La práctica puede ser común en las familias formadas por varios hijos.
Pero no debería ser así...
Quien sufre directamente con la práctica del bullying suele presentar traumas irreversibles a largo plazo y, generalmente, la víctima pasa por ello en silencio, pudiendo llegar a la depresión o incluso al suicidio. Para evitar esos casos más graves y daños psicológicos profundos, tanto padres como profesores tienen un papel decisivo en combatir estos actos, que normalmente, tienen lugar en ambientes escolares, pero que pueden darse también en casa, en la relación entre hermanos.
El director de la ONG Abrace, Benjamim Horta, destaca que desde la infancia hasta la vida adulta, nadie está exento de sufrir bullying, principalmente en las escuelas, escenario más común de esa práctica. Pero según él, que es pedagogo y especialista en prevención del bullying, no es solamente en el ambiente escolar donde el “fantasma” del bullying actúa.
“Es muy común que se dé entre hermanos, aún más si la familia está formada por varios hijos. Generalmente el agresor también es víctima en otro espacio, y se convierte en agresor en casa con sus hermanos”, aclara.
Todos los ámbitos – político, escolar y familiar – tienen que poner en marcha acciones para combatir el bullying. Horta aconseja a los padres que adopten algunas medidas. “Los padres tienen que entender que conversar con sus hijos sobre la escuela es importante, es esencial para descubrir cómo el niño se está relacionando con los compañeros”, explica.
Además, si el hijo presenta señales de aislamiento o se convierte en un niño violento dentro de casa, es posible que se esté enfrentando a ese “villano”. Una situación que no puede pasar desatendida por los padres, si las peleas entre hermanos atraviesan ciertos límites, por ejemplo.
En casa, ¿se considera bullying?
Para algunos profesionales de la salud, si la práctica tiene lugar en casa, no se clasifica como bullying, sino que se ve como algo normal, que contribuye al crecimiento del niño. Según la psicoanalista Juliane Arrais, la relación entre hermanos es estructurante y ayuda en otras relaciones.
“Esta relación puede ser la primera oportunidad de aprender a verter la rabia y la agresividad, a lidiar con la alteridad, la disputa, el juicio, los celos, la ambigüedad entre el amor y el odio, pero todo esto debe estar atravesado por las figuras parentales, que regulan esta relación”, aconseja.
Según la especialista, es preciso que la familia esté muy desestructurada para que los conflitos entre hermanos se conviertan en bullying, por falta de intervención de un adulto. “El bullying entre hermanos presupondría la ausencia de figuras parentales, por tanto, la cuestión principal sería la negligencia, no el bullying”, completa.
Ayuda especializada
La misión de un psicólogo, o incluso del profesor que convive cotidianamente con los niños y adolescentes, descubrir lo que está sucediendo, ya que el diálogo entre la víctima y su familia está impedido por el miedo, la vergüenza y otros factores.
Para Ivo Carraro, psicólogo del Centro Universitario Internacional Uninter, la atención, junto con una base familiar estructurada, es la solución para evitar el bullying, pues esta práctica empieza en la escuela y sus consecuencias se extienden a las propias casas tanto en el caso del agresor como en el de la víctima.
“Si los padres consiguen afrontar esa situación y dedicar atención a los hijos de una forma igualitaria, esa cuestión se resuelve por sí sola. Si se cuida desde el principio, los traumas pueden evitarse”, dice Carraro.
En muchos casos, las víctimas se sienten avergonzadas e inseguras para denunciar las agresiones. Algunas formas de denunciar la agresión son el propio diálogo con la familia y la valoración con profesionales del área.
Una intervención rápida de los padres es saber identificar esas situaciones para ayudar a la víctima, independientemente del nivel en que se produzca la agresión. No se trata solo de agresiones verbales: las víctimas también sufren con patadas, empujones, bromas y situaciones vejatorias que las hacen vivir en un laberinto sin fin.
“Quedan huellas en el inconsciente, en lo emocional de la persona, y pueden tener un efecto nefasto. La persona se cierra en sí misma, en estado depresivo, y cuando no se da cuenta llega hasta el suicidio”, explica.
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Siempre Familia, Aleteia
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