Gabriela Bossis, Diario 'Él y yo'
1049. 1 de enero de 1941. Después de la comunión, cuando yo Le pedía la consigna del año, Me dijo: "Tu consigna es creer en el Amor. La Fe en Mi Amor. Y como práctica de penitencia: Modera la prontitud de tus acciones. Un tiempo de espera, que será para Mí, antes de que hagas algo."
1050. 1 de enero de 1941. Yo Le pedía al Señor una Gracia. Me dijo. Si es el amor el que le pide cosas al Amor, Este no puede negar nada. Pero si son el interés o el temor los que piden cosas al Amor, el Amor escucha desde lejos."
1051. 2 de enero de 1941. Yo Lo miraba llorar en el huerto de los Olivos y Le pedía que dejara caer Sus lágrimas en mi corazón. El: "Sí. Yo veía en aquellos instantes todos los consuelos que Mis almas amigas iban a darme durante el curso del tiempo. Veía su gran deseo de sufrir en Mi lugar y Yo dirigía hacia ellas los Méritos de aquella horrible Agonía. Porque Mi Mirada abarcaba desde el primer hombre hasta el último. ¡Qué peso, hija, para un Expiador ¡Qué cortejo de crímenes, de corruptores, de ingratos, que han rechazado Mi Amor! Porque a vosotros os es natural amar a alguno que os ha sacado de un gran peligro; pero a Mí, que os he librado del Infierno, ¿por qué no se Me ama? Al que ama todo se le perdona.
"Y otra vez te lo digo: es preciso creer en el Amor de Cristo; de otro modo se le causa pena, como os apenaríais vosotros si un amigo os dijera que todo vuestro afecto es falso. Os sentiríais heridos y os mantendríais en reserva. Por manera semejante, vuestras faltas de Fe en el Amor detienen Mis Dones; Yo Me espero, por el temor de aumentar vuestra ingratitud. Pero entonces, si me llamáis, ahí estoy Yo inmediatamente dispuesto a levantaros.
"Acuérdate: cuando eras pequeña y querías buscarme, te escondías en el cuarto obscuro, detrás de la cocina de tu abuela; allí, en un rincón, había una gruesa colchoneta enrollada verticalmente, tú entrabas en ella y cuando alguien preguntaba ‘¿dónde está Gabriela?’, tú pensabas: 'estoy con Dios'. Y recordarás también que en las tardes de verano en Le Fresne te ibas tú sola a la terraza para buscarme entre el Loira y las estrellas. Y decías: ‘Voy a pensar”. Y a Quién buscabas era a Mí. Y Yo Me dejaba coger, pero tú no lo sabías aún. ¡Cuánto te he amado, hija!"
"Y otra vez te lo digo: es preciso creer en el Amor de Cristo; de otro modo se le causa pena, como os apenaríais vosotros si un amigo os dijera que todo vuestro afecto es falso. Os sentiríais heridos y os mantendríais en reserva. Por manera semejante, vuestras faltas de Fe en el Amor detienen Mis Dones; Yo Me espero, por el temor de aumentar vuestra ingratitud. Pero entonces, si me llamáis, ahí estoy Yo inmediatamente dispuesto a levantaros.
"Acuérdate: cuando eras pequeña y querías buscarme, te escondías en el cuarto obscuro, detrás de la cocina de tu abuela; allí, en un rincón, había una gruesa colchoneta enrollada verticalmente, tú entrabas en ella y cuando alguien preguntaba ‘¿dónde está Gabriela?’, tú pensabas: 'estoy con Dios'. Y recordarás también que en las tardes de verano en Le Fresne te ibas tú sola a la terraza para buscarme entre el Loira y las estrellas. Y decías: ‘Voy a pensar”. Y a Quién buscabas era a Mí. Y Yo Me dejaba coger, pero tú no lo sabías aún. ¡Cuánto te he amado, hija!"
ReL
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