domingo, 16 de febrero de 2025

Los enormes beneficios psicológicos de ser un católico contemplativo

Interesantes consejos de Marian Rojas Estapé.

Pablo Motos y Marian Rojas Estapé conversan con Trancas y Barrancas.El Hormiguero.

 

El pasado martes estuvo en El Hormiguero Marian Rojas Estapé, una de las psiquiatras de mayor renombre en el panorama actual. Pues bien, tras escuchar con avidez su intervención, pude comprobar que lo esencial de la psicología está íntimamente ligado con las enseñanzas del Evangelio; y con el Catecismo de la Santa Madre Iglesia.

Para empezar, la prestigiosa psiquiatra dijo que la depresión y la ansiedad son las dos grandes enfermedades del siglo XXI; la primera, causada por la falta de reconciliación con el pasado; la segunda, por estar excesivamente preocupados por el futuro; habida cuenta de que ambas cosas nos disuaden de vivir el presente con plenitud y armonía.

En lo que se refiere a la falta de reconciliación con el pasado, la Iglesia católica pone a disposición de nosotros el sacramento de la Confesión -y las indulgencias plenarias a lo largo de este Año Jubilar- para que erradiquemos de un plumazo la culpa por los pecados cometidos en el pasado; con la máxima de que, como nos alentaba San Pablo, sustituyamos al hombre viejo por el hombre nuevo.

El Evangelio de San Mateo no puede ser más meridiano en lo concerniente a estar extremadamente preocupados por nuestro porvenir: “No andéis preocupados diciendo: ¿qué vamos a comer, qué vamos a beber, con qué nos vamos a vestir? Por todas esas cosas se afanan los paganos. Bien sabe vuestro Padre celestial que de todo eso estáis necesitados. Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se os añadirán. Por tanto, no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación. A cada día le basta su contrariedad” (Mt 6, 24-34).

Por otro lado, la doctora Rojas Estapé nos previno de uno de los grandes motores de la ansiedad, el exceso de dopamina y la intoxicación de cortisol: la sobreestimulación, generada por los estruendos, las luces y las pantallas. Nos habló de los inenarrables beneficios de refugiarnos en el silencio contemplativo, para recomendar la oración de los católicos como una maravillosa manera de escaparnos de ese mundanal ruido que nos tiene extasiados. Marian dejó diametralmente claro que la persona necesita momentos de desconexión, de silencio y reflexión, porque atenta contra nuestra naturaleza el hecho de vivir estabulados en la cultura de los estímulos permanentes.

Para ello, recomiendo con especial énfasis asistir a Adoraciones Eucarísticas, por obsequiarnos con un interludio silencioso y reflexivo en compañía del mismísimo Jesucristo. De hecho, todos los fieles que conozco han salido renovados después de practicarla; porque adorar a Dios en cuerpo presente nos eleva a un estadio de tranquilidad inefable, muy superior al que podemos obtener a base de hacer deporte o disfrutar de una actividad lúdica. Ese estadio de tranquilidad tan especial se llama Paz, algo que supera con creces a la mera relajación. Prueba poner esto en práctica y luego me cuentas el resultado.

También, la doctora Rojas estaba consternada por el hecho de que tuviésemos cada vez menor apego a la lectura, por culpa de esta sobreestimulación desencadenada por los ruidos, las luces y las pantallas, que son más divertidas.

Con esta realidad encima de la mesa, me parece imprescindible que nos volvamos a zambullir en la lectura espiritual, porque, además de obsequiarnos con un momento de desconexión intelectual que reduzca nuestra sobreestimulación, nos concede el privilegio de escuchar la voz de Dios. Cuando rezamos, somos muy dados a hablarle al Señor, pero, para escucharle, es imprescindible leer su Palabra.

La insigne psiquiatra recomendó, a un joven un tanto alterado por los estímulos de los ruidos, las luces y las pantallas, que dedicase un rato a escuchar a un matrimonio de personas muy mayores, por mucho esfuerzo que le costase permanecer inmóvil escuchando las historias y las preocupaciones de dos viejecitos entrañables; ello con el objetivo de que aprendiese a escuchar con quietud los problemas de los demás, como manera de dominar sus impulsos ante el fantasma de la sobreestimulación.

Así pues, este Año Jubilar no puede ser más idóneo para ejercitar las catorce obras de misericordia, porque, además de servir a Dios y al prójimo (y de mermar nuestros niveles de cortisol), nos brinda la posibilidad de obtener hasta dos indulgencias plenarias ¡al día! Una, en beneficio de quien la obtiene, y la otra, en auxilio de las almas del Purgatorio.

Estas catorce obras de misericordia están divididas en dos bloques, que son las corporales y las espirituales. Entre las primeras, figuran la siguientes: visitar a los enfermos; dar de comer al hambriento; dar de beber al sediento; dar posada al peregrino; vestir al desnudo; visitar a los presos; y enterrar a los difuntos. En la segunda categoría, se encuentran: enseñar al que no sabe; dar buen consejo al que lo necesita; corregir al que se equivoca; perdonar al que nos ofende; consolar al triste; sufrir con paciencia los defectos del prójimo; y rezar a Dios por los vivos y los difuntos.

En resumen, no hay mejor cura para el exceso de dopamina y la intoxicación de cortisol que poner en práctica estas catorce obras de misericordia.

Por último, la doctora Rojas Estapé incidió en que el vivir con sentimientos de rencor, además de elevar nuestros niveles de cortisol, puede llegar a perjudicar nuestra salud. Como remedio a esta amenaza, vuelvo a mencionar dos de las catorce obras de misericordia: perdonar al que nos ofende; y sufrir con paciencia los defectos del prójimo.

Esta liberación del rencor, que tan magníficos efectos puede proporcionar tanto a nuestra salud mental como física, no puede encontrarse más en sintonía con el mensaje principal de la fe católica: amar a aquellos que no nos aman y que incluso nos desagradan, como imitación de Jesucristo, quien llegó al punto de dejarse crucificar por amor a todos nosotros. Quien sólo ama a quienes le despiertan simpatía no está imitando la manera de amar de Jesucristo. 

Ignacio Crespí de Valldaura, ReL

Vea también      El crecimiento en la caridad







No hay comentarios:

Publicar un comentario