martes, 21 de mayo de 2019

Decir la verdad y el Gran Negocio del Aborto

Durante más de medio siglo, el autodenominado movimiento “pro-choice” [pro-decisión de la madre] ha prosperado gracias a su extraordinaria habilidad para enmascarar, mediante variados engaños retóricos, de qué va realmente este asunto: de quitar deliberadamente la vida a un ser humano inocente mediante el aborto.
El personal sanitario de Planned Parenthood le pregunta a las jóvenes asustadas, y con frecuencia ignorantes: “¿Te gustaría que te restaurásemos la regla?” Los políticos financiados por el Gran Negocio del Aborto intentan alejar a los rescatadores de los abortorios, para mantener viva la pretensión de que lo que sucede en esos antros solo afecta a un “tejido” no deseado. El gobernador de Nueva York celebra la aprobación de una ley que legaliza los abortos hasta el momento del nacimiento porque es solo un asunto concerniente a la “salud reproductiva de las mujeres”. El gobernador de Virginia defiende que se deje morir a los niños que sobrevivan a un aborto, considerándose a sí mismo muy humano porque insiste en que las víctimas serán tratadas con delicadeza. El mes pasado, un senador del estado de Georgia rechazaba la protección legal sobre niños no nacidos de quienes se escucha “lo que algunos denominan latido del corazón”.
¡Señor George Orwell, llame a su oficina!
Cuarenta años de argumentación provida han hecho mella en la armadura de los eufemismos que rodean esta matanza de los inocentes, la cual, aunque terriblemente grande, se encuentra ahora en su nivel más bajo en décadas. Los veteranos provida más conscientes reconocerán, sin embargo, que lo que marcó la diferencia para nuestra causa fue la invención de la ecografía: la maravilla tecnológica que demuestra que una imagen es más poderosa que mil mentiras sobre bolsas de tejido. Y ahora llega una película de éxito, Unplanned, que eleva a otro nivel la guerra contra el eufemismo en el debate del aborto.
Abby Johnson (Ashley Bratcher, en la película) dirigía un abortorio, pero a nivel administrativo. Nunca había asistido personalmente a un aborto. Hasta que un día tuvo que ayudar en uno y contempló en la ecografía, en tiempo real, lo que sucedía.
Unplanned cuenta la historia de Abby Johnson, ex directora de una clínica de Planned Parenthood y en una ocasión empleada del año de Planned Parenthood, quien se convirtió en activista provida cuando su reafirmante jefa, experta en eufemismos, le pidió que asistiese a un “procedimiento”. Contemplando lo que indiscutiblemente era una criatura humana intentando desesperadamente evitar los instrumentos de su inminente asesinato intrauterino, Abby Johnson contempló la verdad de lo que hace el aborto cuando aquello que describió como un “niño perfectamente formado” era aspirado fuera del vientre de su madre. Entonces tuvo la honestidad y el coraje de admitir aquello que había conocido, dejar su bien remunerado trabajo en Planned Parenthood e intentar transmitir a los demás la verdad que había sido secuestrada por la imaginación.
Ese esfuerzo por ser testigo de la verdad tiene su continuación en Unplanned, que me recuerda el comentario del Papa San Pablo VI de que el hombre moderno aprende más de los testigos que de los maestros; y que si los acomplejados modernos escuchan a los maestros, es porque antes son testigos. Abby Johnson, como maestra y testigo, está magníficamente interpretada en la película por Ashley Bratcher, quien también merece reconocimiento por poner en riesgo su carrera, dado el ataque dirigido contra Unplanned por la crítica “pro-choice [pro-decisión, pro-aborto]” de Hollywood en los grandes medios, y por los intentos de censura en las redes sociales de cualquier comentario positivo sobre Unplanned.
Hasta ahora, la campaña contra Unplanned no ha funcionado. La película ha logrado un inesperado éxito en taquilla, a pesar del intento de suprimir los anuncios o la cobertura de sus primeras semanas en la gran pantalla. Y esperemos que la campaña contra Unplanned se convierta finalmente en un bumerán, a medida que resulte cada vez más claro que lo que más temen el Gran Negocio del Aborto, sus aliados ideológicos y sus servidores políticos es la verdad: la verdad que despoja de su fachada retórica la campaña a favor de leyes “liberalizadoras” del aborto que se ha llevado a cabo desde finales de los años 60.
En sus memorias informales At Ease [Descansen]Dwight D. Eisenhower Blamentaba que en la Segunda Guerra Mundial se hubiesen perdido millones de “vidas que podían haberse vivido creativamente”, y señalaba que la memoria de esa matanza “hiere la mente del mundo moderno”. No puede dudarse de que las decenas de millones de vidas perdidas en Estados Unidos por la legalización del aborto desde Roe vs Wade (vidas que podían haberse vivido creativamente) hiere la conciencia nacional, sean cuales sean los eufemismos con los que se tapen las cicatrices. También están las heridas de las mujeres que decidieron abortar: su curación, y un servicio eficaz a las mujeres con embarazos problemáticos, deben siempre complementar la argumentación y el testimonio en el activismo provida.
Y luego están los hombres irresponsables. El sistema de clasificación de Hollywood clasificó Unplanned con una R, se supone que por su devastadora primera escena, donde Abby Johnson descubre la verdad sobre el aborto. Esa escena, y en realidad toda la película, deberían ser vistas atentamente por los hombres, que se han aprovechado durante demasiado tiempo del Gran Negocio del Aborto y de sus perversos juegos de palabras.
George Weigel, ReL
Traducción de Carmelo López-Arias.




































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