lunes, 28 de noviembre de 2022

«Tocando el infinito»: desde muy cerca, acompañamos a tres familias que se preparan para una muerte

Un documental hermoso, sereno y de profunda intimidad,
sobre morir bien


Rebecca se muere, su familia está con ella...
y también los espectadores en Tocando el Infinito
 

 Tocando el infinito es un documental muy especial, a la vez íntimo y sereno, que hace pensar y llorar. La joven cineasta belga Griet Teck (1982) contactó con profesionales de cuidados paliativos con el objetivo de acompañar y filmar en sus últimos días a personas que sabían que estaban muriendo. A través de ellos, entró en la vida de tres familias. También nosotros les acompañamos y nos sentimos honrados, y algo asustados, por el privilegio.

Son 76 minutos que incluyen muchos espacios de silencio y espera: esperamos a la muerte, no sabemos cuándo; prevenidos, pero a la vez sorprendidos.

Esta obra tan especial fue nominada a Mejor Documental en los Premios Ensor (los Goya o los Oscar de Bélgica). Está recorriendo España en algunos pasos especiales, se pueden pedir pases a la distribuidora (BoscoFilms) y podrá visionarse a demanda online a finales de noviembre en tocandoelinfinito.com.

Nos metemos en la casa, la vida y la muerte de tres familias. En las tres habrá una muerte, y se preparan para ello.

62 años casados: "querría decirte aún muchas cosas"

Fernand es un anciano que vive con su esposa. Llevan 62 años casados y no tienen hijos, lo que hace especial su caso. Él mira la lluvia, espera, piensa en silencio, a veces solloza.

Ella le pregunta cada día si aún le quiere. "¿Por qué me lo preguntas siempre?, dice él. "Para contactar contigo", comenta ella. No es que no contacten, porque están juntos todo el día y con cariño. Pero ella siente que él ya se va y ha creado ese ritual cotidiano.

Fernand se acerca a la muerte y su esposa lo acompaña en Tocando el Infinito

Recuentan sus éxitos juntos: "Nos amamos desde el principio, supe que iba a funcionar y no me equivoqué", dice Fernand.

Parece que no tengan nada más que decirse... pero él tiene la sensación de que le falta tiempo. "Cariño... nunca te llamé 'cariño', querría decirte muchas cosas, las cosas más bonitas", dice Fernand. Siempre falta tiempo. Pero ella, una vez ya viuda, reflexiona y comenta: "Creo que nos dijimos todo. No cambiaría nada de lo que hicimos".

El espectador debe bajar su ritmo y adaptarse al de ellos, como ellos se adaptan a lo que viene.

La viuda... y la sombra de la eutanasia

Delphine es otra anciana, ya viuda. Se ha trasladado a casa de su hija para pasar sus últimos días. Como Fernand, va reduciendo sus actividades y se prepara para la muerte. Pero ella tiene familia. Su hijo, por ejemplo, con una grave discapacidad física, vive en un centro especial. Ella va a visitarle. "Me gustaría volver a verte pronto, pero creo que ya no podré", le comenta triste. Con su hija habla de como murió su marido: él no quería hablar de este asunto, ni de muchos otros. Pero ella sí habla con serenidad.

Tiene una gran estatua del Sagrado Corazón en casa y cada noche reza a la Virgen María, una oración "a la Madre de los Necesitados".

Delphine con su perrito en sus últimos días... y una imagen grande de Jesús detrás

A casa viene un médico a explicarle las nuevas pastillas y parches de morfina. Es estremecedor, porque es Bélgica, y en Bélgica -como ahora en España- un médico lo mismo puede venir a matarte que a calmar tu dolor. Y por eso, el médico debe dejar muy claro a qué viene.

"Esta morfina te va a ayudar contra el dolor y te va a ayudar a respirar, a las dos cosas. No es para morirte, ¿de acuerdo? No es para morir. Es para el dolor y respirar mejor", le dice. "No es para morirte" significa "no es para matarte", se entiende. Porque a otros ancianos sí les dan pastillas para matarlos.

¿Podemos sospechar que el médico le insiste porque ella es católica? ¿Y si no lo fuera? ¿Le da igual al médico dar una pastilla que mata que una pastilla que calma? Es espeluznante y uno puede tener miedo. ¿Y si engañan a Delphine? La película no aborda esto, solo refleja la escena, pero ahí está la eutanasia manchándolo todo allí donde se legaliza, manchando una profesión que antes era noble y se basaba en la confianza.

Una madre joven con 3 hijas

La familia con la que pasamos más tiempo y nos emocionamos más es la de Rebecca, casada, madre joven de 3 niñas. Un cáncer de hígado la va a matar. Va al colegio de sus hijas a leer a los niños el cuento "Mamá tiene cáncer". Lo que pasa es que la mamá del cuento se cura y ella no, como explica a los niños.

Estos niños alegres escuchan el cuento Mamá Tiene Cáncer y el testimonio de Rebecca

Estos niños alegres escuchan el cuento Mamá Tiene Cáncer y el testimonio de Rebecca. Se irán poniendo más serios al reflexionar sobre la muerte.

"Yo llevo 5 años con la enfermedad y no me he curado. A veces los doctores no pueden ayudarte. Hay posibilidades de que me muera. ¿Cuándo? No se sabe. Es duro no saberlo. Esperamos estar aquí en Navidad, porque es una fiesta de la familia, sería genial celebrarla un año más. Intentamos disfrutar cada día de pequeñas cosas", explica ella.

Los niños, asombrados y curiosos a la vez, le preguntan si tiene miedo a la muerte. "Sí, tengo un poco de miedo, pero sobre todo no me gusta pensar que voy a separarme de mis preciosas hijas", responde ella.

A lo largo de la película, la madre va a intentar aprovechar los ratos que puede con sus hijas, y dejarles buenos recuerdos, también objetos: una caja que pintan juntas, unos collares de perlas "que sabéis que a mamá le gustan mucho"...

También vemos a la psicóloga infantil hablar con una de las niñas. ¿Cómo aliviarás tu pena cuando muera mamá?, pregunta la psicóloga. "Creo que lloraré y golpearé mi almohada", responde ella. "Desde que me dijo que iba a morir, yo le digo todo lo que pienso", añade la niña.

Tocar la finitud, más que el infinito

Rebecca reza con su hija una oración de buenas noches sobre ángeles que cuidan la cama, pero en la película no nos muestran nada sobre su religiosidad íntima ni su fe en la otra vida. Nunca hablan de un reencuentro en la otra vida.

La directora explicó a ReL que Rebecca y su familia fueron acompañados por un sacerdote católico, que son creyentes, pero no querían que se usase ese material en la película.

Aunque la película se llama Tocando el infinito, en realidad no se muestra casi nada de ese infinito. La película es hermosa y sincera mostrando más bien lo contrario, simplemente la finitud, nuestra pequeñez y mortalidad, al despojarnos paulatinamente de cosas y distracciones y centrarnos en las últimas relaciones con nuestros seres queridos.

Lo más estremecedor son las últimas escenas con Rebecca. Vemos a su marido y sus hijas esperando en silencio junto a su cama, y oímos la respiración honda de ella. Vemos a la niña sobre su madre, intentando escuchar su corazón. Un fotograma nos muestra humo blanco que sale de las chimeneas y se eleva sobre los tejados, como una alusión al alma que vuela.

En realidad, dice la directora a ReL, Rebecca, una deportista de corazón fuerte, no murió en ese momento, sino unos días más tarde. Pero no hay duda de que el espectador está con ellos en su agonía.

El final es triste, pero la sensación es que todo se ha hecho correctamente. En Navidad, sin mamá, la niña puede tocar un villancico sencillo en el piano. La luz es escasa en esta película -se filmó en otoño-invierno en Bélgica- pero cuando hay luz, sale de los hogares, de la familia.

Para solicitar pases, consultar materiales pedagógicos o -a finales de noviembre- verlo online, visite:
tocandoelinfinito.com .

Pablo J. Ginés, ReL

Vea también     Cuidar a las personas
en el proceso de morir
(pdf)


















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