Una experiencia mística en una abadía dio un vuelco a su vida
De Mao a Jesús. Este es el título del libro y también el resumen de la vida que ha hecho público Pierre-Alban Delannoy, un veterano activista de la extrema izquierda más violenta en Francia, un activo militante en el Mayo del 68 que acabó en la cárcel por sus actos violentos, y que quería imponer en Francia el modelo comunista chino.
Tras una experiencia mística, este antiguo profesor universitario ha cambiado a Mao por San Bernardo de Claraval, el Libro Rojo por la Regla de San Benito. Y la comuna por el ora et labora junto a una abadía. Y así es como desde su conversión vive a apenas 500 metros del lugar fundado por San Bernardo, se dedica a dar a conocer la obra de este santo y vive su fe en un grupo de laicos que lleva una vida de tipo monástica.
Este doctor en Ciencias de la Información y profesor en la Universidad de Lille nació en 1948 y creció en un ambiente católico, aunque ya desde su adolescencia entró en contacto con grupos católicos que acabaron politizándose hacia la izquierda radical. “Hubo una gran confusión en la JOC (Juventud Obrera Cristiana) entre el mensaje del Evangelio y la acción política”, asegura. Creían que el mensaje de Jesús sólo se podía poner en práctica a través de esta acción social.
Miembro de grupos maoístas violentos
El siguiente paso fue con apenas 20 años entrar directamente en la lucha política a través de grupos de extrema izquierda maoístas como Gauche Proletarienne, un grupo que acabó derivando en acciones violentas e incluso terroristas.
En esta apuesta por la lucha directa y por la imposición del maoísmo, Pierre se infiltró de manera organizada en fábricas como un obrero más para provocar huelgas brutales, incidentes y levantar a los trabajadores contra los empresarios, a los que luego su grupo atacaba.
Al final este joven extremista acabó en la cárcel por todos los actos violentos y de ataque al Estado que había provocado. “Trabajar en las fábricas nos cambió, pero esto no cambió el mundo. La idea era responder a un eslogan: ‘servir a la gente’”. Sin embargo, con el paso del tiempo tanto él como otros miembros de su grupo se dieron cuenta que estaban fuera de la realidad “y que los trabajadores no nos necesitaban para sus luchas porque nos habíamos convertido en un grupo terrorista”.
Los actos violentos, "grietas en su corazón"
Así en 1973 dejó el grupo, completó los estudios que había abandonado para dedicarse a esta causa y empezó a ejercer como profesor aunque siempre desde una activa militancia izquierdista, en este caso la acción sindical.
Pero poco a poco algunos interrogantes llegaban a él sobre las causas que había defendido: “La violencia había sido legitimada por la acción colectiva, por la necesidad de cambiar la sociedad”. Pero empezaba a arrepentirse de sus acciones. “Me entristecían estos actos, estas acciones causaron grietas en mi corazón y con el tiempo se fueron haciendo más grandes”, explica.
Poco a poco el corazón de Pierre-Alban Delannoy se fue transformando aunque aún le quedaba mucho para su conversión. Sin embargo, Dios le iba a ir preparando poco a poco para aquel momento.
Tres elementos que le fueron llevando a Cristo
Debido a sus estudios investigó el Holocausto contra los judíos. Esto le fue acercando a la espiritualidad del judaísmo, a estudiar hebreo y a empezar a leer la Escritura.
La experiencia en la cárcel le había marcado. Y como consecuencia de esto se produjo otro hecho que le fue acercando poco a poco al cristianismo sin saberlo. Pierre mantuvo correspondencia con un condenado a muerte, y en estas cartas hablaban largamente sobre Dios.
Él mismo afirma que fueron tres cosas las que le hicieron “vulnerable” a la llamada de Cristo: “Un estado de salud deplorable es una escuela de humildad; el conocimiento del Holocausto a través de mi trabajo; y el contacto regular con presos estadounidenses condenados a muerte a los que escribí”.
La experiencia mística en la abadía benedictina
Así, sin darse cuenta de Mao estaba pasando a Cristo aunque el proceso todavía estaba en marcha. “En cierto modo –señala- siempre he tratado de servir a la gente. Y pasé de una lucha política a una lucha contra mí mismo”.
En la abadía de Fontgombault vivió una experiencia mística que transformó su vida
Pero fue en 2005 cuando Pierre tuvo una experiencia mística que le transformó de inmediato y le llevó de lleno a la Iglesia Católica. Se vio obligado, “a regañadientes”, a acompañar a su madre a una misa de domingo en la abadía benedictina de Fontgombault. Acabó yendo, pero con una “disposición hostil”, recalca.
“Había ido para acompañar a mi madre a misa y fui visitado por Cristo. Eso lo sentí físicamente”, cuenta sobre esta experiencia mística. Así, relata que “de repente me sentí atado a la asamblea, a los monjes en el coro, a sus canciones y a la propia abadía”.
Pierre recuerda verse como si todos los allí presentes, él incluido, fueran un solo cuerpo. “Aunque muchas cosas no me gustaban de la Iglesia dije: ¡Quiero esto!”.
Un nuevo estilo de vida monástico
Este antiguo activista de izquierdas volvía a la Iglesia que había abandonado casi en la infancia. Echando la vista atrás asegura que “la vida es una continuidad total. Son estas rupturas las que alimentan el camino. No tuve vidas diferentes, mi vida y mi búsqueda espiritual son el resultado de un viaje”.
Fascinado por esta vida monástica empezó a leer y a investigar sobre San Benito y San Bernardo de Claraval. En 2007 supo que había laicos que vivían en comunidad siguiendo la regla benedictina y decidió adoptar este tipo de vida. “Hablé de inmediato con esta comunidad donde podría rezar y vivir como cisterciense”. Este lugar era una “fraternidad” situada cerca de la antigua abadía de Claraval.
Ahora vive allí y sigue desde su estado laico siguiendo el ora et labora, que le “ayuda a mantenerse en contacto con Cristo. Con la comunidad monástica asiste a los servicios religiosos a lo que añade su tiempo de oración personal. Con respecto al trabajo sigue escribiendo, investiga, hace una labor divulgativa de los santos mientras además cuida los espacios verdes de la fraternidad y visita a los presos de una cárcel cercana.
Javier Lozano / ReL
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