En su raíz hay una actitud de fondo
Una de las cosas más importantes es entender la valía propia que tienes. No por lo que puedas hacer, sino por quién eres. Cada persona es irremplazable y no hay nada más irrespetuoso o injusto que reducir a una persona a la condición de objeto.
Por tanto, naturalmente, nos aseguramos de enseñar a nuestros hijos a entender su propia valía. “No os cosifiquéis”, decimos a nuestros adolescentes (en especial a las chicas). “¡Eres más que un mero pedazo de carne!”. Nadie existe simplemente para alimentar las fantasías sexuales de otra persona e, independientemente de lo halagador que pueda resultar ser el centro de atención, nunca está bien tratarse a uno mismo como si su valía dependiera de la reacción que genere en otra persona. Cosificarte siempre socava tu sentido de valía personal auténtica.
Como nuestra sexualidad es una parte muy importante de quienes somos y como resulta muy hiriente que nos vean —o que nos veamos nosotros mismos— como meros objetos sexuales, la conversación sobre la autocosificación tiende a ir en torno a las elecciones de vestimenta y el pudor. Y es justo. La forma en que vestimos es, sin duda, intencionadamente o no, una manera en que puede mostrarse si nos tratamos como objetos para ser usados.
Ahondar en la actitud
Pero no dejemos que la conversación sobre la cosificación se limite a la esfera de la sexualidad. Después de todo, cosificarse uno mismo no se reduce tanto a la ropa en concreto que llevemos, sino que se extiende más bien a la actitud, que puede transmitir el mensaje de: “No soy más que un medio para un fin”. Lo cierto es que hay muchas formas en que uno o una puede tratarse como un medio para un objetivo y todas esas formas son igual de dañinas, porque todas hacen lo mismo: establecen que el valor de una persona depende de algo fuera de la persona en sí.
Detecta estas formas perjudiciales de autocosificación
¿Qué otras formas hay de autocosificarse? Veamos algunas:
Ser un adicto al trabajo: Si actúas como si tu valía dependiera del sueldo que ganas o de las horas que echas en tu trabajo, te estás tratando como a una máquina que tiene que producir, producir, producir para poder mantener su valor.
Ser codependiente: Decirle a tu pareja “No soy nada sin ti” quizás parezca amor verdadero, pero lo que en realidad haces es identificarte como un mecanismo de apoyo y un accesorio de autoestima para tu pareja, no como una persona íntegra. Tu valía no tiene nada que ver con tus relaciones.
Basar tu identidad en tu área de especialidad: ¿Te defines por aquello que se te da bien? Quizás seas el mejor o la mejor jugando al fútbol, cocinando, como médico o investigadora, pero eso no es lo que te hace importante. Eres más de lo eres capaz de hacer.
Definir tu valor según tu potencia física o mental: Tener buena aptitud física es fantástico, pero tu valía no es mayor si estás fuerte y sano que si estuvieras débil y enfermo. La educación también es maravillosa, pero no vales más por ser brillante y elocuente que si fueras analfabeto e incoherente. Es más, ni siquiera vales más estando en la plenitud de la vida que si estuvieras en coma.
El común denominador entre estas actitudes y tantas otras es que cogemos algo que es legítimamente bueno e importante —nuestra sexualidad, nuestras destrezas, nuestra inteligencia, etc.— y cometemos el error de asumir que somos valiosos debido a esa dimensión de nuestra identidad.
Las personas que entienden su valor como dependiente de su atractivo sexual sienten, como es comprensible, terror al envejecimiento. Yo también me sentiría así si pensara que con cada nueva arruga mi importancia iría disminuyendo. Pero sentiría el mismo miedo si anclara mi autoestima en cualquier cosa que pudiera perderse. Mi fortaleza física, mi salud, mi mente, mis relaciones… He visto bastante de la vida para saber que estas cosas también son transitorias. Por eso es tan crucial abordar la vida sin caer accidentalmente en la autocosificación. Si pensaras que tienes valía solamente por lo que puedes ofrecer y, de repente, lo perdieras, ¿qué sentido de valía personal te queda?
La conclusión es la siguiente. Tú sigues siendo tú, una persona digna y valiosa de forma inmensurable e incalculable, incluso en coma, incluso paralizada, incluso cuando la ancianidad te haya arrebatado lo que antaño definía tu identidad. Has sido esta persona desde antes incluso de nacer. De modo que, si has basado tu identidad en cualquier cosa que no tuvieras como embrión o en cualquier elemento que no te lleves a la tumba, entonces quizás te estés cosificando.
Las cosas tienen un valor basado en lo bien que funcionan. El valor de una persona se basa en quien es. No te minusvalores.
Anna O'Neil/Aleteia Inglés
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