Nathanael Blake propone enfrentar la Revolución Sexual desde sus causas últimas
La Revolución Sexual es una fábrica de personas heridas, niños abortados, relaciones rotas, soledad, trastornos...
¿Cuáles son los verdaderos estragos de la Revolución sexual de 1968? ¿Es esta la verdadera raíz del boom de género que lleva a la automutilación de menores en cadena? ¿Es posible enfrentar las consecuencias de la liberación sexual sin abordar primero sus causas? Y sobre todo, ¿qué puede hacer la Iglesia? Son algunas de las preguntas que han llevado al investigador de Centro de Ética y Políticas Públicas de Estados Unidos Nathanael Blake, a publicar Víctimas de la revolución. Cómo la liberación sexual nos ha dañado a todos.
En una reciente entrevista de presentación del libro realizada por Carl E. Olson en What We Need Now, Blake observa que la Revolución sexual, en lugar de garantizar la libertad, felicidad, autenticidad y el sexo en abundancia, solo ha infringido en último término miseria y sufrimiento, lo que es fácilmente corroborable en estudios y estadísticas de corte sexual.
Y aunque dicha revolución constituya una “pendiente resbaladiza” que parece no tener un fin definido, Blake ve el actual como un momento de esperanza. En su opinión, a medida que sus efectos perversos son cada vez más innegables, los cristianos podemos mostrar a un mundo dolido por qué nuestra comprensión de la persona humana y la sexualidad es la base de una mejor forma de vivir”.
La postura de Blake, que asegura como firmemente anclada en la consideración cristiana de la ley natural, es también oportuna por su análisis de las implicaciones últimas de la liberación sexual e incluso de la aceptación de algunos aspectos de la revolución sexual por los cristianos.
Los responsables de la Revolución...
Habla de algunos de ellos “obvios, como la normalización de la cohabitación y el divorcio o el reconocimiento de la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo”.
Pero también se han producido otras transformaciones “más sutiles” que afectan a las decisiones sexuales y relaciones personales en el día a día.
“Por ejemplo, una cultura de matrimonio tardío dificultará la castidad y hará que la fornicación (seguida de otros males, como el aborto) sea más atractiva. Y, sin embargo, muchos cristianos aceptan o fomentan enfoques económicos y educativos que incentivan retrasar el matrimonio. Los cristianos que quieren desafiar la liberación sexual necesitan identificar y abordar las condiciones materiales y culturales que lo hacen parecer inevitable para tantas personas”, explica.
En este sentido, Víctimas de la revolución señala que las críticas moderadas a las consecuencias y no causas de la Revolución sexual podrán ser útiles solo en el corto plazo.
Se refiere, por ejemplo, a escritores que, lamentando cómo la liberación sexual ha perjudicado a las mujeres, no rechazan por completo la revolución cuestionando la promoción de la homosexualidad, el aborto o los peligros morales y sociales de normalizar la sexualización de las costumbres al margen de su sentido y raíces trascendentes.

En "Victims of the revolution", Nathaniel Blake demuestra que, "incluso más allá de la cuestión del bien y el mal, la ética sexual cristiana simplemente ofrece una mejor manera de amar y vivir".
En última instancia, dice, “estas críticas a la revolución sexual no logran ofrecer una alternativa convincente basada en una comprensión más precisa de la naturaleza humana y el bienestar. Articular dicha alternativa es gran parte de lo que he intentado hacer en mi libro”.
... y las víctimas
Que la obra de Blake se dirija a las causas y consecuencias últimas de la Revolución sexual y su estado actual no le hace olvidar lo que contempla como su “fracaso y víctimas”.
Sobre el primero, menciona cómo la Revolución sexual prometía “libertad, felicidad, autenticidad y mejor sexo” pero, sin embargo, las encuestas hablan de mayores autopercepciones de soledad o las probabilidades más elevadas de la historia de vivir solos, teniendo por lo general menos hijos de los que se dicen desear.
Unas premisas que le llevan a afirmar que la liberación sexual no solo “no cumplió sus promesas”, sino que incluso “ha herido y acabado con muchas vidas”.
“Están los hombres y mujeres solos e infelices en una cultura que les enseñó a buscar egoístamente el placer a corto plazo, pero no a construir y mantener una relación bajo un compromiso. Están los millones y millones de diminutos seres humanos asesinados porque sus vidas habrían sido incómodas. Están las personas, y especialmente los niños, que mutilan sus cuerpos en la imposible búsqueda de cambiar de sexo. No todos han sido heridos tan dramáticamente, pero todos tenemos que lidiar con una cultura que nos insta al pecado y a la destrucción, en lugar de a la rectitud y al florecimiento”, comenta.
El resultado, "un campo de batalla de egoísmo letal"
El autor de Víctimas de la revolución apunta cómo las raíces de dicho proceso -abolir las restricciones, compromisos y deberes que restringían el deseo y la indulgencia sexual, disolviendo los matrimonios y por tanto las relaciones entre padres e hijos- han tenido unos resultados “más empobrecedores que liberadores”.
Habla en primer lugar del aborto, contemplado como una primera forma de “eliminar las consecuencias indeseables del sexo”, lo que también tiene sus propias “consecuencias”.
“El aborto endurece los corazones, pero no los detiene. Ha distorsionado nuestras leyes y políticas. Responde a las realidades asimétricas de la reproducción humana con violencia egoísta en lugar de solidaridad, y por lo tanto nos anima a tratar a las mujeres como hombres defectuosos cuya fertilidad natural debe ser suprimida brutalmente. Ha transformado las relaciones, desalentando el compromiso y reemplazando el amor fundamental de la familia natural de madre, padre e hijo por un campo de batalla letal de egoísmos rivales”, explica.
De la utopía gay a la dictadura trans: ¿causa y efecto?
También aporta una interesante relación de causalidad entre la normalización y legalización de la homosexualidad con la actual deriva transgénero.
El movimiento por los derechos de los homosexuales insistió en que lo masculino y lo femenino no importan, excepto como objetos de preferencia sexual personal, comenta Blake. Y, después de todo, “si lo masculino y lo femenino no importan en el matrimonio y la familia, entonces no importan en ningún otro lugar. Es absurdo decir que no importa si un bebé tiene dos padres y no madre, pero luego indignarse por que el padre trate de convertirse en la madre.
Y es que se da, según Blake, una “pendiente resbaladiza” también en la esfera sexual, siendo difícil acomodarse en un punto medio del camino: “Quienes han abrazado la revolución sexual en sus propias vidas a menudo tendrán dificultades para condenar sus siguientes pasos. La comunidad LGB (lesbianas, gais y bisexuales) sentó las bases para la comunidad T (transgénero), y décadas de creciente aceptación del divorcio y la fornicación prepararon el camino para la comunidad LGB”.
Fe y ley natural, verdadera liberación: las propuestas
Las tesis de Blake, aunque apuntan a la diana de los postulados LGBT y sus condicionantes previos, no son estrictamente destructivas. De hecho, ofrecen una poderosa alternativa doctrinal que está aún por ser elaborada formalmente.
Frente a una felicidad que se busca en el máximo placer sexual, argumenta que esta solo podrá encontrarse en el plano humano en “relaciones profundas que solo se pueden desarrollar y mantener con compromiso”.
Una verdad que debe ser a su juicio “proclamada por la Iglesia” especialmente hoy, así como “modelada y articulada” por los creyentes “para un mundo que la necesita en medio de la desolación y la soledad provocadas por la revolución sexual”.
Se trata de una “alternativa cristiana” que, en todo caso, debe estar “arraigada en la verdad sobre nuestra naturaleza como hombres y mujeres, el propósito de la sexualidad y cómo crecer en la vocación familiar a la que la mayoría estamos llamados”.
También habla de alianzas. Y apunta a que, como cuestión de “política práctica”, se debe valorar la labor de aliados contra la ideología de género. Sin embargo, advierte de que “no debemos dejar de proclamar la verdad para apaciguar a nuestros aliados”.
En lugar de ello, dice, “si no les gusta nuestra visión [cristiana] de lo que significa ser humano y la importancia de nuestra encarnación como hombre y mujer en el matrimonio y la sexualidad, deberíamos desafiarles a que elaboren su propia cosmovisión”, y que esta sea “superior”, si es que es posible.
Los primeros cristianos: modelo frente a la revolución
Entre sus propuestas, Blake apunta a un cristianismo que ya desde sus orígenes “protegió a las víctimas de una cultura sexual pagana” que consideraba a muchos “desechables en la búsqueda del placer sexual -esclavos, prostitutas, niños no deseados…-. En medio de una cultura explotadora, el cristianismo ofreció tanto esperanza como un modelo para una mejor vida en este mundo”.
Dos milenios después, conforme “los males y falsas promesas de la liberación sexual se hacen más evidentes, la moral sexual cristiana puede volver a verse no como una `aguafiestas´, sino como una guardiana del bienestar humano, una guía que nos lleve a nuestra plenitud en el mundo venidero.
“La revolución sexual se ve socavada por su propio triunfo. Cuanto más conquista, más evidentes se hacen sus males, y más oportunidades tienen los cristianos de demostrar que existe una mejor manera de vivir”, concluye el autor de Víctimas de la revolución.
José María Carrera, ReL
Vea también La castidad hoy<: Michel Robillard, médico
No hay comentarios:
Publicar un comentario