viernes, 14 de febrero de 2025

Marianne Durano: «La retórica del "proyecto de hijo" me parece un error lógico, conceptual y moral»

 La filósofa francesa combate el cálculo y el pesimismo sobre el futuro como lastres de la natalidad, hijos del consumismo y la falta de imaginación.

Marianne Durano es profesora de filosofía y sostiene que las grandes 'victorias' del feminismo refuerzan la dominación masculina.


Las extensas capas de población que se han propuesto activamente no tener hijos constituyen uno de los principales obstáculos para intentar evitar el suicidio demográfico de Occidente, y luego del mundo entero. Entre quienes combaten sus argumentos con mayor eficacia figura Marianne Durano, profesora de filosofía y autora de varios libros donde explica el sinsentido de quienes renuncian a la natalidad por el futuro del planeta, como el reciente Nacer o la nada (Desclée de Brower).

Élisabeth Geffroy la ha entrevistado como parte del muy completo dossier consagrado al movimiento No Kids [Sin Hijos] en el nº 376 (enero de 2025) de La Nef.

- Hoy, en la era de la urgencia ecológica, parece que casi tenemos que justificar más tener hijos que no tenerlos: la carga de la prueba se ha desplazado. ¿Cómo interpreta esto? ¿Qué significa?

-Según un sondeo del IFOP para la Fundación Jean Jaurès, el 65% de los franceses teme el hundimiento de nuestra civilización: el 27% por razones ecológicas, el 15% por las oleadas migratorias incontroladas, el 14% teme una guerra civil, mientras que el 32% apuesta por un deterioro progresivo de nuestras condiciones de vida. En este contexto, no es de extrañar que el 30% de las francesas en edad fértil declaren que no quieren tener hijos. He querido tomar nota de estos temores generalizados de colapso, sin comentar su pertinencia.

»Sea cual sea el escenario imaginado, el problema filosófico sigue siendo el mismo: ¿qué sentido tiene transmitir la vida en un mundo en crisis? Hay que empezar por distinguir entre dos cuestiones: la superpoblación y nuestra ansiedad ante el futuro. ¿Debemos proteger el planeta limitando los nacimientos, o proteger a nuestros hijos de un futuro catastrófico no trayéndolos al mundo? Fue esta segunda pregunta en particular la que me pareció pertinente desde un punto de vista filosófico. En primer lugar, porque plantea una contradicción lógica: ¿cómo podemos proteger a alguien negándole la existencia? ¿Cómo podemos defender a los vivos cuando negamos lo que nos hace ser lo que somos, es decir, nuestra capacidad de transmitir vida?

»En segundo lugar, porque plantea algunas cuestiones existenciales muy profundas: ¿qué hace que una vida merezca la pena? ¿Qué depende de nosotros y qué no? ¿Qué nos queda por transmitir? Mejor aún, esta angustia revela, en mi opinión, una crisis de nuestra imaginación, tan contaminada por imágenes de felicidad consumista que nos resulta más fácil prever el fin de la humanidad que el fin del capitalismo. Cuando oímos, por ejemplo, que se supone que un niño cuesta a sus padres una media de 300.000 euros desde el nacimiento hasta la edad adulta, ¡tenemos todo el derecho a preguntarnos por nuestros criterios de buen vivir y nuestra actitud ante la vida! Esta cifra ha sido propuesta por el banco de inversiones británico Moneyfarm [La Granja del Dinero], cuyo nombre por sí solo nos dice mucho sobre nuestra relación con la vida, y obviamente sólo tiene en cuenta a los llamados países desarrollados. 

  • Una entrevista a Marianne Durano en Sud Radio sobre su libro.

»Nuestra sociedad occidental, extraordinariamente privilegiada según los criterios históricos y los de los países en desarrollo, es reacia a asumir el riesgo de vivir. Pero entonces, ¿qué sentido tiene tanta riqueza, adquirida a costa de tanta destrucción, si no merece la pena vivir y transmitir la vida?

- ¿Cómo analiza Marx el concepto y el miedo a la "superpoblación"? ¿Qué relación establece con la lógica estructural del capitalismo?

-Marx es interesante porque fue uno de los primeros críticos del maltusianismo. Para él, la superpoblación era un concepto muy cómodo, que permitía enmascarar las desigualdades afirmando que el problema no era que hubiera demasiada pobreza, sino demasiados pobres. Cabe señalar de paso que la Iglesia católica retomó esta crítica en las tres Conferencias Internacionales sobre Población y Desarrollo, en 1992, 1994 y 1997... Marx afirma que la "superpoblación" es una forma de poner a los individuos en competencia entre sí, sin cuestionar la gestión de los recursos comunes. Mejor aún, llega a demostrar que la "superpoblación relativa" no es más que el correlato de la superproducción y la mecanización, que estructuralizan el paro y la pobreza creando cada vez más riqueza, al tiempo que aumentan las desigualdades.

Marianne Durano, 'Naître ou le néant'.

'Nacer o la nada' (Desclée de Brower), título que evoca 'El ser y la nada' de Jean-Paul Sartre pero en un sentido epistemológico y moral muy distinto, es la más reciente obra de Marianne Durano, donde se plantea 'por qué tener hijos en tiempos de derrumbe'.Desclée de Brower

- Con Aristóteles, usted cuestiona la pertinencia del término "elección" aplicado al niño, prefiriendo la alternativa entre "rechazo" y "consentimiento": ¿puede explicárnoslo?

-Aristóteles estableció una distinción entre la elección, que se refiere a los medios y cuya realización depende de nosotros, y el deseo, que se refiere a los fines y cuya realización no depende de nosotros. Tener un hijo es un deseo, no una elección: ¡las parejas que esperan tener hijos pueden dar fe de ello! Un hijo no es el resultado de un proceso técnico controlado -so pena de instrumentalización- sino una alteridad que hay que recibir

»Porque el parto es siempre un encuentro, la acogida de un impulso vital que me atraviesa, mi libertad consiste en consentir -o no- este acontecimiento. Por eso, no tener un hijo significa poner obstáculos deliberadamente a su concepción, mientras que acogerlo es simplemente dejarse vivir. La retórica del "proyecto de hijo" me parece un error lógico, conceptual y moral, que cosifica al niño y ejerce una enorme presión sobre los hombros de los padres, a los que se emplaza a "llevar a buen puerto" su proyecto de hijo, y se les deja solos ante esta responsabilidad, una responsabilidad que se supone han decidido cuidadosamente. Pero todos los padres saben muy bien que, por el contrario, ¡los niños ponen patas arriba todos nuestros planes y prejuicios!

- ¿En qué sentido tener un hijo no es un asunto puramente privado o un repliegue en el estrecho mundo de la "esfera familiar"?

-En los Principios de la Filosofía del DerechoHegel muestra que el parto es precisamente lo que nos lleva de la moral subjetiva, individual y privada, a la moral objetiva, política y cívica. En primer lugar, porque no educamos a un niño para nosotros mismos, sino para la ciudad. En segundo lugar, porque, como decía Hannah Arendt, "el nacimiento es la categoría política por excelencia". 

»No sólo todos nuestros compromisos son vanos sin generaciones futuras que los perpetúen, sino que la posibilidad misma de un mundo humano, de una cultura común, presupone el nacimiento de niños humanos, que serán como un vínculo entre el presente y el futuro. Por último, la "novedad radical" que cada persona introduce en el mundo al nacer es un remedio contra la desesperación y el desentendimiento político. Es imposible decir "Después de mí, el diluvio" cuando son mis hijos los que corren peligro de ahogarse en él.

- ¿En qué condiciones engendrar puede considerarse la "cumbre de la virtud", como usted dice?

-Me basé en los análisis de Hans Jonas (1903-1993), a quien a menudo se reduce al principio de responsabilidad, sin darse cuenta de que hizo del nacimiento el fundamento de su moral y de su política ecológica. En primer lugar, los niños son aquellos a quienes debemos todo, incondicionalmente y sin esperar nada a cambio. Los padres jóvenes lo saben muy bien. Jonas hace de la relación con el recién nacido, tan frágil y dependiente, el arquetipo de todas las relaciones morales

»Es este modelo el que le permite reflexionar sobre nuestros deberes para con las generaciones futuras: basta con extender al conjunto de la especie humana las exigencias morales que planteamos espontáneamente a un niño pequeño. Mejor aún, para Jonas, la existencia misma de seres humanos capaces de sentirse responsables de toda la biosfera es el primero de todos los imperativos categóricos: que haya seres humanos, que el mundo siga siendo humano.

- Usted establece una convergencia que podría parecer incongruente entre el pensamiento de Michel Foucault y la visión cristiana del amor y del parto: ¿puede explicar este acercamiento?

-Ya conocía los análisis de Foucault sobre el biopoder, la gestión de la población, la injerencia del Estado en el comportamiento sexual y procreador de sus ciudadanos, etcétera. Pero fui la primera en sorprenderme cuando descubrí la edición póstuma, en 2018, del último volumen de su Histoire de la sexualité, titulado Les Aveux de la chair, y dedicado a los primeros siglos del cristianismo. 

»En él encontré luminosos análisis de Clemente de Alejandría Juan Crisóstomo, que se hacían eco increíblemente bien de la problemática de mi libro. Los Padres de la Iglesia escribían en una época en la que la gente esperaba el regreso inminente del Mesías, y en la que las herejías encratitas intentaban disuadir a los creyentes de tener hijos. Michel Foucault, obviamente a la distancia de un historiador de su tema, presentó sus argumentos de una manera extremadamente relevante, y me sorprendió encontrar muchas respuestas a mis preguntas en sus escritos.

ReL

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