Pon la tristeza bajo tus pies
Cuando el hombre indeciso fracasa en cualquier proyecto, la tristeza invade su alma, y aflige al Espíritu Santo echándolo fuera… aleja, pues, de tu corazón la tristeza y no ahogues al Espíritu Santo que habita en ti, (1 Tes 5:19), por miedo a que llame a Dios contra ti y te deje. Porque el Espíritu de Dios, que te ha sido dado en tu carne, no soporta ni la tristeza ni la incomodidad. Revístete de alegría y haz de ella tu delicia. Eso es lo que agrada a Dios; eso es lo que él acoge favorablemente. Porque todo el que está lleno de gozo obra bien, piensa bien y pone a la tristeza debajo de sus pies. Por el contrario, el hombre triste obra siempre mal; primeramente, hace el mal contristando al Espíritu Santo que con gozo ha sido dado al hombre; y comete una falta de piedad no orando ni alabando al Señor. Porque la oración del hombre triste no tiene jamás la fuerza necesaria para subir al altar de Dios… Así como el vinagre mezclado con el vino hace perder el buen sabor a éste, de la misma manera la tristeza, mezclada con el Espíritu Santo, debilita la eficacia de la oración. Purifica, pues, tu corazón de esta tristeza perniciosa, y vivirás para Dios, igual que todos los que se habrán despojado de la tristeza y revestido de gozo. (Pastor de Hermas, 10° precepto)
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