No podemos responder en bloque: “Sí, debemos obligar al niño a hacer todo lo que creemos que es bueno para él”, o “No, no se trata de obligarlo, porque el amor de Dios implica una elección libre”. La respuesta no puede ser otra cosa que más detallada y más respetuosa de las distintas situaciones.
La Misa, un encuentro de amor
El niño no necesariamente sabe desde el principio qué es lo mejor para él. Lo que es cierto en el ámbito material también lo es en el ámbito espiritual. Así como lo obligamos a comer porque lo necesita para vivir, debemos animarle a realizar ciertos actos para vivir su Fe.
“¿No es la Misa, en primer lugar, un encuentro de amor? ¿Qué sentido tiene obligar a un niño a ir a misa?”. Es absolutamente cierto que la Eucaristía es un encuentro de amor, pero también es cierto que el verdadero amor se construye en la fidelidad y que la fidelidad presupone que uno no depende de sus gustos y aspiraciones en ese momento. Todos los esposos lo saben.
Ayudar al niño a ser fiel a Dios
Animar a un niño a ir a misa es ayudarlo a responder al amor de Dios de una manera duradera y fiel. Es para enseñarle que la vida cristiana no progresa a través de deseos e impulsos sentimentales y románticos. Es invitarlo a descubrir que la calidad de nuestro amor a Dios no se mide por lo que sentimos, sino por la calidad de nuestra humilde fidelidad.
Christine Ponsard Edifa, Aleteia
No hay comentarios:
Publicar un comentario