Invitamos a los matrimonios y a personas interesadas en una familia feliz, a leer y asimilar pasajes de la Exhortación pontifical 'Amoris laetitia' del Papa Francisco.
Crecer
en la caridad conyugal
120. El himno de san Pablo, que hemos recorrido, nos permite
dar paso a la caridad conyugal. Es el amor que une a los esposos[115], santificado, enriquecido e iluminado por la
gracia del sacramento del matrimonio. Es una «unión afectiva»[116], espiritual y oblativa, pero que recoge en
sí la ternura de la amistad y la pasión erótica, aunque es capaz de subsistir
aun cuando los sentimientos y la pasión se debiliten. El Papa Pío XI enseñaba
que ese amor permea todos los deberes de la vida conyugal y «tiene cierto
principado de nobleza»[117]. Porque ese amor fuerte, derramado por el
Espíritu Santo, es reflejo de la Alianza inquebrantable entre Cristo y la
humanidad que culminó en la entrega hasta el fin, en la cruz: «El Espíritu que
infunde el Señor renueva el corazón y hace al hombre y a la mujer capaces de
amarse como Cristo nos amó. El amor conyugal alcanza de este modo la plenitud a
la que está ordenado interiormente, la caridad conyugal»[118].
121. El matrimonio es un signo precioso, porque «cuando un
hombre y una mujer celebran el sacramento del matrimonio, Dios, por decirlo
así, se “refleja” en ellos, imprime en ellos los propios rasgos y el carácter
indeleble de su amor. El matrimonio es la imagen del amor de Dios por nosotros.
También Dios, en efecto, es comunión: las tres Personas del Padre, Hijo y
Espíritu Santo viven desde siempre y para siempre en unidad perfecta. Y es
precisamente este el misterio del matrimonio: Dios hace de los dos esposos una
sola existencia»[119]. Esto tiene consecuencias muy concretas y
cotidianas, porque los esposos, «en virtud del sacramento, son investidos de
una auténtica misión, para que puedan hacer visible, a partir de las cosas
sencillas, ordinarias, el amor con el que Cristo ama a su Iglesia, que sigue
entregando la vida por ella»[120].
122. Sin embargo, no conviene confundir planos diferentes:
no hay que arrojar sobre dos personas limitadas el tremendo peso de tener que
reproducir de manera perfecta la unión que existe entre Cristo y su Iglesia,
porque el matrimonio como signo implica «un proceso dinámico, que avanza
gradualmente con la progresiva integración de los dones de Dios»[121].
De la Exhortación ‘Sobre el Amor en la Familia’ (Capítulo IV: Vocación de
la Familia)
Vea también sobre el amor Encíclica sobre el culto al Sagrado Corazón
- Papa Pío XII
No hay comentarios:
Publicar un comentario