Lomax tenía 19 años cuando fue capturado por los japoneses en plena Segunda Guerra Mundial (1942). Fue uno de los tantos miles que fue llevado a Tailandia a construir, bajo condiciones infrahumanas, el llamado Ferrocarril de la Muerte, que cubría el trayecto entre Tailandia y Birmania.
Pero para empeorar su suerte, a Lomax le descubrieron un radio receptor que había logrado ensamblar con algunas piezas sueltas para mantenerse informado (él era parte de la Royal Corps, que en realidad es un brazo de apoyo del ejército inglés para establecer las comunicaciones en el campo de batalla), por lo que fue acusado de espionaje militar y sometido a horribles torturas mientras era cruelmente interrogado: lo golpearon hasta romperle varios de sus huesos, le vertían agua en su boca y nariz como si fueran a ahogarlo, lo dejaban a la intemperie sin comida, por mencionar algunas.
De sus torturadores, había uno que destacaba: Nagase Takashi, quien hacía de intérprete pero también lo amenazaba de muerte y le gritaba que era un espía; además, no decía que Lomax y los demás presos aseguraban que era una radio con fines informativos, incapaz de emitir señales, solo de recibirlas.
Esta pesadilla “terminó” con la rendición nipona en 1945. Lomax y otros tantos soldados de distintas nacionalidades fueron liberados por los norteamericanos, algunos quedaron con traumas psicológicos severos después de lo vivido, otros no sobrevivieron.
Nagase Takashi no fue sentenciado porque alegó que sólo había sido el intérprete pero no ejecutado las torturas. Además, colaboró con la identificación de cadáveres, señalamientos de tumbas y fungió de intérprete en los juicios militares post-guerra.
Lomax intentó reintegrarse a su vida civil sin demasiado éxito. Se casó pero se divorció, tenía constantes pesadillas y ataques de pánico, lo atormentaba el deseo de venganza, no confiaba en nadie etc.
Más de 40 años después de lo ocurrido, ya retirado de su vida laboral y casado por segunda vez, Lomax pensó que investigando los hechos quizá podría entender por qué le había ocurrido todo eso. Un ex compañero de prisión le mostró un recorte de periódico donde decía que Takashi había quedado absuelto, que aún seguía vivo y que se dedicaba a hacer labores de beneficencia. Fue escéptico, no creía en ese arrepentimiento y mas bien alimentó sus ganas de “hacer justicia” aunque no sabía cómo.
Su esposa Patricia, por el contrario, lo alentó a unirse a la Fundación Médica para la Atención de Víctimas de la Tortura. Años después, viendo que él había progresado, ella le escribió al ex intérprete japonés, ya que en aquel artículo Nagase decía que todas las víctimas con las que él se había comunicado lo habían perdonado, pero ella le preguntó que cómo podía sentirse perdonado si faltaba aquel joven de la radio receptora.
El nipón respondió y Patricia le mostró la carta a su marido. Él quería reunirse con Lomax para pedirle perdón en persona. El encuentro se llevó a cabo en Tailandia en 1993, casi 10 años después que Lomax leyera aquel recorte de periódico, y fue parcialmente documentado en el video que les mostraba al comienzo.
Nagase lo saludó con una reverencia japonesa formal. Lomax -que ya no iba con sed de venganza pero tampoco con ganas de convertirse en su amigo, sino para cerrar ese ciclo tan terrible de su vida- le dio la mano y le dijo en japonés: “Buenos días, Sr. Nagase. ¿Cómo está usted?” Enseguida no paró de pedirle perdón entre lágrimas y temblando.
El ex soldado británico se dio cuenta que, de cierta forma, Nagase también había sido torturado psicológicamente todos estos últimos años por el remordimiento. Los dos eran sobrevivientes. Los siguientes días los pasaron juntos hablando de todo un poco. Prometieron seguir en contacto entre cartas y llamadas telefónicas. Así lo hicieron, inesperadamente, como amigos.
Lomax, que había trabajado como periodista después de la guerra, fue alentado a escribir un libro para narrar su experiencia y servir de ejemplo. Lo tituló “The Railway Man” (luego Hollywood hizo una adaptación cinematográfica en 2014 protagonizada por Colin Firth aunque no 100% fidedigna). Allí confesó que la carta que le escribió Nagase a su esposa fue determinante, ya que estaba llena de compasión y fue cuando empezó a “pensar en lo impensable”: perdonarlo.
Lo mismo le dijo al New York Times en 1995 cuando lo entrevistaron por su libro: “No he perdonado a Japón como nación, pero he perdonado a un hombre porque ha experimentado un gran remordimiento personal”.
Los años siguientes y antes de su muerte en octubre de 2012 a los 93 años, Eric Lomax volvió a ver a Nagase, conoció a su hijo y también colaboró con varias organizaciones que promueven el perdón entre víctimas y torturadores para buscar alternativas a la venganza y detener espirales de odio y más crímenes. Una de ellas es The Forgiveness Project, basada en el Reino Unido, en cuya página Lomax escribió: “Después de nuestro encuentro me sumí en un estado de paz y determinación. El perdón es posible cuando alguien está preparado para aceptar la disculpa”.
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