La violencia, la muerte y los disturbios dicen presente una vez más en el país más pobre de América Latina
Tras una semana de disturbios –que se han saldado con, al menos, siete personas muertas, entre ellas un niño de 14 años de edad—el país más pobre de América Latina, Haití, parece enfilarse, una vez más, al abismo político del cual parece que no ha encontrado salida en la última década.
Las protestas, auspiciadas por la oposición en contra de la gestión del presidente Jovenel Moise (un empresario del sector agrícola), están lideradas por jóvenes de barrios populares, sobre todo de la capital Puerto Príncipe, quienes reclaman la salida del mandatario y el fin a la corrupción, el hambre, el desempleo galopante, la inflación y la impunidad.
Escasez de todo
Aprovechando el segundo aniversario de la llegada al poder de Moise (quien asumió el cargo el 7 de febrero de 2017, luego de intensas batallas electorales), la oposición ha fincado sus protestas en la debilidad del presidente, en su aislamiento frente a los reclamos de comida y crecimiento del país, devastado por la violencia y por fenómenos naturales, como el terremoto de enero de 2010 y el huracán Mathew en 2016, de los cuales no ha podido levantarse.
Con la escasez de gasolina –derivada de la crisis venezolana y de los manejos corruptos del programa mediante el cual Hugo Chávez dominaba el Caribe con precios preferenciales de petróleo—ha venido la escasez de alimentos, electricidad, agua, empleo e insumos básicos que han prendido la mecha de las manifestaciones en contra de Moise.
Este viernes, cientos de comercios, gasolineras, escuelas y servicios públicos están cerrados, los primeros para evitar saqueos (que ya se han producido) y los segundos para no ser víctimas de los manifestantes que se han hecho de las calles de la capital haitiana y que han anunciado la intensificación de las protestas este fin de semana.
Cierre de embajadas
Conforme se agrava la situación y crece la insurrección popular, las embajadas y representaciones extranjeras en Haití comienzan a cerrar sus puertas –como la de Canadá–; advertir a sus funcionarios que extremen precauciones o a evacuar a los familiares de los diplomáticos, como lo ha hecho ya el gobierno de Estados Unidos.
Moise ha pedido diálogo a la oposición, pero los manifestantes han sido muy claros en el sentido que la única salida que concederían es la del propio presidente. Sin embargo, un grupo de mediación, compuesto por altos funcionarios de la ONU, Brasil y una coalición de naciones occidentales, ha comenzado a actuar para exigir que exista una salida a la crisis.
Ya no puede resistir más el pueblo
Por su parte la Conferencia de Obispos de Haití ha señalado, en un comunicado urgente, que “el momento es grave, porque hay violencia contra la vida”. Y sentenciaron: “la pobreza aumenta, el bien común está amenazado. ¡El país está al borde del abismo! Esta situación no puede durar más”.
En su misiva al pueblo haitiano los obispos católicos terminaron diciendo: “Debemos encontrar una solución inteligente que tenga en cuenta los mejores intereses de la nación y la defensa del bien común, en este sentido recurrimos a la conciencia de los ciudadanos de los diversos partidos políticos para una decisión patriótica, incluso si es a un costo elevado”.
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