La prudencia es una virtud valorada por la Historia: todos apreciamos la vida de personas que mejoraron la sociedad porque fueron prudentes. Un rey, un hombre de leyes… Está muy relacionada con la sabiduría: el hombre sabio es prudente.
Algunos mensajes publicitarios, en cambio, nos llaman a la irreflexión y a la locura: “No lo pienses, lánzate sin más”. La frívola Escarlata de “Lo que el viento se llevó” decía “ya lo pensaré mañana” cuando no le convenía tomarse en serio las cosas.
Y quien quiere que hagas algo malo y te ve dubitativo, seguramente te lo propone con un “cuando se es joven es cuando hay que lanzarse, ya seremos prudentes cuando seamos viejos”. La resaca del día después no entra en los planes de la prudencia, desde luego…
3 en 1: Conocer la realidad, juzgarla y decidir
Ser prudente tiene que ver con el modo de conocer la realidad, el modo de juzgarla y el modo en que tomamos decisiones a partir de eso y las llevamos a cabo.
Conocer la realidad: Si me apetece y me muero de ganas de hacer snowboard, tengo que saber cómo está mi cuerpo, qué fuerza física necesito tener para dominar la tabla, he de conocer las pistas de nieve, las condiciones de la nieve, la previsión meteorológica para cuando vaya a practicar… Es una responsabilidad que tengo el buscar esa información (y diría que las nuevas tecnologías nos permiten ser prudentes hoy más que antes).
Juzgar la realidad: A partir de los datos de que dispongo, tomo una decisión en un sentido o en otro. “Me falta entrenamiento”, “es preferible no ir porque hay peligro de aludes”, “podría aprovechar porque estoy en forma y además este fin de semana me pueden prestar el equipo”…
Tomar la decisión y llevarla a cabo: He decidido ir, así que preparo el equipo, busco alojamiento, contacto con los amigos…
¿Has probado la medicina de la imprudencia? Es un modo muy práctico (aunque no siempre recomendable) de aprender lo bueno que es ser prudentes. Escarmentar en cabeza ajena, comprobar que nuestros padres tenían razón cuando nos decían que no nos subiéramos a ese árbol…
Muchos actos de la vida ordinaria
Pero también reconocer que me he equivocado cuando alguien me ha indicado que gire con el coche a la derecha y yo no he hecho caso. Es decir, que en la vida ordinaria hay multitud de actos que están relacionados con el ejercicio de la prudencia.
¿Tenías un encargo y lo dejaste para entregar el último día? ¿Y resulta que tienes gripe y no lo podrás entregar? ¿Fuiste prudente entonces al planificar el trabajo?
Cuántas veces hacemos esta reconvención: “Siempre lo deja todo para el final”. Pero, ¿y yo?
Acciones que nos hacen prudentes
Se puede aprender mucho de la prudencia en positivo, así que vamos a repasar algunas acciones que nos ayudarán a ser persona prudente
1. Pedir consejo. No se es menos valioso por acudir a otras personas, al contrario.
2. Estudiar los asuntos antes de decidir. Implica dedicar tiempo y poner la cabeza.
3. Preguntar a la persona adecuada: un experto, una persona mayor. Buscarla (porque a veces no la tenemos en nuestro entorno). Y estar dispuesto a que me digan lo contrario de lo que yo opino.
4. Tener paciencia. Algunos temas necesitan tiempo para resolverse. Algunos necesitan mucho tiempo.
5. Reflexionar acerca de la bondad o maldad de un asunto. Mi conciencia me indicará con criterios generales como “haz el bien y evita el mal” o “no hagas lo que no quieras que los demás te hagan a ti”, pero a eso hay que “ponerle patas” en el caso concreto al que nos enfrentamos. A veces las cosas no son blanco y negro.
6.Conocerse. ¿Soy impulsivo y tiendo a precipitarme? ¿Soy perezoso y tiendo a procrastinar, a dejar las cosas para otro día? ¿Tengo flojera?
7. Ser recio en el callar. Si lo que vas a decir de una persona no es positivo, no lo digas: habla solo si es un deber de justicia y para que se conozca la verdad. Ser discreto es una virtud que vale más que los diamantes en tiempos de redes sociales.
8. Ser recio en el hablar. A veces, hablar nos granjeará enemigos. ¿No dices la verdad por miedo al qué dirán tus amigos, por miedo a quedarte sin amigas para ir a tomar café en el descanso?
9. Adquirir experiencia. Y valorar la de los demás. La experiencia es un grado. Y recuerden el dicho: “Sabe más el diablo por viejo que por sabio”. Eso sí, no hacerse daño con las “malas experiencias acumuladas” del estilo “esta persona ya sé cómo va a reaccionar” o “yo ya no confío más en ella”.
10. Ser prudente es un valor que se aprecia en el mundo familiar y laboral. Porque como los valores nunca van solos, quien es prudente tiende también a querer ser fiel, justo, diligente, sensato, buen amigo y valiente. Nada menos. O sea, un sabio en versión 4.0.
Dolors Massot, aleteia
No hay comentarios:
Publicar un comentario