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miércoles, 3 de septiembre de 2025

Flannery O'Connor entró «en el territorio del diablo» para mostrar la acción victoriosa de la gracia

 

Flannery O'Connor, nuestra guía 'en el territorio del diablo' para descubrir en él la acción de la gracia.

Flannery O'Connor, nuestra guía 'en el territorio del diablo' para descubrir en él
la acción de la gracia.

El 25 de marzo se cumplió un siglo del nacimiento de Flannery O'Connor (1926-1964), quien figura por derecho propio en el elenco de los mejores escritores estadounidenses del siglo XX.

Es nuestra guía "en el territorio del diablo" (como ella misma lo definía) para descubrirnos en él la acción de la gracia y mostrarnos el "atisbo de verdad que habíamos olvidado pedir": así la presenta Francesco Valenti en Tempi:

Dios es una bala en el costado

La ciudad portuaria de Savannah (Georgia) se convirtió a mediados del siglo XIX en el centro de inmigración del sur de Estados Unidos para los irlandeses que huían de la Gran Hambruna. Descendiente de esas familias, en Savannah nació Mary Flannery O'Connor hace 100 años, el 25 de marzo de 1925. Es ella quien recuerda, con aguda ironía, que "creció en Savannah, donde había una colonia de extra-irlandeses. Hacen el desfile más grande el día de San Patricio y se vuelven locos ese día". 

Desde hace años, Savannah también dedica un desfile a la escritora el día de su cumpleaños en la casa-museo de su infancia. También se ha convertido en museo la granja Andalucía, a las afueras de Milledgeville, donde vivió con su madre, publicó dos novelas y 31 relatos cortos en vida y murió con sólo 39 años el 3 de agosto de 1964.

Flannery O'Connor es ya un mito literario, una de las mejores plumas de la literatura estadounidense, con proyección universal.

Flannery O'Connor es ya un mito literario, una de las mejores plumas de la literatura estadounidense, con proyección universal.

Hoy en día, Flannery O'Connor es considerada una de las más grandes escritoras estadounidenses del siglo XX, un auténtico mito literario, el gurú de famosos cantantes y actores americanos, un alma amiga, un confesor a la escucha de la fe católica in partibus infidelium, una guía "en el territorio del diablo", una avanzadilla católica entre las iglesias protestantes del Sur de Estados Unidos. 

Varias son las películas basadas en sus obras y su biografía, entre otras, Sangre sabia [Wise Blood, El profeta del diablo] (1979), de John Huston (1979); Wildcat (2023) de Ethan Hawke (2023); Flannery (2019) de Marc Bosco y Elisabeth Coffman

  • 'Wildcat' (2023), de Ethan Hawke, aborda las dificultades de Flannery O'Connor (interpretada por Maya Hawke, hija del propio Ethan y de Uma Thurman) para publicar su primera novela. 

Muchas son las recopilaciones póstumas de sus cartas, desde la primera y maravillosa El hábito de ser editada por Sally Fitzgerald, que junto con Mario Marcolla fuimos de los primeros en traducir al italiano, hasta la reciente Lo bueno llega de Nazaret editada por Benjamin B. Alexander. 

Son siempre actuales los textos de sus conferencias literarias y algunos de sus ensayos en Misterio y Maneras editado por Robert Sally Fitzgerald, que se han convertido en leyendas en las escuelas de escritura creativa, como la que lleva su nombre en el Centro Cultural de Milán, que le ha dedicado dos conferencias y un festival de cine. En Italia se publican y reeditan sus novelas y cuentos. Tampoco hay que olvidar que, desde su fundación, Tempi ha dedicado a O'Connor innumerables citas, una columna, varios editoriales, incluso un artículo de portada, y persistentes polémicas de Luigi Amicone contra predicadores de la "Iglesia sin Cristo" como la de Hazel Motes.

  • En 1979, John Huston dirigió e interpretó 'Sangre sabia (El profeta del diablo)', basada en la obra de 1952 de Flannery O'Connor. Brad Dourif es el protagonista de la película, en el papel de Hazel Motes, un predicador que decide fundar una Iglesia sin Cristo.

Que el catolicismo fuera tan vital para Flannery como el aire que se respira se evidencia en cada línea que escribió. 

Dos años después de la muerte de su padre, Flannery, que tenía 18 años, anotó en su diario: "La realidad de la muerte se abatió sobre nosotros y la conciencia del poder de Dios destrozó nuestra complacencia e indolencia como una bala en el costado. El significado del drama, de la tragedia, del infinito descendió sobre nosotros, llenándonos de dolor y también de asombro y maravilla. Nuestros planes estaban tan maravillosamente trazados, listos para ser realizados, pero con magnífica certeza Dios los apartó y preguntó: ¿habéis olvidado mis planes?". 

Sobre la concreción de la fe, escribe: "Nuestra reacción ante la vida será diferente si sólo se nos ha inculcado una definición de la fe o si hemos temblado junto a Abraham mientras levantaba el cuchillo sobre Isaac"; o también: "La abuela de Sam Jones [uno de los predicadores sureños más célebres del siglo XIX] leyó la Biblia treinta y siete veces arrodillada. Y el Sur rural y provincial, así como parte del Sur metropolitano, está formado por descendientes de ancianas como ella. No basta el paso de algunas generaciones para quitarse de encima su influencia".

El centro de la existencia

El episodio ocurrido durante una cena en Nueva York, cuando Flannery tenía poco más de veinte años, permanece imborrable: "Una vez, hace cinco o seis años, unos amigos me llevaron a cenar con Mary McCarthy y su marido, el señor Broadwater [...]. Ella es una gran intelectual y había dejado la Iglesia a los quince años. Llegamos a las ocho, a la una yo aún no había abierto la boca; ¿qué podía decir en semejante compañía? [...] Bueno, hacia el amanecer acabamos hablando de la Eucaristía, y por supuesto todo el mundo esperaba que yo, por ser católica, la defendiera. La señora Broadwater dijo que de niña, cuando tomaba la hostia, pensaba que era el Espíritu Santo, la persona 'más portátil' de la Trinidad; ahora la consideraba un símbolo, un gran símbolo. Fue entonces cuando, con voz temblorosa, dije: 'Bueno, si es un símbolo, al diablo'. Esa fue toda la defensa de la que fui capaz, pero ahora me doy cuenta de que, salvo en un cuento, nunca podré decir otra cosa si no que para mí [la Eucaristía] representa el centro de la existencia; todo lo demás cuenta poco o nada".

En sus novelas y relatos, su escritura es implacable, intacta, nunca falta a la verdad, precisa, aguda, parca, cuidada como un verdadero regalo de Dios. Para ella, el arte es el habitus del artista, como la ciencia lo es para el científico, un modo de ser caracterizado por la atención total a la realidad concreta, a los lugares y lenguajes reales, a las personas físicas, al polvo, al dolor, a la materia, a las historias, al pecado, a la necesidad de redención dentro del mal, donde el Verbo se hizo carne.

El misterio crece con el conocimiento

En sus escritos, Flannery reitera su distanciamiento de la construcción sociológica de las ideas, incluso de las ideas católicas, si están desprovistas de arte y experiencia, o de "ideas y emociones desencarnadas". 

El arte de la narrativa, por el contrario, con sus personajes, acciones, fechorías, obsesiones, historias y su visión del mundo, devuelve al lector la posibilidad de un mundo a veces impensable pero intenso y expansivo, ya que habla al hombre concreto y a los sentidos "de esos detalles concretos de la vida que dan realidad al misterio de nuestra posición en la tierra".

O'Connor recuerda la precisión con la que, en sus novelas, Joseph Conrad aspiraba a "hacer justicia al universo visible porque sugería uno invisible" y relata una frase que hace completamente suya: "La tarea que intento llevar a cabo es, mediante el poder de la palabra escrita, haceros oír, haceros sentir: es, ante todo, haceros ver. Eso y nada más: eso es todo. Si lo consigo, encontrareis, según vuestros méritos, aliento, consuelo, miedo, encanto, todo lo que pidáis y, tal vez, incluso ese atisbo de verdad que habéis olvidado pedir".

Para O'Connor, el problema del escritor es hacer que lo concreto cumpla una doble tarea. "En la ficción de calidad, ciertos detalles tienden a acumular significado a medida que se desarrolla la acción, y cuando lo hacen, adquieren valor simbólico por su papel en la historia", acompañando estas observaciones, que deben mucho a Dante Eliot, con la lectura de La buena gente del campo [en Cuentos completos], donde poco a poco los objetos más extraños, como la pata de palo de la protagonista, adquieren un significado simbólicamente trágico. 

Para ella, "el misterio no es algo que se evapora gradualmente, sino que crece junto con el conocimiento". Léase cómo esta carga de intensidad se convierte en el relato simbólico de un bestiario medieval en El rey de las aves (por ejemplo, el pavo real) y El lince (reminiscencia del Cristo-tigre en [el poema de T.S. Eliot] Gerontion), y cómo expresa la carga figurativa de un hombre confinado en un piso de Nueva York desde El geranio hasta El día del juicio final, o hace presente el rostro de Cristo, porque "no hay lugar de gracia para los que evitan el rostro" (Eliot de nuevo) en La espalda de Parker, y así sucesivamente.

Violencia y gracia

En la novela Los violentos lo arrebatan, al hablar de la necesidad de eternidad, este proceso se expone así en el capítulo I [traducido de Tempi]: "El muchacho intuía que esta hambre era el núcleo de la locura del anciano, y temía secretamente que se transmitiera, que se escondiera en su sangre y un día lo fulminara. Entonces el hambre lo destrozaría, como a su tío abuelo, su estómago no tendría fondo y nada podría curarlo ni saciarlo salvo el pan de la vida".

Luego, hacia el final de la novela, el camino de intensificación y enriquecimiento inagotable de la experiencia es tal que la hace plausible a nuestra atención y asentimiento racional, y el don de la gracia puede cumplirse: "La noche descendió, hasta que no quedó más que una delgada raya roja entre la oscuridad y la línea negra de la tierra, pero Tarwater [el joven] no se movió. Su hambre ya no era un dolor, sino una marea. La sintió surgir de su interior, del tiempo, de la oscuridad y de los siglos, y supo que procedía de una estirpe de hombres que habían sido elegidos para sufrirla, que vagarían por el mundo, extranjeros, hijos de aquella tierra violenta, donde el silencio nunca era interrumpido salvo por el grito de la verdad".

'El cielo es de los violentos' [traducción italiana del título de la novela Los violentos lo arrebatan, The violent bear it away] para Flannery (y el Evangelio), porque "la violencia es extrañamente capaz de traer a mis personajes a la realidad y predisponerlos a aceptar la acción de la gracia". La violencia de los que conquistan el cielo por la fuerza es la misma que la del hombre que disputa con Dios -que se deja 'con-vencer'- y la de la encarnación, que llega a morir en la cruz. Sobre esto, el lector de O'Connor no siempre está tranquilo. 

Ya cuando se publicó Sangre sabia, en 1952, la novela se convirtió en un caso, en primer lugar familiar. Su tía Mary Cline se quedó encerrada en casa durante una semana, y luego anduvo diciendo: "No sé dónde conoció mi sobrina a esas personas que puso en su novela, desde luego no en mi casa". Y Flannery confiesa haber recibido "cartas de personajes [locos] que podría haber creado yo misma". Por otra parte, "cuando me preguntan por qué los escritores sureños tienen predilección por los personajes anormales, respondo que aún somos capaces de reconocer a uno".

Novelas cómicas muy serias

Se comprende, por tanto, hasta qué punto la calidad de esta escritora reside en su tensión constante y en su capacidad para dar fuerza, realidad, presencia, consideración, evidencia, a una historia y a su profundidad, acreditando ese realismo anagógico que relaciona cada elemento con la verdad del Espíritu que interviene en la historia, sobre la que O'Connor conduce la atención (algunos hablan de "realismo de las distancias"), a veces a través de un rechazo inadmisible, como en la obra maestra Un hombre bueno es difícil de encontrar [cuento] o en Sangre sabia [novela], que es una novela cómica "de un cristiano a pesar suyo y, como tal, muy seria, porque todas las novelas cómicas de algún valor deben tratar cuestiones de la vida y la muerte", y siempre sondeándonos o provocándonos sobre la imposibilidad de la desesperación: "No, no creo que la vida sea una tragedia. La tragedia es algo que pueden explicar los profesores. La vida es la voluntad de Dios y eso es algo que los profesores no saben como definir", mientras que O'Connor lo intenta, magníficamente, en Enfermedad mortal Revelación.

Su lenguaje se niega a asimilarse al de las novelas y personajes que hablan "como si nunca hubieran oído otro idioma que el que sale de un televisor". Flannery escucha y guarda en su interior expresiones y términos que de pronto se convierten en una iluminación de historias y significados.

Flannery O'Connor llevó muletas durante años a consecuencia del lupus que padecía.

Flannery O'Connor llevó muletas durante años a consecuencia del lupus que padecía.LIBRARY OF CONGRESS, WASHINGTON, D.C.

Revelador, en este sentido, es el examen de algunos títulos perfectos de sus relatos. Los lisiados serán los primeros nace cuando ella, que lleva muletas desde hace años, está a punto de entrar en el ascensor y una señora un tanto estrafalaria le dice: "Por favor, entre primero, los lisiados entrarán primero, como dice Juan" (nadie encontrará esta expresión en San Juan).

El negro artificial es una expresión de su tía, que un día le comentó que habían erigido algo en algún sitio; no se le ocurría la palabra "estatua", y mucho menos "hombre de color", así que dijo "han hecho un negro artificial".

Encontrar la misericordia

La buena gente del campo es un título eficaz y, como bien se intuye, perfectamente antifrásticoA Good Man is Hard to Find [Un hombre bueno es difícil de encontrar] es una canción de Bessie Smith de 1927 que luego rima en "And You Always get the Other Kind [Y tú siempre eliges al otro tipo]", no al hombre bueno porque Un hombre bueno es difícil de encontrar

Como la niña de Un templo del Espíritu Santo, que se toma al pie de la letra y considera sagradas las fórmulas que escucha, así es Flannery O'Connor, para quien, en efecto, nosotros somos un templo del Espíritu Santo, donde siempre es difícil encontrar un hombre bueno y no hay ningún hombre bueno; para ella, los lisiados serán realmente primeros y el negro artificial redimirá toda la vida del viejo Head y de su nieto, que "miraban fijamente al negro artificial como si estuvieran ante un gran misterio, un monumento a la victoria ajena que los unía en la derrota común. Ambos sintieron que sus diferencias se disolvían en un acto de misericordia. El Sr. Head nunca había conocido la misericordia, porque había sido demasiado bueno para merecerla, pero en ese momento supo que la había encontrado".

ReL