HEMEROTECA - Se acumulan los estudios que demuestran que es mala idea
En el siglo XXI, la idea de casarse sin antes convivir con la pareja (con actividad sexual, se entiende) es absolutamente minoritaria entre los jóvenes españoles: según las encuestas de la Fundación Santa María (1.250 entrevistas de jóvenes de 15 a 24 años), sólo declaraban esa intención uno de cada diez jóvenes (o menos: en 2016 lo declaraba un 7,4%). A estos hay que sumar a un 1,5% o 2% que declaran que ya están casados y no han convivido con su pareja. [El estudio completo aquí].
Por el contrario, según los últimos datos (encuestas de 2016), uno de cada tres declara "pienso casarme, pero antes convivir con mi pareja". La idea de vivir en pareja sin ningún plan de casarse la tienen uno de cada cinco (un 20%). Y un gran cambio se nota en los absolutamente indecisos: casi un 30% que declaran "no sé lo que haré", mientras que diez años antes esos indecisos eran un 17%.
Los absolutamente liberales ("pienso formar una pareja abierta con total libertad sexual") son en la teoría menos de un 2%... pero en la práctica es evidente que las parejas sexuales se pueden ir sucediendo una tras otra allí donde no hay una voluntad clara de exclusividad y unión indisoluble "hasta que la muerte nos separe".
Cohabitar para "probar": una superstición popular
En España, como en otros países, muchos jóvenes (y sus padres) creen en una superstición absolutamente contraria a los datos científicos recogidos durante décadas: la superstición de que es bueno y prudente cohabitar antes de casarse "para probar nuestra convivencia" o "para probar la compatibilidad".
Así, hemos visto que uno de cada 3 jóvenes menores de 25 años quiere cohabitar con la idea de pasar luego al matrimonio. Y según esta encuesta de Fundación Santa María, un 31% de todos los jóvenes declara que cohabitaría "para probar como es la convivencia", casi un 19% lo hace para ahorrar papeleo en caso de ruptura y un 16% lo hace porque no se siente seguro con la pareja que ha escogido.
¿Problemas económicos? No lo declaran así
Los motivos económicos, ¿pesan mucho? Hay que tener en cuenta que mientras que en Suecia los jóvenes se van de casa poco antes de los 20 años, en España no se van hasta los 29 años (los varones bien pasados los 30). Y, de los que se "independizan", uno de cada 4 reciben ayuda económica constante de sus padres y parientes.
El Observatorio de la Emancipación del Consejo de la Juventud calcula que un joven español debe ganar al menos 1.809 euros al mes para independizarse "sin riesgos", pero de los jóvenes españoles que trabajan, el 75% tiene solo un empleo temporal o parcial.
¿Es esta situación económica complicada la razón de que los jóvenes aplacen la boda y se dediquen a convivir?
Ellos no lo declaran así: sólo un 7,6% declara que cohabita (o cohabitaría) "porque no podemos pagar la boda".
Pero, ¿qué dicen los que ya cohabitan?
Una cosa es lo que dicen sobre cohabitar los que aún están en casa de sus padres y otra lo que dicen los que ya están cohabitando. ¿Por qué dieron ellos el paso? Este dato no lo tenemos en España y lo tomamos del estudio norteamericano de Stanley y Rhoades, que investigaron haciendo un seguimiento de 2007 a 2012 el caso de 1.294 parejas de adultos que cohabitaban "en relación romántica seria" (más datos aquí en inglés).
Cuando se les preguntaba la razon por la que, realmente, decidieron vivir juntos ellos, en su caso concreto, sólo el 10% de los hombres y el 4,5% de las mujeres dijeron que querían "probar la convivencia antes de casarse". Lo que querían más del 40% -tanto hombres como mujeres- era, simplemente "estar más tiempo juntos".
Otro 20% declaraba que les era "conveniente" (por razones prácticas y económicas). Un 13% de mujeres y un 6% de hombres declaraban que dieron el paso para educar juntos un hijo. Y aproximadamente un 14% pensaba que así daban "un paso más en su compromiso".
Cohabitar por "necesidad"
Los jóvenes encuestados por Fundación Santamaría no declaran cohabitar "por necesidad"... quizá porque la mayoria inmensa sigue en casa de sus padres y saldrá de ella a los 29 años.
Pero Stanley y Rhoades cree que muchos jóvenes, en EEUU, no cohabitan por amor entusiasta, sino por una especie de fatalismo práctico: sienten que es necesario.
"Hay gente con pocas opciones, y es más fácil que acaben en relaciones difíciles en las que cohabitar probablemente no sería su primera opción... al menos con 'esta' pareja", escribe Scott M. Stanley, del Centro de Estudios de la Familia de la Universidad de Denver.
La tesis de Stanley es esta: "Es fácil deslizarse hacia la cohabitación sin ni siquiera debatirlo en serio o sin una verdadera decisión... y allí te quedas enganchado".
El casi 19% de jóvenes españoles que piensan en cohabitar "para ahorrar papeleo en caso de ruptura" es ya un indicador de fragilidad, así como el casi 17% que admite que no está muy seguro con la persona con la que cohabita.
"Las mujeres que declaraban cohabitar por razones de conveniencia declaraban también menores índices de confianza en sus relaciones, menos compromiso y mayor nivel de dinámica negativa con sus parejas", escribe Stanley.
Es decir: la relación es frágil y se mantiene, sobre todo, por alguna razón práctica o logística... por un tiempo.
Los que cohabitan "para probar": les va mal
El estudio de Stanley y Rhoades se centró en analizar qué tal les iba a los que declaraban que cohabitaban "para probar la convivencia" (distintos a los que lo hacen "por conveniencia").
Los resultados sugieren (como en muchos otros estudios y países) que este "probar" no ayuda nada a la pareja.
- los hombres que cohabitaban "para probar" tenían mayores índices de síntomas depresivos, ansiedad generalizada, problemas para depender de otros y ansiedad por temor al abandono
- las mujeres que declaraban "probar" tenían mayor ansiedad de temor al abandono
- tanto hombres como mujeres, declaraban un menor nivel de confianza en la relación, peor interacción y más agresión psicológica
- entre los varones que "probaban" se detectaba más agresividad física y menos niveles de dedicación a la relación
Stanley admite que muchos de esos factores negativos estaban ahí antes de empezar a cohabitar... pero los cohabitadores se "enganchan" a ellos, los aceptan y piensan que cohabitando más "mejorarán" (o, más bien, que "el otro mejorará").
Cohabitar ciega y dificulta cortar cuando habría que cortar
"Lo que la gente ve menos en el cohabitar es que hace más difícil el romper", insiste. No es es que se rompa menos: se rompe más que en las parejas de novios que sólo quedan y salen. Pero, además, se rompe más tarde y peor.
Los sociólogos llaman a esto "la inercia de la cohabitación". Esa inercia no solo implica que puedes alargar una relación tóxica o mala por la dificultad de "empezar de nuevo saliendo de esta casa", sino que hay parejas que pasan de cohabitar a casarse "por inercia". La ruptura llegará más tarde.
No hay estudios sociológicos que demuestren que cohabitar antes de casarse disminuye el riesgo de ruptura. Ni que los que cohabitan rompen menos que los que se casan. Los estudios muestran siempre lo contrario.
Solo recientemente hay algunos estudios que señalan que cohabitar no empeora (aunque tampoco mejora) los índices de ruptura del matrimonio, y se da solo cuando se suman estos factores:
- Haber cohabitado solo con quien luego es tu cónyuge
- Haber empezado a cohabitar teniendo los dos muy claro, y haberlo declarado, que el objetivo era luego casarse
- Empezar esa cohabitación con más de 23 años de edad
Pero "cohabitar con el objetivo firme y declarado de casarse después" no es muy común, en realidad. Normalmente, uno de la pareja lo desea, o espera, o le gustaría... y el otro prefiere no pensar mucho en ello, hasta que, quizá, "se desliza".
¿Tienen los dos voluntad declarada y firme de envejecer juntos?
Stanley insiste que esa voluntad declarada de compromiso, de querer vivir siempre juntos, expresada, es lo que da firmeza frente a la ruptura. Esa voluntad declarada y firme es lo que debe haber en un noviazgo. Y el ritual de una boda y el apoyo público de la comunidad tiene, entonces, una eficacia real y da una fuerza real en esos casos a la pareja.
Lo peor es que en la cohabitación uno queda "enganchado" y tarda en ver esas cosas y dar el paso a dejarlo. Cohabitar dificulta ambas cosas: detectar los problemas y cortar la relación: un piso que pagar, un coche compartido, quizá incluso hijos, etc...
"Hay muchas formas mejores de probar una relación que hacer algo que dificulta el romper porque te lo has imaginado todo. Es mejor tomar un curso sobre relaciones (por ejemplo, loscursos prematrimoniales anteriores incluso a prometerse en matrimonio), hablar de cómo será el futuro juntos y ver si sois compatibles saliendo en el noviazgo. Tomad el tiempo de ver a vuestra pareja en distintos ámbitos sociales", propone Stanley.
Varias cosas encadenan a los que cohabitan: la mascota, el piso, el coche, facturas... y dificultan una ruptura que debería llegar, mientras pasa el tiempo
Un detallado análisis de rupturas y efectos en los niños que viven con un solo padre, a nivel mundial, en español, aquí
Más investigaciones de Stanley y Rhoades sobre este tema, en inglés:
- Vivir juntos antes de casarse no disminuye el riesgo de divorcio, más bien lo contrario (aquí)
- Vivir juntos no da igual (aquí)
- Los beneficios de estar casados para los hijos (aquí)
- Para pensar antes de irse a vivir juntos (aquí)
LOS JÓVENES ESPAÑOLES EN DATOS (cifras de 2016)
Renta media neta: 9.373 euros anuales (INE)
Salario medio bruto: 1.029,3 euros mensuales (INE)
Tasa de paro: 33,9% (Eurostat)
Tasa de temporalidad en el empleo: 72,9% (Eurostat)
Tasa de emancipación: 19,5% (Consejo de la Juventud de España)
Edad media de emancipación: 29 años (Eurostat)
4 minutos en inglés con dibujitos: cohabitar engancha, dificulta ver que la relación no era profunda, alarga la ruptura y es malo para la persona y la familia
Vídeo paródico sobre los "votos de cohabitación"
(Noticia de Hemeroteca: publicada originariamente en ReL el 4 de enero de 2018)
Pablo J. Ginés, ReL
Quizás le interesa: Algunos efectos (muy negativos) de la cohabitación
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