A pesar de lo mucho que ayudan las terapias a los matrimonios averiados por los conflictos, el ingrediente principal
sigue siendo el amor
El recurso más importante que tenemos para una genuina rehabilitación en un matrimonio es el amor que los llevó al compromiso inicial. Ciertamente, los distintos modelos de terapia psicológica, con su gran diversidad de efectivas herramientas, son útiles para ayudar a resolver los problemas emocionales, de comunicación o de fenómenos internos aún no resueltos.
Causa de las terapias de pareja
En las terapias de pareja, se busca reencontrarse con el amor. Sin embargo cuando ya no hay amor por parte de ambos queda muy poco por hacer, porque el ingrediente principal se ha terminado de alguna manera.
Aunque se puede hacer renacer por ambos, eso va a implicar un esfuerzo muy grande y recursos terapéuticos muy especiales, que muchas parejas no están dispuestas a trabajar.
En cambio, si ambos declaran que sigue habiendo amor entre ellos, a pesar de que digan que ha escaseado o que queda muy poco, en realidad sigue vivo ese amor y como bien dice la sabiduría popular: “donde hubo fuego y brasas quedan, un soplido y vuelve a encender”. Con amor todo resulta mucho más fácil, incluso para el terapeuta.
Sin el amor se complican mucho las cosas, a pesar de las buenas técnicas psicoterapéuticas. Porque a pesar de tantos avances el amor es insustituible. Pues es cierto que una pareja puede dejar las peleas a un lado, bajar su resentimiento o -por simple conveniencia- aprender a tolerarse y a convivir pacíficamente entre ellos, ya sin el afecto y las atenciones que brinda el verdadero amor.
Preguntas importantes
Sí, es cierto que las terapias ayudan de cualquier forma, eso es innegable y por ello es un recurso que hay que buscar. Pero lo más importante de todo, es preguntarnos y ¿Qué ha pasado con mi amor? ¿Dónde ha quedado? ¿Qué ha sucedido en mi corazón para dejar de amar?
Y la respuesta ya no suele estar en el territorio psicológico, ni en el ego. Sino en la consciencia espiritual que se tiene, en la visión de la vida que estamos teniendo.
En la incapacidad de superar el sufrimiento o el dolor, o quizás hasta de no poder perdonar y comprender los errores que hemos cometido los dos.
Amarme para amar al otro
La falta de amor a uno mismo, hace que perdamos la visión del otro, y nos centramos tanto en el papel de lo que me han hecho, de ser la víctima de las infidelidades o atropellos de la pareja, que no hay manera de romper con los sentimientos de enojo tristeza o miedo y la única solución es alejarse del monstruo en que se ha convertido el ser que antes tanto se amaba.
Culpamos a la pareja de lo que nos sucede, nos culpamos en exceso también a nosotros mismos y olvidamos que el amor a los demás parte del amor a uno mismo. Por ahí, debemos de empezar. A perdonarnos a nosotros mismos, a superar la culpa que venimos arrastrando y no acusar a la pareja de lo que me pasa a mí misma por la falta de amor que ahora me tengo.
Un amor que viene de Dios
Así que un remedio infalible es recurrir de nuevo a la fuente misma del amor, y fortalecer nuestra vida interior y relación con la pareja, con el verdadero amor de Dios que si nos va a permitir vencer nuestro ego, nuestro dolor y sufrimiento y recuperar la alegría de la vida conyugal y el gozo de la familia.
Sin dejar de apoyarnos en los recursos terapéuticos, si así lo deseamos, pero no te olvides de orar y dejar que humildemente que Dios restaure el amor.
Guillermo Dellamary, Aleteia
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