El patrono de los agricultores conocía el valor del trabajo, pero no dejó que este le impidiera asistir a Misa, incluso cuando sus compañeros le perseguían
San Isidro era un hombre santo que trabajaba como jornalero. No poseía una granja, sino que trabajaba en la de un rico terrateniente. Uno de sus hábitos que nunca abandonó fue su compromiso de asistir a Misa todos los días.
El P. Michael Mueller explica en su libro La Sagrada Eucaristía Nuestro Mayor Tesoro cómo “fue acusado -por algunos de sus compañeros jornaleros- ante su amo de permanecer demasiado tiempo en la iglesia y de llegar siempre demasiado tarde al trabajo”.
San Isidro creía que tenía un deber para con Dios, pero que también tenía un deber para con su patrón. En lugar de descuidar uno u otro deber, san Isidro rezaba a Dios para que le ayudara a cumplir con sus obligaciones.
La Misa era su prioridad
Lo que sucedió a continuación fue de lo más inesperado y es la historia más popular que se cuenta sobre la vida de san Isidoro. Mueller explica que el propietario de las tierras quería comprobar por sí mismo si san Isidro descuidaba o no sus obligaciones de asistir a Misa:
Su amo, para convencerse de la veracidad de la acusación, salió temprano por la mañana para ver si Isidro llegaba a tiempo a la granja; pero cuán grande fue su asombro cuando vio a dos ángeles, vestidos de blanco, arando con dos yuntas de bueyes y a san Isidro en medio de ellos. A partir de ese momento, Isidro fue objeto de gran veneración por parte del rico granjero y de todos los que se enteraron del hecho.
De este modo, san Isidro pudo cumplir con su obligación diaria en la granja y asistir a Misa todos los días.
San Isidro quería mantener a Dios en el centro de su vida, rezando siempre a primera hora de la mañana. Conocía también la gracia y la fuerza que recibiría asistiendo a Misa y adorando a Dios en la Eucaristía, e hizo de la Misa diaria una prioridad.
Poner a Dios en primer lugar
En muchos aspectos, su fe era similar a la de la Madre Teresa, que insistía en una hora santa diaria ante Jesús en la Eucaristía.
La Madre Teresa dio un poderoso discurso a los reunidos en el Congreso Eucarístico de Filadelfia en 1976, y reiteró este simple hecho:
Para poder vivir esta vida de votos, estos cuatro votos, necesitamos que nuestra vida esté entretejida con la Eucaristía. Por eso empezamos el día con Jesús en la Sagrada Eucaristía. Con Él, seguimos adelante. Y cuando volvemos por la tarde tenemos una hora de adoración ante Jesús Sacramentado, y con esto os sorprenderéis, de que no hayamos tenido que reducir nuestro trabajo por los pobres.
Aunque no todo el mundo puede asistir a Misa todos los días, todos podemos aprender de estos ejemplos y tratar de poner a Dios en primer lugar en nuestras vidas.
Philip Kosloski, Aleteia
Vea también Catequesis sobre la Santa Misa y su Participación
No hay comentarios:
Publicar un comentario