

¿Por qué actúan así?
“Un chico que necesita dominar a otro para sentirse importante, que se burla del que es diferente, que busca tener poder sobre los demás, algo está queriendo decir con eso. Y ahí es donde tenemos que mirar más allá de la conducta, ver qué está pasando por dentro”.
En ocasiones están replicando las formas de vinculación en casa o de sus alrededores, en donde no necesariamente hay violencia física, pero sí mental, donde no hay un respeto. Lo que puede llegar a causar que se reproduzcan estos comportamientos en la escuela, en donde, en lugar de ser las víctimas, se conviertan en los agresores.
¿Y si mi hijo hace bullying?
La orientadora comenta que en muchas ocasiones los padres son los últimos en enterarse, porque genera dolor pensar que su hijo puede estar causando daño a otros, lo que puede derivar a una negación que es completamente natural. Ya que, por consecuencia, puede surgir la culpa como un reflejo directo de las acciones que generan los hijos.
Pero, es importante estar alertas para corregirlo porque si no se atiende a tiempo, el agresor puede naturalizar esa forma de vincularse con los otros, si cree que tener poder es dominar, controlar o humillar, eso después se traslada a otros ámbitos: a la pareja, al trabajo, a la sociedad.
¿Qué podemos hacer?
"Todos, todos necesitamos ser vistos con amor. Y sobre todo en la infancia. Necesitamos la mirada del adulto que nos dice: ‘te veo, valés, sos importante’".

Hay que ver en casa los vínculos que se están formando. La orientadora recomiendo estos puntos:
1No reaccionar desde la vergüenza y el enojo
Si te dicen que tu hijo está haciendo bullying, lo primero que uno siente es: “¿qué hice mal?”, “¿cómo puede ser?”, o directamente “no, eso no es verdad”. Entonces hay que parar. Respirar. Y ver esto como una oportunidad para intervenir, para crecer, para enseñar.
Sin castigar, porque esto puede hacer que se reproduzca la misma violencia que se quiere frenar. Así que más bien, hablar con el niño y entender sus motivos por el cual lo causo.
2Hablar con la escuela
Ver cómo se está abordando el tema. Porque a veces no es bullying aún, sino un conflicto que está escalando. Y si se trabaja a tiempo, se puede frenar. También en casa hay que mirar: ¿qué está pasando? ¿Cómo estamos resolviendo los conflictos? ¿Qué modelos les damos a nuestros hijos?
4Buscar ayuda profesional
No estamos solos, hay recursos, hay gente formada para acompañar estos procesos.
5Acompañar al hijo con amor y con firmeza
No justificar, pero tampoco destruir. Mostrarle que hay otra forma de relacionarse, y que puede cambiar.
6Reconocer su valor como persona
El cual no está determinado por sus errores, pero sí tiene que asumir las consecuencias de lo que hace. Porque ser responsables también es una forma de crecer. "En especial, acompañar ese proceso con fe puede ser muy poderoso. Desde el perdón, desde la esperanza, desde la certeza de que siempre se puede volver a empezar. Y no es algo mágico, no es que rezas y todo se arregla", comentó.
Yohana Rodríguez, Aleteia
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