martes, 27 de febrero de 2018

La poeta que emociona con versos de “instrucciones” a sus 3 hijos

Magdalena Sánchez Blesa graba con su voz los valores que quiere transmitir a los pequeños "para que el mundo vaya un poquito mejor".

Quien crea que el perfil de poeta contemporánea es el de una mujer que heredó un gran patrimonio familiar y puede aislarse del mundo para contemplar las musarañas, ha de toparse con Magdalena Sánchez Blesa.
Esta mujer ha roto el saque de muchos con“Instrucciones a mis hijos”, un poema que es todo un programa de vida para los más pequeños de su familia, a lo que se suma su condición de licenciada en Filología Hispánica, cocinera y propietaria del restaurante Nuevo Paraje de Moriana (en Alhama de Murcia).
Además, ha sido productora de una película nada convencional sobre las aventuras de una familia acosada por un desahucio, en la que también participó como actriz.
el ayunoY para remate, desde junio de 2017 Magdalena lucha contra un cáncer de mama. Dos meses antes, como voluntaria recitaba unos versos a personas afectadas por la enfermedad sin imaginar que pronto estaría “en el patio de butacas”.
Ella se define “por encima de todo madre y, en segundo lugar, poeta”, como subraya en una reciente entrevista en la televisión de su comarca murciana. 
Ha publicado ya cuatro libros de poesía y a nadie pasa desapercibida la insólita personalidad de esta mujer, que es luchadora y trata de escribir ahora para sus hijos todo aquello que les ha ido enseñando también en el día a día: los valores.
Sin operaciones de marketing y con mucho coraje, ahí está ese poema que ha crecido hasta los cientos de miles de personas interesadas en él. Lo ha grabado para Youtube y su Facebook en varias ocasiones, una de ellas con sus tres hijos en voz en off y otra con su hija a dúo. Pertenece al cuarto libro, “Manual para mis hijos”.
Sus mensajes son abiertamente positivos. Es una madre que habla desde el cariño e infunde coraje, con frases como “sed palanca y rueda”“prestad vuestra vida, regaladla entera”“aunque fuese a gatas, llegad a la meta”. Les recuerda lo importante que es la alegría, el espíritu de servicio, el valor, la familia, la comprensión, la paz…
Lo hace, según ha explicado la autora muchas veces, “para que el mundo vaya un poquito mejor”.
La letra de “Instrucciones a mis hijos” es como sigue:

Jamás un conato de daros la vuelta
Jamás una huida, por muchos que sean
Jamás ningún miedo, y si acaso os diera,
Jamás os lo noten, que no se den cuenta
Jamás un “me rindo”, si no tenéis fuerzas
Aunque fuese a gatas, llegad a la meta
Que nadie os acuse… ¡miradme a la cara!
Que nadie os acuse de dejar a medias un sueño imposible…
(Si es que los hubiera)
Yo no los conozco,
Y mira que llevo yo sueños a cuestas
Jamás, y os lo digo como una sentencia, ¡miradme a la cara!
Jamás en la vida paséis por el lado de cualquier persona sin una sonrisa
No hay nadie en el mundo que no la merezca
Hacedle la vida más fácil, ¡miradme!
A cada ser vivo que habite la tierra
Jamás se os olvide que en el mundo hay guerra
Por pasar de largo sin gloria ni pena delante de un hombre
Y no preguntarnos qué sueño le inquieta
Qué historia le empuja,
Qué pena lo envuelve,
Qué miedo le para,
Qué madre lo tuvo,
Qué abrazo le falta,
Qué rabia le ronda,
Qué envidia lo apresa…
Jamás, y los digo faltándome fuerzas,
Si el mundo se para,
Os quedéis sentados viendo la manera de que otro lo empuje
Remangaos el alma,
Sed palanca y rueda,
Tirad de la vida vuestra y de quien sea,
Que os falte camino,
Perded la pelea contra los enanos
No sed los primeros,
Que os ganen los hombres que no tienen piernas
No sabedlo todo,
Dejad que contesten los que menos sepan
Las manos bien grandes,
Las puertas abiertas,
Anchos los abrazos, fuera las fronteras
Hablad un idioma claro, que se entienda
Si estrecháis la mano, hacedlo con fuerza
Mirando a los ojos,
Dejando una huella
Prestad vuestra vida,
Regaladla entera
Que a nadie le falte ni una gota de ella
¡Cantad!
Que cantando la vida es más bella
Y jamás, os hablo desde donde nazca
El último soplo de vida que tenga,
Jamás una huida,
Por muchos que sean…

En televisión, Magdalena Sánchez Blesa mantuvo una entrevista el pasado mes de diciembre en las que aborda estas mismas ideas y se extiende sobre la enfermedad y sobre cómo afronta la vida:
 Dolors Massot, aleteia


Un ayuno cuaresmal de reenvíos negativos y debates que dividen: la propuesta del cardenal Omella


Recientemente, el cardenal Juan José Omella se encontró con
 un fiel desmotivado y triste antes los acontecimientos de Cataluña, 
hasta perder la "alegría interior". El arzobispo de Barcelona le felicitó: 
"Sí, felicidades porque has tomado conciencia de cómo un hecho exterior
 está afectando tu vida interior".

De eso va la Cuaresma, explica el purpurado en su carta semanal de este

 domingo: "Tomar conciencia es el primer paso para poder reorientar 
nuestra vida, para nuestra conversión personal", y eso exige también 
hechos exteriores, como tomar la ceniza o "un retiro espiritual más o 
menos largo". "Un día o unos días de retiro, lejos del ajetreo de la jornada, 
de la vida centrada en el trabajo profesional o en las tareas pastorales, nos 
abren al silencio, a escuchar nuestro interior y a escuchar la voz de Dios
que nos habla mediante inspiraciones profundas", afirma Omella.

Y el ayuno, claro. El prelado recuerda que "lo esencial del ayuno es ser capaz 

de no ser esclavo de aquello que nos aparta de Dios. El ayuno nos hace 
caer en la cuenta de cómo las imágenes, los objetos y las sensaciones que nos 
rodean reclaman nuestra atención constantemente y nos distraen".

En ese sentido, propone una forma particular de ayuno para este año en 

que tan importante resulta "ser forjadores de concordia". Son tres 
propuestas:

"1. Ayuna del reenvío de mensajes controvertidos en las redes sociales. Necesitamos una distancia y un cierto humor. Sólo reenviémonos mensajes 

que regalen alegría y paz. Las noticias dejémoslas para los medios de 
comunicación.

»2. Ayuna de aquellas conversaciones que ya sabemos previamente que no 

llevan a nada positivo y que pueden perjudicar nuestra relación. Ayudémonos a cambiar de tema cuando alguno de nosotros comience.

»3. Ayuna de todo aquello que pueda crear división. Este es un tiempo ideal

 para redescubrir todo lo que nos une y tenemos en común".

Carta dominical
El mejor ayuno para esta Cuaresma
Carta dominical del cardena arzobispo de Barcelona, Juan José 

Omella, 18 de febrero de 2018
Hace unos días, hablé con una persona que me decía: «Soy cristiano de toda l

a vida, pero todo lo que hemos vivido estos últimos meses en nuestro país me 
ha desorientado hasta el punto de perder la vitalidad y la alegría interior con 
que vivía antes». «Felicidades», le respondí. «Sí, felicidades porque has 
tomado conciencia de cómo un hecho exterior está afectando tu vida interior». Tomar conciencia es el primer paso para poder reorientar nuestra vida,
 para nuestra conversión personal.

«Convertíos y creed en el Evangelio». Esta es la invitación de Jesús al inicio 

de su actividad misionera, que la reforma litúrgica ha recuperado para el rito 
de la imposición de la ceniza al principio de la Cuaresma.
La Cuaresma es un buen tiempo para revisar nuestra vida interior. Hay 

muchos cristianos, especialmente agentes de pastoral, que en este tiempo
 cuaresmal participan en un retiro espiritual más o menos largo. Un día o 
unos días de retiro, lejos del ajetreo de la jornada, de la vida centrada en 
el trabajo profesional o en las tareas pastorales, nos abren al silencio, a 
escuchar nuestro interior y a escuchar la voz de Dios, que nos habla 
mediante inspiraciones profundas.

Volver a dejar que Dios ocupe el centro de nuestra vida y poder experimentar 

cómo esto nos ayuda a recuperar el tono vital, es nuestra gran conversión, 
el gran cambio de orientación en nuestra vida. El retiro espiritual provoca 
este cambio de lugar y de ritmo, este dejar tiempo para escuchar nuestro 
interior, este ponernos en contacto con la Palabra de Dios, este abrirnos al acompañamiento espiritual que posibilita que nos demos cuenta de cómo 
estamos realmente, de lo que nos ayuda y de qué deberíamos ayunar para 
recuperar el tono vital interior.

Lo esencial del ayuno es ser capaz de no ser esclavo de aquello que nos aparta de Dios. El ayuno nos hace caer en la cuenta de cómo las imágenes, los objetos y las sensaciones que nos rodean reclaman nuestra atención constantemente y nos distraen.

Teniendo en cuenta el objetivo de ser forjadores de concordia que nos hemos marcado para este nuevo año, y enlazando con las palabras que me dijo la 

persona de la que hablaba al principio, dejadme ofreceros un posible ayuno 
para el tiempo de Cuaresma de este año. En este sentido, os invito y me invito 
a mí mismo a vivir estas propuestas:

1. Ayuna del reenvío de mensajes controvertidos en las redes sociales. 

Necesitamos una distancia y un cierto humor. Sólo reenviémonos mensajes 
que regalen alegría y paz. Las noticias dejémoslas para los medios de 
comunicación.

2. Ayuna de aquellas conversaciones que ya sabemos previamente que no 

llevan a nada positivo y que pueden perjudicar nuestra relación. Ayudémonos 
a cambiar de tema cuando alguno de nosotros comience.

3. Ayuna de todo aquello que pueda crear división. Este es un tiempo ideal

para redescubrir todo lo que nos une y tenemos en común.

Sólo son siete semanas. ¿Creéis que es posible? Pidamos, sin miedo, ayuda a

Dios. A Dios le encanta regalarnos su fuerza para alcanzar la concordia y la 
comunión en la diferencia. ¡Muy buena Cuaresma a todos!

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viernes, 23 de febrero de 2018

Era su cuarto embarazo, el médico le avisó de que ambas morirían, ahora tiene 9 hijos y un ángel

Nazaret vivió pocos minutos, pero cambió la vida de Irene y su familia para siempre
Era su cuarto embarazo, el médico le avisó de que ambas morirían, ahora tiene 9 hijos y un ángel
Israel e Irene tienen 9 hijos, además de la pequeña Nazaret que observa desde el cielo

Irene Alonso es una madre normal, al menos, eso dice ella. En su blog, 
Soy una Madre Normal (soyunamadrenormal.com), que cuenta con 
cientos de seguidores, se define como"especialista en nada y experta
 en todo".

Lo cierto es que las entradas que cuelga sobre su numerosa familia, que

fundó con su marido Israel, son ejemplo para muchas madres. Sus 
testimonios ayudan tanto a creyentes como a no creyentes.

En una entrada muy especial, publicada el pasado 31 de enero, explica como 

la enfermedad de su hija Nazaret, que vivió durante apenas unos minutos, 
insufló a su familia fe, esperanza y sanación para su matrimonio.
 Lo reproducimos a continuación por su alto valor espiritual.

***

Nazaret
Hoy es un día especial. Todos los 31 de enero lo son desde hace once años. Porque hoy hace años que nos asaltó el acontecimiento más 

impactante de nuestras vidas. Muchas veces me habéis preguntado, 
queríais saber más sobre nuestra experiencia en este sentido… Hoy me ha 
parecido un buen día para hacerlo.

Quiero hacerlo bien, sin entrar en tecnicismos ni términos médicos. Omitiré 

también algunas reacciones de algunos médicos, y el trato que nos dio alguno 
de ellos, porque esto no pretende ser un post de denuncia y quiero, que, a 
pesar de todo, nos quedemos con lo bueno.


Irene e Israel tienen 9 hijos

La historia de Nazaret comenzó un año antes de su llegada. Porque el 10 de febrero de 2006 nació nuestro tercer hijo, Fernando. El día de su nacimiento, y las semanas que le siguieron, fueron nuestro primer contacto con el sufrimiento real desde que nos casamos cinco años antes. Fernando fue prematuro y aparte de la prematuridad tuvo serias complicaciones derivadas de su ingreso, que fue larguísimo. Resultó contagiado de una meningitis; bacteria que le tuvo al borde de la muerte. Gracias a Dios superó todo aquello, y pese a los malos pronósticos, no tuvo apenas secuelas. La secuela más grande había quedado en nuestros corazones.
Es cierto que, durante todo el proceso de su enfermedad e ingreso, largo, tedioso, y lleno de subidas y bajadas, yo me sentí fuerte, y muy sostenida. Pero cuando pasaron unos meses, y viendo que el niño salía adelante, empecé a tener miedo. Miedo de pasar otra vez por lo mismo. Las que hayáis pasado por algo así me entenderéis (…). No quería de ningún modo volver a pasar por aquello. Y por eso decidí que no quería más hijos. Si no había bebé, no había sufrimiento posible, esa ecuación tan chula me monté en mi cabeza.



Éxito terrenal, fracaso espiritual
Esta época coincidió con un tiempo en el que humanamente nos iba fenomenal. El trabajo de Israel iba viento en popa, ganábamos muchísimo dinero, nos relacionábamos con gente de alto standing… pero estábamos perdiendo la fe. Sé que muchos de los que me seguís no tenéis fe, y os respeto de corazón y os quiero, creo que eso lo sabéis. Pero me vais a perdonar que en este post hable bajo este prisma, porque para mí no hay otro posible,espero que lo entendáis.
El caso es que, de cara al exterior, estábamos mejor que nunca, pero los cimientos de nuestro matrimonio se tambaleaban de una forma seria y tremendamente amenazante. Para nosotros, alejarnos de nuestra fe, supuso alejarnos el uno del otro también. Vivíamos inmersos en una crisis tremenda, y no dimos el paso de ir más allá por los niños… o por miedo, vete a saber. Bendito miedo.

El caso es que vivíamos totalmente aislados el uno del otro. Había poco entre nosotros.Sin embargo, las “casualidades” ocurren. Y sucedió que me quedé embarazada. Y no porque yo quisiera, porque las poquísimas veces que se daba la intimidad entre nosotros, yo ponía medios para que no sucediera. Quiero resaltar lo del yo. Porque esto es cómo lo viví yo, lo que yo sentía y cómo yo actuaba. Mi marido me da cien mil vueltas en todo.
Un embarazo no deseado
Así pues, aun poniendo medios, me quedé embarazada. Cuando me enteré, me sentó fatal. No os imagináis a qué niveles. Para mí fue un mazazo tremendo. Estaba sumida en una vorágine tremenda de vivir en mi egoísmo, no quería que nada ni nadie me sacara de mi zona de confort. Pensaba que ya había sufrido bastante y que me merecía disfrutar la vida. Y aquel embarazo venía a revolucionar mi vida (…).
Yo no quería ese bebé. Aborrecía el hecho de estar embarazada. No sentía ningún tipo de instinto, ni de ternura… Sentía que ese hijo venía a robarme la vida que yo me merecía. Lo que sí tenía claro por mis principios es que ese bebé nacería, la posibilidad de abortar no llegó ni a rondarme, afortunadamente.
El embarazo no solucionó nuestra situación matrimonial. Yo siempre lo he dicho, las parejas que buscan un hijo para solventar una crisis se equivocan, porque normalmente, sucede todo lo contrario. Con nosotros no fue una excepción. Los primeros meses transcurrieron con normalidad, pasé mis revisiones sin problemas, el bebé crecía y se desarrollaba correctamente, todos los exámenes médicos fueron normales. Mi cuerpo, sin embargo, seguía rebelándose contra ese embarazo… era superior a mis fuerzas (…).
Intercesión de la Virgen
En ese momento accedimos a ir al santuario de Loreto. Es un sitio increíble… Nos dijeron que podíamos pedir algo, una gracia, y nos aseguraron que nos sería concedida. Yo fui a este viaje con mi cesto de las chufas a cuestas, y seguía muy alejada de la fe. Pero en el fondo de mi corazón sentía que aquello era mi último recurso. Era profundamente infeliz, achacaba erróneamente mi infelicidad a mi embarazo, sin ser consciente de que la causa de ella era yo misma.
El caso es que sabía que tenía que cambiar. Sobre todo, por mis hijos, porque no se merecían que su madre estuviera siempre triste… Y no sé si por fe, o por desesperación, pero hice una petición a la Virgen. Le pedí que me concediera querer a ese hijo. Así de simple. Es duro, es muy duro para una madre tener que pedir esto. Querer a mi hijo. Debería ser algo natural, instintivo… pero yo no podía con ello.
Sin embargo, Ella sí pudo, y estando allí, en su casa, sentí algo nuevo. Seguía teniendo miedo, muchísimo, pero me reconcilié con mi situación y comencé a vivir mi estado en paz, que era lo que necesitaba. Aquel día decidí (puesto que ya tenía una Loreto) que, si era niña, se llamaría Nazaret.


Cáncer de embarazo
La situación con Israel, sin embargo, no mejoró demasiado. La brecha que se había abierto entre nosotros era demasiado profunda y encrespada, sabíamos que sería muy complicado recuperar lo que teníamos y en ocasiones seguía teniendo tentaciones de tirar la toalla. En estas circunstancias nos plantamos en el 31 de enero.
Yo me encontraba regular. Estaba muy cansada, la enana no dejaba de patalear por las noches y me pasaba las horas mirando al techo.
No me importaba nada, incluso estaba feliz por ello, porque aquellas noches acariciándome la tripita fueron una oportunidad de redimirme, y de alguna forma sentía que me reconciliaban con mi hija…sentía que necesitaba que ella me perdonara. Aquella mañana me sentía agotada, como sin fuerzas. Y me encontraba rara. Pensaba que estaba incubando la gripe, o algo así. Tenía revisión con la matrona, y como estaba pachucha, llamé a mi madre para que me acompañara.

Mi tensión arterial no estaba bien. Ella no le dio demasiada importancia, pero me dijo que fuera a urgencias para quedarme tranquila.
Avisé a Isra, y fuimos juntos. Cuando me miraron la primera vez, mi tensión había subido… me dolía todo el cuerpo y empezaba a tener un abotargamiento serio. Me hicieron una analítica urgente y me llevaron a hacer una ecografía. La imagen era impactante, hasta yo, sin ser médico, sabía interpretar que no era normal lo que se veía allí dentro… entonces empezaron las carreras. Nos metieron en una habitación solos y vinieron tropecientos médicos a explicarnos la situación.
Nos dijeron que lo que tenía se conocía como el cáncer del embarazo. La placenta era un puro tumor, y las células tumorales habían pasado a través de ella hasta la niña, que estaba invadida. Tenía tumores en el cerebro, en los pulmones, en los huesos… No sabíamos qué decir. Israel se atrevió a preguntar “¿Qué puede pasar?”. La respuesta fue clara: “cualquier cosa”. Nos parecía increíble, dos semanas antes nos habían dicho que todo iba perfecto… por lo que nos explicaron, el embarazo es pura reproducción celular, y este tipo de enfermedades avanzan a pasos agigantados.
"Moriríamos las dos"
Le dije al médico que cuidara del bebé. Que hiciera lo posible por salvarle. Aún a costa de mi vida. Pero él fue tajante. No se trataba de ella o yo. O intentaban hacer algo por separado, o moriríamos las dos. Nos pedían autorizar la inducción del parto. Nosotros no éramos capaces de decidirnos a hacerlo.
Yo estaba en la cama, conectada a mil máquinas, me habían puesto un carro de paradas al lado y una jeringuilla de adrenalina a los pies. El médico estaba a mi izquierda… me decía “O lo hacemos ya, o te mueres”. Israel a mi derecha, dándome besos en la mano “te necesitamos mucho”, me decía… y mi hija, dentro de mí, pateando sin parar… como diciendo “Eh, mamá…que yo también estoy aquí”. Todo lo que había sentido y vivido aquellos meses atrás se agolpó en mi cabeza, en mi corazón y en mi alma.
Nos dejaron un rato a solas. No podíamos ni mirarnos. Sabíamos que la niña era aún muy pequeña y nos moríamos de miedo por ella. Y también sabíamos que yo estaba mal, cada vez peor. Había empezado a hincharme y tenía ratitos de pequeñas pérdidas de conciencia. Pensábamos también en Miriam, en Loreto y en Fernando…Por primera vez en muchos meses rezamos juntos.
Dolor del alma
Hablamos con los médicos y lo prepararon todo de urgencia. El parto fue rápido… No recuerdo el dolor físico… recuerdo el dolor del alma. Nos dijeron que como la niña (digo niña porque ahora lo sé, en aquel momento aún no lo sabíamos) estaba muy enferma y débil, no sabían si sería capaz de sobrevivir al parto… Yo apenas tenía conciencia, empujaba hacia fuera con el cuerpo, y hacia adentro con el alma… Y lloraba sin parar. Y le pedía perdón.

Comencé a no ver bien, sólo destellos de luz, pero sí podía oír. La ginecóloga estaba sorprendida: “¡Mira! ¡Qué campeona! ¡Lo ha conseguido…! ¡Es una niña!”. (…) Perdí la conciencia unos segundos, y cuando la recuperé, habían cortado el cordón, a mí me llevaban corriendo y sólo escuché a mi marido decir: “Nazaret, yo te bautizo en el nombre del Padre…”, mientras me alejaban a toda prisa hacia el quirófano.
Ya no recuerdo más. Yo no llegué a ver a mi hija. Es un privilegio que solo tuvo Israel, y se lo merece, y sé que él lo guarda como el mayor de los tesoros de su corazón.
Yo no sabía qué había sido de la niña, pero el verlos a todos me hizo comprender de golpe. Israel se acercó, me acarició el pelo, me besó…y me dijo que me amaba. Pocas veces hemos usado esa palabra. Pero aquel día lo hizo.
De pronto, tenía un ángel
Es verdad que yo no conocí a mi hija, no la vi con mis ojos, pero desde aquel momento, empecé a verla con el alma. No tenía a mi bebé. De pronto tenía un ángel. 
Enterrar a un hijo es lo peor que te puede pasar, yo veía aquella cajita, tan pequeñita. No os imagináis qué dolor… preparamos la misa con esmero, pero yo no podía, no podía rezar. Sin embargo, allí estaba nuestra familia, nuestros hermanos, sosteniéndonos, haciendo por nosotros lo que nosotros no podíamos hacer. Mientras la tierra caía sobre su féretro, y yo sólo podía llorar, todo el mundo cantaba su fe en la vida eterna. No sabéis cuánto me sostuvo aquello.
Mi vida cambió. Nuestra vida cambió. De pronto ya no me creía la reina del mambo, de pronto era consciente de que todo lo que tengo es un regalo y de que yo no soy dueña de nada.


Yo creo que todos tenemos una misión en este mundo y que estamos aquí hasta que la cumplimos. Nazaret también la tenía. Y no necesitó más que unos pocos minutos para cumplirla. Su misión era reconstruir su familia. Reconstruir el matrimonio de sus padres. Poner los cimientos de una vida nueva en mi casa. (…) Nuestra hija intercede por nosotros, así lo sentimos, y nos cuida, y nos da la fuerza.
Ella se marchó para que sus hermanos pudieran llegar y formáramos la familia que hoy somos. Si ella no hubiera irrumpido en nuestras vidas, yo no habría tenido más hijos, eso lo tengo clarísimo. Ella nos hace más fuertes, porque cuenta con potencias que nosotros no podríamos ni imaginar. Y no solo a nosotros, mucha gente recurre a ella…haced la prueba, es muy curranta. Mirad el buen trabajo que hace con nosotros (…).
Mi hija murió, sí. Pero como consecuencia de aquello, nacieron Yago, Francisco, Mateo, Israel, Esteban…y esperamos con alegría a la pequeña Carmen. Ellos lo saben, y hablan de su hermana con naturalidad, y cuentan con ella cuando la necesitan, y cada día la tenemos presente. Mi marido y yo nos queremos…con nuestras crisis y nuestros problemas, pero gracias a aquello, sabemos que, si se pide, se tienen fuerzas para superar hasta lo más impensable. Ella llegó a una familia destruida, y dejó una familia unida. Su vida vale. Su paso por este mundo fue indeleble.

ReL

Irene tiene una cuenta de instagram, puede acceder pinchando aquí

10 mujeres cuya maternidad les ayudó a ser santas

Algunas historias para recordarte que estás haciendo un buen trabajo

De izquierda a derecha: San Agustín Santa Mónica, la Virgen María y el Niño Jesús y santa Ana (Da Vinci)
Hay momentos en que tu hijo te abraza y te regala un dibujo de vosotros dos agarrados de la mano y rodeados de corazones. También hay momentos en los que estás hasta el cuello de colada, cansada, desesperada por dormir bien y capaz a duras penas de mantener el ritmo que exige la maternidad.
Ser madre es una bendición enorme y maravillosa y, al mismo tiempo, una pesada responsabilidad, así que sirve de mucho saber que hay muchas mujeres que han pasado por lo mismo antes. Estas mujeres no son solo santas que resultan ser buenos ejemplos de madres, sino que también intercederán por ti y te apoyarán.

1. Celia

Celia era una madre de lo más corriente. Era ama de casa y costurera con una familia ordinaria y un matrimonio lleno de amor y sin incidentes, aunque su santidad demuestra el valor de la fe en la vida diaria y en la vocación cotidiana de la paternidad. El amor corriente y sencillo de una madre tiene mucha importancia. De hecho, es la fuerza más poderosa del mundo entero, como ha demostrado el hecho de que dos de las hijas de Celia llegaron a convertirse en santas. Una de ellas, santa Teresa del Niño Jesús (la Pequeña Flor), es quizás la santa más querida de nuestro tiempo.
Su mejor consejo educativoQuiere a tus hijos, cuídalos, edúcales en Dios y ¡observa lo que Dios puede hacer con ellos!

2. Gianna

Gianna es una santa del siglo XX que tuvo una carrera moderna como médico y como madre. Tuvo seis hijos y fue el nacimiento del último el que reveló su heroico testimonio de vida. En 1961, estaba embarazada cuando los médicos le dijeron que tenía un quiste peligroso en el útero que podría complicar el parto. Ella les indicó que no dudaran en salvar la vida de su hijo por encima de la suya propia si el parto se ponía peligroso.
Gianna sobrevivió al parto pero, una semana después del nacimiento de su hija, falleció por las complicaciones derivadas. Su hija, que también se llamó Gianna, dijo más tarde: “Toda la vida de mi madre ha sido un himno a la vida, a la alegría, al amor de Dios, a nuestra Señora, a su familia…”. En Gianna, vemos la fuerza de una madre capaz de sacrificarlo todo por sus hijos.
Su mejor consejo educativo: Entrega todo tu corazón a tus hijos.

3. Francisca Romana

Francisca tuvo seis hijos, pero su hijo Battista fue el único que sobrevivió a la infancia. De adulto, se casó con una mujer que sentía antipatía por Francisca. Insultada, menospreciada y marginada de la vida de su hijo, Francisca no se rindió con su nuera y continuó siendo amable con ella, hasta que ella terminó por cambiar su actitud y reinó la paz en la familia. A veces, solamente una madre es lo bastante fuerte como para recurrir a toda su humildad y amor para poder curar una familia fracturada.
Su mejor consejo educativo: Sé la fuente de unidad en tu familia, no de división.

4. Mónica

Mónica era una cristiana devota, aunque nadie más en su familia lo era, razón por la cual es un gran consuelo para todas las madres que se preocupan por la fe de sus propios hijos. Durante años, rezó discretamente por su hijo descarriado, nunca se rindió, ni siquiera cuando se fue con una amante o se unió a una religión diferente. Con el tiempo, Agustín se convirtió a la Iglesia y fue uno de los santos más influyentes de todos los tiempos. Todo gracias a las incansables oraciones de una madre. ¡No pierdan la esperanza!
Su mejor consejo educativo: Nunca te rindas ni dejes de rezar por tus hijos.

5. Perpetua

En el año 202, Perpetua se hizo cristiana. En el Imperio romano, unirte a la Iglesia no te abría precisamente las puertas a la prosperidad. De hecho, Perpetua fue arrestada rápidamente y sentenciada a muerte. Perpetua tenía un hijo pequeño por entonces y, aunque ella no comía nada en prisión a la espera de su ejecución, le llevaban a su bebé todos los días para que lo amamantara. Hasta el mismísimo último momento de su vida, Perpetua cumplió con su vocación de madre, amó a su hijo lo mejor que pudo y se preparó para reunirse con él de nuevo en la eternidad. Perpetua es una buena santa para pedir oraciones para madres que están separadas de sus hijos.
Su mejor consejo educativo: A veces la mejor educación está en ser un buen ejemplo.

6. Felicidad

Felicidad murió al mismo tiempo que Perpetua, y su historia no es menos sorprendente. En el momento de su arresto, Felicidad estaba embarazada de ocho meses. Dio a luz a un bebé sano estando en prisión, por lo que se dice que quedó abrumada de dicha y alegría. El niño le fue arrebatado y ella fue enviada a morir, pero su amiga Perpetua escribió que Felicidad pasó de forma natural “de la maternidad al… combate”, con lo que quiso decir que la experiencia de dar a luz y tener un hijo dotó a Felicidad del valor y la fuerza para afrontar la ejecución. Una madre fuerte es un ser fiero e inquebrantable y nada, ni siquiera la muerte, romperá su voluntad.
Su mejor consejo educativo: No creas que los sacrificios de la maternidad te arrebatan tu identidad, más bien son dones que hacen de ti una persona más fuerte.

7. Rita

Rita fue ama de casa y madre de mellizos en una época difícil. En la Italia del siglo XIV, todas las ciudades estaban en guerra entre sí. El mundo era un lugar peligroso, cosa que experimentó su marido cuando fue emboscado y asesinado por enemigos, dejando sola a Rita para criar a los dos hijos. La enfermedad era otro asesino del tiempo, para pena de Rita: aproximadamente un año después de la muerte de su marido, murieron sus dos hijos adolescentes.
Rita pasó el resto de su vida rezando por los hombres que habían asesinado a su marido y por todos los que sufrían. Ella misma sufrió mucho, pero volcó su dolor en las oraciones por los demás. Rita es considerada la santa patrona de las situaciones imposibles y, sin duda, reza desde el paraíso por quienes han perdido a hijos de forma prematura.
Su mejor consejo educativo: Incluso cuando los hijos abandonen el nido seguirás siendo una madre, siempre.

8. Brígida

Brígida tuvo un largo matrimonio con un hombre llamado Ulf. Ambos vivieron juntos durante 28 años y tuvieron ocho hijos, una de ellas, Karin, ¡es santa también! Brígida, que recibía con actitud abierta a los hijos que llegaban a su familia y se esforzaba en educarlos bien, es un gran ejemplo de generosidad de espíritu. Viajó a lo largo y ancho y su vida habla de tolerancia y compasión hacia toda la diversidad de la experiencia humana. En su vida no sucedió nada espectacular o especialmente milagroso, pero su dedicación en la crianza y educación de sus hijos para amar la bondad en el mundo y para vivir en paz fue, a su manera, heroica. Por este motivo ahora es la santa patrona y madre de toda Europa.
Su mejor consejo educativo: Enseña a tus hijos a amar la vida a través de tu propia felicidad y alegría.

9. Ana

Ana era la madre de la Virgen María. Durante un largo tiempo, ella y su marido Joaquín tuvieron problemas para concebir, una experiencia que todo el mundo que la haya vivido sabe que puede causar un gran dolor y aflicción. Por este motivo, Ana es una buena santa para una mujer que anhele ser madre pero todavía no haya tenido la oportunidad o que tenga problemas de fertilidad.
Dios terminó por bendecir a Ana con una hija, a quien mimó y quiso con toda la ternura que pudo. A menudo es representada artísticamente en la felicidad de su hogar mientras le lee a María en su regazo. Sin duda, el humilde “sí” de María a convertirse en la Madre de Dios vino preparado por esta maravillosa madre que tuvo ella misma. ¡Y solo pensar de quién le tocó a Ana ser abuela!
Su mejor consejo educativo: ¡Las abuelas también son importantes!

10. Isabel Ana Seton

Isabel fue la primera santa nacida en Estados Unidos, en la Ciudad de Nueva York en 1774, durante las primeras etapas de la revolución estadounidense. Se casó con un médico y pronto ambos habían reunido una gran familia de huérfanos sumados a sus propios hijos. Después de la muerte de su marido, Isabel fundó una orden religiosa para educar a niños desfavorecidos. Isabel sentía debilidad por todos los niños y sentía una preocupación maternal incluso hacia los nacidos fuera de su propia familia. Se consolaba e inspiraba en el ejemplo de maternidad de la Virgen María. Hoy, la Orden de las Hermanas de la Caridad que Madre Seton fundó sigue educando a niños, mostrando que el simple cuidado maternal puede cambiar el mundo.
Su mejor consejo educativo: Nunca sabes a quién puedes conocer que necesite algo de consuelo maternal.
  MICHAEL RENNIER, aleteia


jueves, 22 de febrero de 2018

10 ideas para ser prudente

Ser prudente da la sabiduría para tomar decisiones acertadas en el momento apropiado.
La prudencia es una virtud valorada por la Historia: todos apreciamos la vida de personas que mejoraron la sociedad porque fueron prudentes. Un rey, un hombre de leyes… Está muy relacionada con la sabiduría: el hombre sabio es prudente.
Algunos mensajes publicitarios, en cambio, nos llaman a la irreflexión y a la locura: “No lo pienses, lánzate sin más”. La frívola Escarlata de “Lo que el viento se llevó” decía “ya lo pensaré mañana” cuando no le convenía tomarse en serio las cosas.
Y quien quiere que hagas algo malo y te ve dubitativo, seguramente te lo propone con un “cuando se es joven es cuando hay que lanzarse, ya seremos prudentes cuando seamos viejos”. La resaca del día después no entra en los planes de la prudencia, desde luego…

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3 en 1: Conocer la realidad, juzgarla y decidir

Ser prudente tiene que ver con el modo de conocer la realidad, el modo de juzgarla y el modo en que tomamos decisiones a partir de eso y las llevamos a cabo.
Conocer la realidad: Si me apetece y me muero de ganas de hacer snowboard, tengo que saber cómo está mi cuerpo, qué fuerza física necesito tener para dominar la tabla, he de conocer las pistas de nieve, las condiciones de la nieve, la previsión meteorológica para cuando vaya a practicar… Es una responsabilidad que tengo el buscar esa información (y diría que las nuevas tecnologías nos permiten ser prudentes hoy más que antes).
Juzgar la realidad: A partir de los datos de que dispongo, tomo una decisión en un sentido o en otro. “Me falta entrenamiento”, “es preferible no ir porque hay peligro de aludes”, “podría aprovechar porque estoy en forma y además este fin de semana me pueden prestar el equipo”…
Tomar la decisión y llevarla a cabo: He decidido ir, así que preparo el equipo, busco alojamiento, contacto con los amigos…

¿Has probado la medicina de la imprudencia? Es un modo muy práctico (aunque no siempre recomendable) de aprender lo bueno que es ser prudentes. Escarmentar en cabeza ajena, comprobar que nuestros padres tenían razón cuando nos decían que no nos subiéramos a ese árbol…

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Muchos actos de la vida ordinaria

Pero también reconocer que me he equivocado cuando alguien me ha indicado que gire con el coche a la derecha y yo no he hecho caso. Es decir, que en la vida ordinaria hay multitud de actos que están relacionados con el ejercicio de la prudencia.
¿Tenías un encargo y lo dejaste para entregar el último día? ¿Y resulta que tienes gripe y no lo podrás entregar? ¿Fuiste prudente entonces al planificar el trabajo?
Cuántas veces hacemos esta reconvención: “Siempre lo deja todo para el final”. Pero, ¿y yo?

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Acciones que nos hacen prudentes

Se puede aprender mucho de la prudencia en positivo, así que vamos a repasar algunas acciones que nos ayudarán a ser persona prudente
1. Pedir consejo. No se es menos valioso por acudir a otras personas, al contrario.
2. Estudiar los asuntos antes de decidir. Implica dedicar tiempo y poner la cabeza.
3. Preguntar a la persona adecuada: un experto, una persona mayor. Buscarla (porque a veces no la tenemos en nuestro entorno). Y estar dispuesto a que me digan lo contrario de lo que yo opino.
4. Tener paciencia. Algunos temas necesitan tiempo para resolverse. Algunos necesitan mucho tiempo.
5. Reflexionar acerca de la bondad o maldad de un asunto. Mi conciencia me indicará con criterios generales como “haz el bien y evita el mal” o “no hagas lo que no quieras que los demás te hagan a ti”, pero a eso hay que “ponerle patas” en el caso concreto al que nos enfrentamos. A veces las cosas no son blanco y negro.
6.Conocerse. ¿Soy impulsivo y tiendo a precipitarme? ¿Soy perezoso y tiendo a procrastinar, a dejar las cosas para otro día? ¿Tengo flojera?
7. Ser recio en el callar. Si lo que vas a decir de una persona no es positivo, no lo digas: habla solo si es un deber de justicia y para que se conozca la verdad. Ser discreto es una virtud que vale más que los diamantes en tiempos de redes sociales.
8. Ser recio en el hablar. A veces, hablar nos granjeará enemigos. ¿No dices la verdad por miedo al qué dirán tus amigos, por miedo a quedarte sin amigas para ir a tomar café en el descanso?
9. Adquirir experiencia. Y valorar la de los demás. La experiencia es un grado. Y recuerden el dicho: “Sabe más el diablo por viejo que por sabio”. Eso sí, no hacerse daño con las “malas experiencias acumuladas” del estilo “esta persona ya sé cómo va a reaccionar” o “yo ya no confío más en ella”.
10. Ser prudente es un valor que se aprecia en el mundo familiar y laboral. Porque como los valores nunca van solos, quien es prudente tiende también a querer ser fiel, justo, diligente, sensato, buen amigo y valiente. Nada menos. O sea, un sabio en versión 4.0.
 Dolors Massot, aleteia



Lourdes: el 70º milagro, reconocido oficialmente

Mons. Jacques Benoit-Gonnin, obispo de Beauvais (Francia), ha declarado solemnemente “el carácter prodigioso y milagroso” de la curación de una religiosa, Sor Bernadette Moriau, “por la intercesión de la Virgen María, Nuestra Señora de Lourdes”.



“¡Gran alegría para la Iglesia católica!”, proclamó la diócesis de Beauvais en su cuenta de Twitter el domingo 11 de febrero, día de Nuestra Señora de Lourdes.



Grande joie pour l'Eglise Catholique ! @MGRBenoitGonnin reconnaît officiellement comme le 70e miracle de @lourdes_france la guérison de Soeur Bernadette par l'intercession de Notre-Dame de Lourdes

Mons. Jacques Benoit-Gonnin, su obispo, ha reconocido oficialmente como milagro la curación en 2008 de Sor Bernadette por la intercesión de la Virgen de Lourdes. Se trata del 70.º milagro reconocido oficialmente desde las apariciones de la Virgen María a Bernadette Soubirous en 1858. Este anuncio se produce precisamente el día del 160.º aniversario de la primera aparición de la Virgen, un 11 de febrero.
Sor Bernadette Moriau, nacida en el norte de Francia en 1939, entró a los 19 años en el convento de una congregación de franciscanas y se convirtió en enfermera en 1965. Desde 1966, con 27 años, experimentó dolores lumbociáticos y, a pesar de cuatro intervenciones quirúrgicas, ya no pudo ejercer como enfermera ni funcionar con normalidad.

Ya no más tratamientos, de la noche a la mañana

En julio de 2008, cuando tenía 69 años, participó en una peregrinación a Lourdes con su diócesis y recibió el sacramento de los enfermos. A su regreso a Francia, el 11 de julio de 2008, “sintió una sensación inusual de relajación y de calor por todo su cuerpo” y “percibió como una voz interior que le pedía que se quitara el conjunto de sus aparatos, corsé y férula”, según un comunicado de la diócesis. Sor Moriau interrumpió aquel mismo día todos sus tratamientos.

Después de una batería de exámenes, evaluaciones, varias reuniones colegiadas y de numerosas confrontaciones, la Oficina de constataciones médicas de Lourdes afirmó en 2013 “el carácter imprevisto, instantáneo, completo, duradero e inexplicable de su curación”. En noviembre de 2016, en Lourdes, el Comité Médico Internacional de Lourdes (CMIL) confirmó durante su reunión anual “la curación inexplicable a partir de los conocimientos científicos actuales”.
Alain Kléan, aleteia