El blog que nunca debió de existir es el título de esta sincera y hermosa carta que escribió Emma Isabel a su abuela. Cuando la leí solo pude pensar en lo agradecidos que debemos estar por nuestra vida, y que cuando pensemos que esta se pone difícil, no dudemos en preguntarnos que se sentiría no haberla vivido.
Este texto revela la increíble maravilla que encierra nuestra existencia y el profundo anhelo del ser humano por vivir amar y ser feliz. ¡Esperamos que les guste y que lo puedan compartir!
[dropcap]«L[/dropcap]a mayor parte del tiempo, escribimos sobre nuestras vivencias como consagrados en matrimonio, sobre nuestras luchas, preguntas que van surgiendo en el caminar vocacional y luces que Dios va dejando. Pero esta vez quiero compartir con ustedes una parte de mi historia mucho más personal, que pocos conocen pero ante la cual siento el deber y la responsabilidad de revelar.
Comenzaré por decirles que este blog nunca debió existir, los post que hemos publicado y que has leído tampoco. Cada letra y reflexión se supone que no debían de haber sido escritos, más sin embargo se escribieron.
Y la razón de esto se remonta a una heroica decisión que se tomó hace más de 50 años.
Era 1961, y el retraso en el período de una joven que no había logrado terminar la escuela comenzaba a indicarle que un hecho sufrido hacía unas semanas tendría más repercusiones de las que esperaba. Habiendo estado en un noviazgo, pocas personas le creerían que su ex pareja le había forzado a estar con él. Y es que a veces pensamos que el abuso solo se da entre desconocidos, pero lamentablemente son cada vez más los casos de mujeres y hombres violentados en escenarios dónde se supone que el amor debía de prevalecer.
Sin estudio, sin dinero, sin apoyo, sola… Y un bebé en camino.
Recuerdo que la primera vez que escuché su historia, sentadas una tarde tomando café, contemplaba sus manos sosteniendo un lápiz, sentía impotencia y el inmenso deseo de viajar al pasado, abrazarla y decirle que todo iba a estar bien. Aún hoy no me explico cómo logró sobreponerse a todo lo que vivió. No faltaron quienes le aconsejaron que “cortara de raíz” el problema y abortara. Pero al igual que aquél día ella responde siempre con las mismas palabras que uso para esas personas y dice: “No era capaz, porque toda vida es sagrada”.
Y así, sin poder acceder a cuidados prenatales, sin baby shower, sin sesión de fotos de embarazo, sin cuna ni pañales, sin nadie que sostuviera su mano durante el parto, una tarde de junio de 1962, nació una niña a quién nombró Isabel (mujer casa de Dios) y que muchos años después yo llamaría mamá.
Justo esta semana, en mi país se descubrió un abortorio clandestino y en lo personal me ha conmovido profundamente pensar en las mujeres que por alguna razón han decidido apagar la vida que llevaban en su vientre. Uno de los himnos que cantamos cada 15 de septiembre en Costa Rica dice que “los hijos del pueblo, levanten la frente al sol refulgente de la libertad” y es doloroso pensar que muchos de esos hijos no conocerán jamás la luz del sol.
Puede que me tome la causa provida muy personal, pero no puedo tomármelo de otra manera, le debo mi existencia a Dios y a una mujer que por encima de todo nunca olvidó que toda vida es preciosa, maravillosa, llena de potencial, y que aún en el escenario más oscuro decidió valientemente proteger la luz que había en ella.
Hoy mi abuelita es una hermosa mujer de 72 años, con cabecita de algodón (así le decimos mi hermano y yo al ver sus preciosas canas) que colorea con su nieta libros de arte-terapia, siembran juntas cactus y suculentas, cocina las mejores empanadas de frijol del mundo y poco a poco de la mano de la bebé que algún día protegió, comienza a aprender las letras del abecedario. Es inmensamente amada. Trabajó honradamente para salir adelante con su hija. Tiempo después conoció a un buen hombre, se enamoraron y con los brazos abiertos adoptó en su corazón a la niña de cabellos oscuros que años atrás había traído al mundo sola. Hoy tengo el honor de llamar a ese hombre abuelo, y aunque los lazos de sangre no nos unen, los de la ternura se han ido abriendo paso desde el primer día que me adoptó a mi también como su nieta.
En mayo cumplieron 47 años de casados, juntos construyeron un hogar que recibió a tres niños más, uno de los cuales no creció en su vientre pero cuando llegó se dieron cuenta desde un primer momento que todo ese tiempo lo habían estado gestando en su corazón. Afrontaron el desempleo, la pobreza, la muerte prematura de dos de sus bebés, levantaron la bandera del perdón que se extendió más allá de las paredes de esa casa y alcanzó también el alma del hombre que en algún momento rechazó su embarazo y a su hija. Vieron a su niña crecer, graduarse, ir a la universidad, alcanzar una profesión, estar al lado de su padre biológico al momento de su muerte, formar una familia, y vieron nacer a la primera nieta que hoy escribe post en este blog.
Y es que cuando hablamos del tema del aborto, olvidamos que no es solo una vida la que está en juego, sino generaciones enteras, familias e historias de amor.
Sin la valiente decisión de una chica de 17 años, hoy no estarías leyendo esto.
Compartimos nuestros post con la esperanza de que toda persona pueda luchar y alcanzar una historia de amor auténtica, plena y bella, que sepa que siempre valdrá la pena esperar, pero también sentimos el deber sagrado de anunciarles que toda vida encierra en sí el poder de cambiar el mundo, y es digna de ser vivida desde el momento de la concepción hasta el último aliento.
Una vez, Santa Teresa de Calcuta, premio Nobel de la Paz 1979, dijo sobre el aborto:
“Al abortar, la madre no ha aprendido a amar; ha tratado de solucionar sus problemas matando a su propio hijo. Y a través del aborto, se le envía un mensaje al padre de que no tiene que asumir la responsabilidad por el hijo engendrado. Un padre así es capaz de poner a otras mujeres en esa misma situación. De ese modo un aborto puede llevar a otros abortos. El país que acepta el aborto no está enseñando a su pueblo a amar sino a aplicar la violencia para conseguir lo que se quiere. Es por eso que el mayor destructor del amor y de la paz es el aborto”
Siempre se puede amar y abrazar la vida aún en los escenarios más difíciles, defender la existencia de ese ser en el vientre es una triunfante afirmación del amor.
Y por último, solo quiero darle las gracias a esa mujer de 72 años (que aunque aún no ha terminado sus clases de lectura estoy segura que mi mamá o mi hermano le van a leer este post) y con ella a todas las mujeres que contracorriente sacaron de lo más profundo de sí un valor y coraje que ninguna película de acción o superhéroes podrá igualar jamás. Gracias abuelita por hacerte cómplice con Dios, por haber abrazado la vida de mi madre, y sin darte cuenta también abrazaste mi vida, la vida de mi hermano y la de toda nuestra familia. No me alcanzarán las horas para darte las gracias por el maravilloso regalo de ver cada día ese sol refulgente de la libertad.
Siempre estaré orgullosa de llamarme como tú y mamá: Emma Isabel».
Luisa Restrepo, catholic-link
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