Notas para distinguir si tu relación es un episodio pasajero o una historia de largo recorrido.
Una relación amorosa hace que todo cambie en la vida de una persona. Pero, ¿cómo saber si estamos ante un sentimiento amoroso que será pasajero o realmente hemos entrado en el amor profundo? Cuántas veces has oído decir “de verdad que esta vez es amor auténtico” para referirse a un amor inmaduro, que no pasará de un verano o de una temporada.
El enamoramiento
En el enamoramiento predomina la dimensión biológica de la relación entre el hombre y la mujer, así como la relación afectiva. Lo que prima es el “me gusta”, la conexión se produce por el atractivo físico del primer momento y a ello se suma el encontrar en el otro valores que también nos gustan.
Ahí nos involucramos emocionalmente, con palabras, gestos y caricias. Uno está deslumbrado.
Hay sensaciones físicas, como la sudoración, el temblor, los escalofríos, las “mariposas en el estómago”, el tartamudeo, el pulso acelerado, la risa floja, el quedarse con la mente en blanco, la colitis…
El cerebro segrega dopamina, una sustancia que produce la sensación de bienestar y placer. Sin embargo, esa acción tendrá un límite que los expertos cifran en tres años.
Se idealiza a la persona. No se le ven defectos y las virtudes lo llenan todo. Por parte del enamorado, también hay un proceso modificador: nos cuesta más ver los propios defectos o aquello que nos distanciaría del enamorado.
Carla Bruni dice en una canción: “Eres mi droga”. En el siglo XV, “La Celestina” nos habla de un Calisto locamente enamorado de Melibea (aunque no se le ha pasado por la cabeza casarse con ella). El criado, Sempronio, al ver que está loco de pasión, le pregunta: “¿Tú no eres cristiano?”. Y Calisto responde: “¿Yo? Melibeo soy, y a Melibea adoro, y en Melibea creo, y a Melibea amo.”
La realidad se distorsiona. Los planes de futuro se ven fáciles de cumplir. No se encuentran impedimentos. Con el amado o la amada se pierde la noción del tiempo.
Lo cantaba Marvin Gaye:
Escucha, cariño
No hay montaña tan alta
Ni valle tan bajo
Ni río tan grandeSi me necesitas, llámame
No importa dónde estés
Ni la distancia
No te preocupes,
Sólo tienes que gritar mi nombre
Y allí estaré en un instante
No tienes de qué preocuparte
- Hay ensoñación respecto al futuro.Se elaboran planes de viajes, de vida en común fundamentalmente placenteros.
- No hay crítica ni análisis sobre la persona amada. Solo se le encuentra puntos positivos. Y si alguien habla de él/ella de otro modo, se tiende a no hacer caso.
- La imaginación y la fantasía convierten al enamorado en el protagonista principal de cualquier sueño.
- Se es capaz de cualquier cosa por agradar al amado. Como dice aquel ripio: “Por ti me iba al Polo Norte en pantalón de deporte”. En versión Twitter o Periscope serían los retos. El enamorado es capaz de cumplir cualquier capricho si se lo piden.
Para que haya amor…
Cuando hay enamoramiento únicamente, lo que ocurre es que deseo apropiarme de lo bueno que hay en el otro y deseo poseerlo físicamente. Eso no es malo, pero es insuficiente para que lo llamemos amor.
En cambio, cuando hay amor aparecen en juego otras dos dimensiones de la relación, que son capaces de transformar la biológica y la afectiva. Son las dimensiones personal y trascendente.
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La dimensión personal del amor hace que vea al otro en todas sus facetas: los valores que tiene: humanos, espirituales, emocionales, económicos, intelectuales.
Esa dimensión se presenta como diciendo “estoy dispuesto incluso a abrir esa puerta para saber qué hay detrás”, dispuesto a asumir el pasado, dispuesto a acompañar en los malos momentos, cuando la juventud y la pasión se apaguen…
El amor, en su dimensión personal de la relación, acepta el compromiso de forma radical y desea que perdure en el tiempo. No le resulta suficiente un “parece que sí funciona”, un de momento” o “más adelante vamos viendo”.
Hay un deseo de permanencia que transmite seguridad, paz, calma. Pase lo que pase, habrá unión y eso lo quiero. Requiere poner toda la carne en el asador.
Más que una suma de dos
La dimensión trascendente en la relación es también fundamental, y no solo para las personas que practican una religión. La trascendencia implica que esa relación que se ha establecido va más allá de un tú y un yo sumados, porque ha generado algo superior y distinto.
Es orientar esa unión hacia algo que va más allá de unos objetivos comunes y que, si el momento llega, será capaz de dotar de significado al sacrificio o a las limitaciones en pos de una meta superior. Por el amor a otra persona, uno es capaz incluso de soportar dolor, tristeza, hambre, enfermedad, de saber negarse a uno mismo, de saber entregar la vida si es preciso (unas veces como acto heroico y otras en la vida cotidiana y con el paso de los años).
En el amor profundo, la dimensión biológica y la afectiva son importantes pero en su medida, en el contexto y nunca de forma egoísta. Lo biológico no va por libre y no es lo primordial. Porque lo primordial es, sin duda, el otro. “Te amo y amo lo demás por ti, no por mí. Amo lo que es bueno para ti. Y te amo solo a ti porque te doy mi corazón completo, entero, sin fisuras, de forma incondicional“.
Con la dimensión trascendente, se pone por testigo de la fidelidad y de la unión a quien consideramos que es buen juez, que nos valorará con amor y nos ayudará a fortalecer el amor. Es un cheque en blanco ante quien sabemos que hará lo posible por que nuestra vida nos conduzca a la felicidad.
En este punto, poner a Dios por testigo es para los creyentes una confirmación, un compromiso y una paz en la esperanza de que Él quiere que la relación sea para siempre y colme de gozo las aspiraciones de la pareja. Puede decirse que en una pareja de creyentes “son tres”: a él se acude en ayuda y por él uno se da al completo.
Es una trascendencia que lleva a ver el amor proyectado en lo infinito y en los valores referenciales que cada uno se marca en esta vida, entre ellos el más allá. “Te amo para siempre”, “quiero la felicidad eterna para los dos”… No son solo frases de la letra de un bolero: expresan que queremos lo mejor para el otro y estamos dispuestos a ser parte de su camino para lograrlo.
Si uno ve que no existe una verdadera dimensión personal ni trascendente, lo suyo es enamoramiento. ¿Hay que pensar entonces que esa relación es un absurdo? Ni mucho menos. Lo que sí conviene es ir subiendo peldañospara construir una relación sólida. La dimensión biológica y la afectiva son necesarias también para un gran amor, así que habrá que trabajar los otros dos aspectos si queremos que “la historia de lo nuestro” perdure.
Dolors Massot, aleteia
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