Natalie
Ringold, profesora de primaria en Minnesota (EE.UU.),
quiere enseñar a sus
alumnos no solo lo que figura en los libros
de texto, sino también los valores
correctos y los buenos hábitos
de una forma innovadora e interesante.
Como
quería que otros profesores o padres pudieran utilizar sus
métodos, empezó a
compartir vídeos de su trabajo con niños
en Instagram. En
una de sus publicaciones, podemos verla explicando a sus
alumnos lo que ocurre
cuando somos groseros con los demás.
Nuestras palabras tienen
un gran poder
En una de sus clases, la
profesora Natalie recortó un gran corazón de papel y
explicó a los alumnos que
si alguien nos felicita, nos dice algo amable y nos hace
sentir bien, nuestro
corazón permanece igual.
Luego pidió a los alumnos
que pensaran en alguna ocasión en la que alguien les
hubiera dicho lo
contrario, algo desagradable, grosero, hiriente. Mientras hablaba,
arrugó un
corazón de papel y dijo que ese corazón representaba nuestros sentimientos.
Aunque nos disculpemos y
digamos que lo sentimos,
dejamos algunas marcas en el corazón”
Todos decimos algo
inapropiado a alguien en algún momento. Es entonces cuando
tenemos que
disculparnos, “retirar” lo que hemos dicho, dar a la otra persona un poco
de
espacio y tiempo para recuperarse. En ese momento, mostró su corazón arrugado,
que ya no era tan plano como antes. Preguntó a los alumnos: “¿El corazón tiene
el
mismo aspecto que antes? La verdad es que no. Aunque nos disculpemos y
digamos
que lo sentimos, dejamos algunas marcas en el corazón”.
Natalie explicó que
nuestras palabras son muy importantes y tienen un gran poder.
Muchas veces, y
después de mucho tiempo, recordamos los cumplidos o las malas
palabras que
hemos oído de los demás. Nos acordamos de ambas porque a ambas l
es damos mucha
importancia.
de lReglaos 30
segundos
Tras la introducción del
tema, la profesora Natalie presentó la regla de los 30 segundos,
que es muy
útil si se quiere explicar a los niños el tema de la comunicación amistosa,
pero no está mal ni es muy útil que los adultos reflexionen sobre ello en algún
momento.
A menudo somos los adultos los que ofendemos y herimos a los demás con
nuestras palabras.
¿Cómo explicó la regla de
los 30 segundos?
“Si alguien no puede
cambiar algo de sí mismo en menos de 30 segundos, no debes
mencionárselo. Por
ejemplo, si le dices a alguien: ‘Tienes los cordones desatados, átalos’,
esa
persona probablemente pueda cambiarlo en menos de 30 segundos y no se
entristecerá
por ello.
Pero si haces un comentario
sobre el color del pelo o el peinado de alguien, esa persona
no podrá cambiarlo
en 30 segundos o menos. Por lo tanto, no es un comentario que puedas
hacer
porque es algo que no pueden cambiar por sí mismos. Nuestras palabras tienen
peso.
Vamos a escribir esto en medio de este corazón. Lo colgaremos en la pizarra
para recordar
que nuestras palabras tienen un gran poder. Nuestro trabajo es
pensar lo que vamos a decir
antes de decirlo”.
Una habilidad desafiante
pero muy buena
para todos
La regla de los 30 segundos
es, por supuesto, bastante simple y unidimensional. No cabe
duda de que es útil
recordar a alguien un rasgo difícil de cambiar en medio minuto, pero
que sería
beneficioso mejorar. Sin embargo, hay que tener cuidado de decir solo lo que
sería bueno para la otra persona y no señalar algo que pueda herirla. Incluso
Natalie,
la profesora, dice que esto no siempre es fácil.
Es una habilidad difícil de
aprender, pero es muy importante y siempre será útil en la vida.
No debemos
tener malos deseos para nadie y “aplastar” deliberadamente su corazón.
En
realidad, queremos que la otra persona se sienta mejor después de hablar con
nosotros.
Hay que querer colmar a la gente de amabilidad y
cumplidos. Ése es nuestro objetivo.
Repartir amabilidad, repartir cumplidos.
Que esta sencilla regla nos
sirva de motivación para pensar en cada conversación
en lo que decimos, cómo lo
decimos y cómo reaccionará la otra persona.
¡Tomemos
la iniciativa de esta profesor y difundamos amabilidad!
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